40. Follow in pieces

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Thomas

Permanecimos un momento ahí, entre el mar y las estrellas, descansando del mundo y de sus ojos, de los sonidos y del silencio, de la luz y de la oscuridad. Descansando de la vida en general.

Parecía una noche más, pero no era así, era la primera noche en la que podría dormir tranquilo al saber que esta historia aún no terminaba.

Una canción brasileña sonó dentro del salón, usualmente los invitados la bailan en grupo, con globos, antifaces, etc. Como una pequeña caravana. Adelaide me jaló de la mano para ir pero me negué con la cabeza y una sonrisa sincera, y la dejé ir. Miré cómo se marchaba con sus hermanos. Sabía bien que nunca sería mis del todo, pero eso que más da, pues me había dado el privilegio de amar.

En eso se acercó Aris entre las sombras, con las manos sosteniendo dos copas de vino tinto, me saludó con un gesto en el rostro y me ofreció una de las copas. Le agradecí y ambos dimos un sorbo. Aris se recargó sobre el balcón a mi lado, ambos con la mirada en los adentros del salón.

—Lo lograste—dijo Aris.

Asentí, y la dicha del orgullo me inundó mis sentimientos.

—De modo que este es el final—intuyó Aris—. ¡Ahora todos vamos a ser felices para siempre!. Dylan va a tener bebés en una granja con perros chihuahuas, a Chuck se le quitará lo gordo y se volverá un millonario adicto a los videojuegos de baile, yo me casaré con Shakira y tu Thomas pasaras a ser parte del clan Neeson.

Solté una carcajada al oír su pequeña historia, casi escupo el vino que me llevé a la boca.
Tras reírnos un rato la idea cobró un sentido cuyo precio fue una media sonrisa y un sueño de fantasía.

Formar parte de su familia. Lo iba a ser. En un futuro. En otra vida o en la muerte. Así iba a ser.

—¿Vas a casarte con ella?—me preguntó.

Era tan bella. Su cabello ondulaba en el viento al compás de su movimiento. La música se quedaba atrás para abrirle orquesta a su melodía infinita. Con ella podía sentirme como un plebeyo en sus tristezas, como un rey en sus alegrías. Con ella podía ser alguien más sin dejar de ser yo mismo.

—Es muy pronto para decir eso Aris—respondí sin dejar de mirar la sonrisa de la chica que bailaba con sus hermanos—. Pero aún presiento que esta historia aún no termina.

Y así era...

La fiesta terminó. Todo había quedado en fotografías de un álbum más de recuerdos. Yo me hallaba a mi mismo en mi habitación disfrutando de una última vista de la madrugada, antes de cerrar los ojos y dormir.

La paz que en ese momento sentía, sería interrumpida por el inicio de una guerra inesperada y de enemigos fantasma. 

La puerta emitió un sonido. Me levanté de mi cómoda silla para atender la llamada. En cuanto abrí la puerta mis ojos se abrieron, jamás creí ver aquel rostro de nuevo frente a mi.

Pero así es, en la guerra, el enemigo no deja de existir hasta que se muera en el campo de batalla.

—Sebastián—pronuncié su nombre con seriedad—. ¿Qué haces aquí?.

—¿Puedo pasar?—preguntó sin más, señalando al lugar.

Asentí débilmente con la cabeza y él entró en la habitación. Me llevé las manos a los bolsillos. Me sentía apenado por la situación en la que lo obligamos a pasar. Era mi culpa. No sabía que decirle o que hacer para que entendiese lo mejor.

💕𝑬𝒔𝒑𝒊𝒂𝒏𝒅𝒐 𝑨𝒍 𝑨𝒎𝒐𝒓 ✰︎ೃ °➫ 𝑪𝒐𝒎𝒑𝒍𝒆𝒕𝒂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora