9. Conociendo al misterio

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Thomas.

¡Maldita sea!.
Era ella.

Curioso como el destino se lucia en hacerme bromas.
Cada camino que pisaba parecía llevarme hacia ella. Entre las cosas que hacia y decía su presencia flotaba silenciosa y en la penumbra como una sombra. No era ningún juego de niños estar como estoy.
Era un perfecto idiota y lo sigo siendo. Pero ahora sé que ese es el efecto que por su culpa ocasiona en mi.

Sentí como si me calaran los huesos, podía distinguir perfectamente que el calor que sentía no era causado por el sol, la sangre me hervía como una olla de vapor.
Su mirada reflejó miedo en un inicio, pero después se transformó, el miedo se fue, y me empezó a mirar con ilusión, análisis y cuestionamiento.

No me bastaba el hecho de estarla tocando, quería más.
No cabía en mi pecho el ritmo cardíaco que traía encima. Recuerdo aun bien que incluso llegué a creer que me iba a desmayar o que estaba delirando.

Y ahora estaba ahí tragándome mis insultos, con los labios sedientos de pronunciar su nombre, con la mirada bañándose entre las aguas de sus ojos azules.

Podía percibir como me estaba ahogando en aquel mar de dolor. ¿Porque el maldito destino se empeñaba en que estuviera cerca de ella?. El pacto que había hecho con mis ojos un día atrás, para que la dejaran de ver como una golosina y la vieran como una presa, se había quebrantado por aquel momento.

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Adelaide.

Esa fue la primera vez que vi sus ojos oscuros.
Eran profundos y seductores como el infierno. Aunque ya no me gritaba, me seguía sujetando con fuerza como si no quisiese que me fuera, sin embrago no tenía miedo. Era tan alto y guapo como el abismo del deseo. Su pelo mojado le caía rebeldemente sobre la frente, haciendo su nada aún más profunda. El efecto de sus ojos en mi era devastador, me intimidaban, como los ojos de un rey a sus súbditos.
Había algo en su mirada que me resultaba familiar, que susurraba "ya nos hemos conocido".
Las paredes de la inseguridad y la incredulidad se evaporaron al ver su rostro.
Nos mirábamos como si cada mirada fuese una nota en secreto.

Su tacto y vista eran fríos, pero no me importaba perder todos mis veranos y primaveras con tal de pasar miles de inviernos a su lado.

Esta es la parte donde debería de sentirme mal, por la ilusión con la que me le quedé viendo, debía de estar arrepentida por pensar eso de alguien mas que no fuese de mi novio, pero no había ni una pizca de arrepentimiento o de dolor, incluso me olvidé de todo y de todos en el instante en que lo miré ahí tendido en la cama de arena.

En ese entonces no sabia su nombre, pero hoy puedo decir que:
Estoy encantada de conocerte, Thomas.

Podríamos aun seguir ahí, mirándonos, analizándonos, tocándonos sin tocar, hablando sin hablar, si no hubiese sido por Henry.

💕𝑬𝒔𝒑𝒊𝒂𝒏𝒅𝒐 𝑨𝒍 𝑨𝒎𝒐𝒓 ✰︎ೃ °➫ 𝑪𝒐𝒎𝒑𝒍𝒆𝒕𝒂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora