-¿Qué? Peeta mostró una expresión tan adorablemente confusa, que casi quiso volver a besarlo. Casi.
Kat estaba divirtiéndose demasiado con su desconcierto.
Kat. Antes de que arrestaran a su padre, la gente la había llamado de esa manera. Johanna aún lo hacía; le gustaba. En ese momento, se sentía como tan... despreocupada y divertida.
Como había sido antes. Nunca había visto a Peeta levemente perplejo. Resumía el control. En ese momento, parecía completamente desconcertado. Resultaba encantador.
Todavía sentía la impresión de sus labios, fuertes y perfectos, sobre los de ella. Su fuerza controlada. Estaba a la altura de la fantasía. Quería besarlo durante años. Vio que movía los labios.
Que formaba palabras. Carraspeó. -¿Decías algo?
-¿También te cuesta concentrarte? Esto es grave.
Ella agitó una mano. -No, no, no. Estoy bien. ¿Quieres que termine el día o recojo mis cosas ahora? Por la cara de él pasó una expresión peculiar, como si por un momento contemplara un mundo sin ella y no le gustara.
En el corazón de Katniss se formó una pequeña esperanza, que no tardó en morir. Era Peeta Mellark. Lo más probable era que imaginara una oficina sin ella. Y a juzgar por el comportamiento de la mañana, en esa situación no se arreglaba bien.
Bien. Era hora de que se enterara. Los músculos de la cara de él se relajaron y recuperó su habitual expresión neutral. -No hablas en serio acerca de irte. Deliras.
-Bueno, no puede decirse que fuera porque ese beso me arrollara -eso le enseñaría a mirar la hora detrás de ella. Se obligó a mostrar un leve bostezo-. De hecho, podría ir a echarme un rato ahora mismo.
Él entrecerró los ojos. -¿Estás diciendo que le pasa algo a mi forma de besar? -preguntó casi con un gruñido.
-Bueno, debes reconocer que fue un poco rígida.
Peeta se ajustó un poco más la corbata. Ella nunca había notado ese pequeño tic nervioso. Pero ella se dio cuenta de que cuando se sentía incómodo, tendía a ponerse rígido.
Lo vio tragar saliva. -¿Rígida? -demandó.
-Oh, sí, mucho. Quizá deberías probar otra vez.
Peeta carraspeó y miró hacia la puerta. -Nos adentramos en una zona que me resulta muy incómoda. Hay temas de incorrección sexual y la ley...
-Oh, por favor -gesticuló hacia él-. Como si algún juez pudiera mirarte la corbata y pensar que en esta oficina hay algo más que negocios.
-Recoge tu bolso o lo que sea que necesites. Hora de ir al doctor. De hecho, te llevaré al mío. Vamos -la tomó por el codo con gentileza y firmeza.
Katniss movió la cabeza. -Oh, Peet, no voy a ir al médico. Me siento muy bien. Como nunca me he sentido desde... no estoy segura desde cuándo.
Se sentía muy bien cuando la pegaba a él. Peeta se sentía bien con ella cerca. Se desprendió de la mano de él y regresó a su sillón.
-Tengo trabajo. He decidido quedarme, al menos hasta que se complete la fusión con Anderson. ¿No tienes algo que quieres que mande por fax? -le recordó.
Peeta no cedió. -Recoge el bolso, Katniss. Ahora, o te echaré al hombro y te llevaré en volandas. Ella lo descartó con un gesto de la mano.
-Vuelve a tu despacho. Vamos, vamos. Peeta Mellark no era un hombre al que pudieran despedir de esa manera. Era un adicto al trabajo. Un empresario implacable.
Peligroso en la sala de juntas. Un negociador asombroso. Pero era evidente que no sabía cómo enfocar esa nueva situación. Pero ella sabía lo que haría. Regresaría a su despacho, analizaría esa nueva tendencia desde todos los ángulos y trazaría un plan de ataque.
Y pasados unos momentos, eso fue lo que hizo. Katniss logró contestar el teléfono a la cuarta llamada.
-Mellark Enterprises.
Johanna rió. -Durante un momento, pensé que nadie iba a contestar. Sonó varias veces.
-Bueno, mis días de lanzarme sobre el teléfono se han acabado. En realidad, era algo muy estúpido. ¿Qué diferencia hay en contestar a la primera o a la quinta llamada?
-Lo siento, creía estar hablando con Katniss Everdeen. ¿Está?
Katniss se reclinó en el sillón y apoyó los pies sobre la mesa. -Ja, ja. De hecho, no vas a hablar mucho conmigo en este número. Esta mañana le he dicho a Peet que dimitía.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Después de tomarme libre el viernes...
El gruñido de Johanna la interrumpió. -Esto suena mal.
-No, fue estupendo. Necesito olvidarme del trabajo de vez en cuando. Tomarme un día libre.
-Es justo lo que dije yo el jueves. -¿De verdad? No lo recuerdo. ¿Cuándo? -otro gemido consternado-. Johanna, ¿te encuentras bien?
-Intento decidirlo. Dime cómo se tomó tu jefe la noticia de tu dimisión -preguntó con tono medido-. ¿Qué hizo?
-Insistió en que fuera al médico, pero con un gesto mandé a Peet a su despacho.
-¿Que hiciste qué? La mitad de la gente de esta ciudad teme estar cerca de ese hombre. ¿Y de dónde ha salido eso de Peet?
-Es como lo llamo ahora. ¿No te gusta? Lo ablanda un poco, ¿no te parece?
-No, no me lo parece. No hay nada blando en ese hombre. Kat, quedemos para comer juntas. Hay algo de lo que quiero hablarte. Es importante.
-Oh, no puedo. Iré a la manicura a la hora de la comida.
Johanna respiró hondo. -¿Has pedido hora con la manicura?
-Claro. Pensé que te encantaría. Siempre me estás criticando por mis “uñas cortas y sensatas”. Pensaba en algo tendente al rojo mujer fatal.
Johanna farfulló algo en voz inaudible y suspiró. -Entonces, espérame cuando termines de trabajar. De hecho, quizá deberías irte a casa ahora, antes de que causes más daños. Piensa en evitar a Peet... a Peeta por completo. Mañana quizá te lo pueda explicar...
Algo compacto y no deseado se desplegó en el pecho de Katniss. De pronto, ya no quiso hablar con Johanna, no quiso oír lo que tenía que decirle su mejor amiga.
-He de colgar. Peet me ha dejado encargado un millón de cosas.
-Creía que habías dimitido.
-Bueno, después del beso, medité un poco más en la decisión tomada. Decididamente, merece otra oportunidad.
-¿Beso? ¿Qué beso?
-Adiós, te veré después del trabajo.
-Espera...
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Como Seducir Al Jefe
RomanceSer mala podía llegar a ser algo muy, muy bueno... Era la ayudante perfecta, o al menos lo fue hasta que accedió a que la hipnotizaran durante una fiesta. De la noche a la mañana, la eficiente y recatada Katniss Everde...