45. Mañana blanca

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Thomas

Si hubiese tenido el privilegio de tener mis últimas palabras, hubieran sido para ella.
Pero probablemente quien se las hubiese dicho no hubiese sido yo sino tal vez Dylan o Chuck, quienes hablarían en el nombre del cobarde egoísta que jamás se atrevió a hablar.

En el amor la dejé por conquistar una ilusión, en la vida la dejaba para acompañar a la muerte.

Jamás creí cual doloroso y placentero podía llegar a ser la simple acción de abrir los ojos. Un mundo se escondía detrás de mis débiles y golpeados párpados. Podía imaginarme perfectamente ante el espejo. Un chico confundido con ojeras dignas de un maquillaje de Tim Burton.

Fue entonces cuando me encontré con Fred. Estaba sentado en una silla de metal enfrente a mi cama. Por más años que pasaran él y su hermano seguían viéndose igual. De todas las personas a las que pude haber imaginado ver a mi despertar, jamás vi su rostro en la lista. Sin embargo estaba ahí.

Fred detectó mi despertar, se hizo a un lado la capucha que le cubría por debajo de los ojos, al parecer había estado tomando una siesta

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Fred detectó mi despertar, se hizo a un lado la capucha que le cubría por debajo de los ojos, al parecer había estado tomando una siesta.

—La Suricata sin riñón despertó—dijo sonriendo de lado.

La palabra mágica de "Suricata", me hizo viajar a los tiempos en que ambos bandos estábamos en guerra. Solté una pequeña risa, al darme cuenta la palabra que se había vuelto mágica. Suricata. Otra risa más sin sentido. Pero es que era cierto.
Existen palabras que se vuelven mágicas, que con tan solo oírlas te hacen viajar, te hacen sentir, te hacen recordar.

Cuanto había cambiado esta historia, el drama de una y miles vidas que muchos dirían que era una tragedia, otros dirán que era una comedia.

—Sé que has de pensar, el porqué estoy aquí—dijo Fred poniéndose de pie y metiendo las manos en el bolsillo de la sudadera roja—. Bueno ella, me pidió que te cuidara, cuando ella no pudiera.

Ella. Otra palabra que al inicio de la vida tiene un solo significado, uno general, pero que tarde que temprano esta palabra llega a tener un significado especial, un nombre convertido en sinónimo. Mi ella significaba su nombre.

Fruncí el ceño. Un silencio funeral bailaba en mi habitación. Por primera vez me percaté de mi estado, y del ruido de las máquinas de hospital, leyendo cada respiración y soplo de mi cuerpo.

Algo en aquella oración dicha por Fred, carecía de verdad en mi mente.

—Sé que has de pensar que te odia, Thomas. Sé que has de imaginar que ya no le importas. Si es así yo creo que debes de tomar terapia—se burló.

💕𝑬𝒔𝒑𝒊𝒂𝒏𝒅𝒐 𝑨𝒍 𝑨𝒎𝒐𝒓 ✰︎ೃ °➫ 𝑪𝒐𝒎𝒑𝒍𝒆𝒕𝒂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora