Capítulo XXIII

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Me sentía culpable. Sí, me había ofendido... pero en realidad ella no lo sabía, nunca le hablé de mis padres. Así que como ve que no han venido a la clínica, pensará que no les importo, que no me quieren. Quizá hasta sea lógico pensarlo en algún momento. 

Estaba tirado en una cama ya hace días, mas sin embargo, estaba pasando los mejores días de mi vida porque la tenía a mi lado, no podía dejar que estas cosas pequeñas, dañaran lo bonito que se había vivido hasta el día de hoy entre nosotros. Pero tampoco era fácil sacarme la rabia que me habían causado las palabras, o sea... no es como que: piensas en que ella no tiene la culpa y tu cólera desaparece al instante. Debía calmarme para que de esta manera, pudiéramos llevar una conversación pacífica, libre de ofensas y gestos malintencionados. Por ello deje que pasara el tiempo, que ella se tranquilizara mientras yo también lo hacía. Pasó una... pasaron dos horas y ella no volvía la habitación. Decidí llamarla a su celular, pero se había dejado cargando... me senté en la camilla para rebuscar en mi chaqueta mi otro teléfono móvil, pero no estaba. Inferí que ella se lo había llevado, así que llamé a ese número. Efectivamente ella me contestó:

     - Sólo me lo traje porque el mío esta cargando y no podemos estar incomunicados, disculpa.

     - No te preocupes Alice, entiendo. ¿Dónde estás?

     - Afuera, estoy tomándome un jugo. ¿Quieres que te lleve uno? -me preguntó-

     - Sí por favor.  

     - ¿De qué lo quieres, Dom?

     - Me encanta el jugo de lulo (Naranjilla) -dije sonriendo un poco-

     - Perfecto, en un momento te la llevo.

Debo aceptar que la sentí más calmada de lo que imaginé, de hecho me sorprendió la pasividad con la que me habló. A lo mejor era una buena señal.

Al paso de unos minutos, ella llegó y extendió su mano dándome el preciado liquido para mí.

     - Muchas gracias amor -le dije giñándole el ojo- pensé que estabas molesta -dije con un tono de voz más bajo-

     - También pensé que estabas molesto, pero decidí pensar las cosas allá afuera y tranquilizarme, por lo que entendí que pude haberte ofendido con mis palabras, lo siento. ¿Podías disculparme?

     - Discúlpame tú a mí. Fui algo grosero, lo lamento cariño.

     - No te preocupes, está bien. Hablaremos de todo esto mejor y así podré entender tus razones, pues fui yo quien comenzó todo cuando reaccioné mal por decirme que me debía ir a Colombia.

     - Sólo espero que siempre las cosas se arreglen así de bien y de rápido entre nosotros Alice.

     - Si ponemos de nuestra parte siempre se podrá.

     - Claro, así es cielo. Pero dime... ¿quieres saber por qué mis papás no han venido a verme? -pregunté bajando la mirada-

     - Por supuesto.

     - Ellos murieron cuando apenas tenía catorce.

Bajé la mirada y no pude evitar derramar lágrimas, aunque salieron forzadas por un gemido ahogado. Ella se acerco a mí, colocando mi cabeza recostada a su pecho, sentí su respiro profundo mientras acariciaba mi cabello. "Tranquilo mi amor... lo siento mucho, Discúlpame por haber hablado mal de ellos" me dijo. Envolví mis brazos en su cintura y me aferré a ella:

     - Eres mi única familia, Alice. No hay más nadie. -dije con la voz entrecortada-

Estallé en llanto.

Distante Amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora