Capítulo III

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Las redes sociales se han vuelto impulsadoras de las superficiales y artificiales amistades entre personas de diferentes partes del mundo. Bueno, es un gran logro comunicar al mundo entero por medio de ellas, pero también es cierto que nos ha llevado a ser personas limitadas. Sí, limitadas, porque en realidad ya nos estamos quedando mucho más acá de lo que en realidad significa formar una amistad o relación.
Y a Alice fue allí donde la conocí, por medio de una red social. Varias personas manteníamos conversaciones por un grupo, el cual había sido creado para compartir libros y opiniones sobre los mismos.
Todo era normal hasta que la vi ser partícipe de una de esas conversaciones, me gustó su forma de escribir, la sencillez con la que hablaba y en ocaciones, lo graciosa que era. Yo soy una de esas personas que descubre la idiosincrasia de una persona por medio de lo que escribe, por el cómo lo hace. Y Alice llamó mi atención sólo con poner unos cuantos mensajes ese día. Quizás no entiendan esta parte, pero así es. Luego, cuando vi una de sus fotos me sorprendí. Era una chica realmente bella, sus ojos no tenían igual, era brillantes y hermosos. Su cabello liso hasta sus hombros me gustaba, ella era blanca y tierna.
Dentro de poco comenzamos a platicar, de hecho periódicamente. No, en realidad hablábamos todos los días, todo el día. Y no sé, pero siempre encontrábamos algo de que hablar. Me gustaba hablar con ella, me hacía sentir bien y yo siempre trataba de hacer lo mismo. Cierto día, le dediqué uno de mis escritos, pidiéndole que imaginará todo como si estuviese allí en frente de ella:

Cena Romántica
La tarde es avanzada, la luna ya asoma en el cielo gris lóbrego que baña el panorama; las nubes son llevadas a lo lejos por el viento que corre desde el oeste, abriendo así el inminente espectáculo de las brillantes estrellas que adornaran esa noche. Las ramas de los árboles son agitadas por esa fría brisa que apacigua la temperatura en medio de la oscuridad, el aura roza mi piel mientras estoy en medio de una calle sombría a la espera de la doncella que cenará conmigo en esta noche.
En medio de la nebulosidad se abre espacio la encantadora chica de cabello castaño claro, la cual lo trae suelto y liado por la corriente de aire que la envuelve, vistiendo una blusa blanca por la que fulgura dotada de hermosura con el perfecto color canela de su piel, siendo iluminada por su deslumbrante rostro. Su hermosa silueta es manifiesta por la falda negra de lienzo brillante que esta ceñida a su cuerpo. Luce bellísima.
Tomando con mis manos sus mejillas y besando su frente, la recibo encantado. Llevándola de la mano la invito a pasar. Antes de pasar la última puerta, estando detrás de ella le digo: "Debo cubrir tus ojos, es una sorpresa". Ella asiente y deja que cariñosamente coloque la venda sobre sus ojos. Al entrar la guío para sentarla mientras yo termino de preparar todo. Sobre vajillas cuadradas sirvo las pastas a la carbonara con bacón, revestidas con queso y una hojilla de laurel adornando el centro del plato y así los llevo hasta la mesa.
Ahora voy hasta donde ella se encuentra, la ayudo a levantar brindándole mi mano y pronto retiro la banda de sus ojos. Ella totalmente inmóvil observa el lugar, la mesa. Esta es adornada por un mantel tejido blanco, con sobremesas rojos, reposando sobre dos extremos de la mesa velas que alumbraran la mesa una vez la luz esté apagada y pétalos de rosa están esparcidos en ella. Unas copas y un vino que acompañaran la cena. La incito a acercarse a la mesa y halando su silla hacia atrás la invito a sentarse, lo mismo hago yo.
El silencio es dueño del lugar, la luz artificial ya no está, entre miradas ávidas ocurre el primer minuto y con sonrisas empieza su primera intimación.

A ella le encantó y a mi me alegro el hecho de que le hubiese parecido lindo, puesto que sólo tenía el ingenuo deseo de hacerla sentir bien.

Distante Amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora