3 primera parte

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-¿Qué? Peeta  mostró  una expresión  tan  adorablemente  confusa, que  casi  quiso  volver  a besarlo.  Casi.

  Kat estaba  divirtiéndose  demasiado  con  su  desconcierto.

Kat. Antes  de  que  arrestaran  a su  padre, la  gente  la había  llamado  de  esa manera. Johanna aún  lo  hacía; le  gustaba. En  ese  momento,  se  sentía como  tan... despreocupada y divertida. 

Como  había  sido  antes. Nunca  había  visto  a  Peeta  levemente  perplejo.  Resumía  el control.  En  ese momento,  parecía  completamente desconcertado. Resultaba encantador.

Todavía  sentía  la  impresión  de  sus  labios,  fuertes  y  perfectos,  sobre  los  de  ella.  Su fuerza controlada. Estaba a la altura de  la fantasía. Quería besarlo  durante  años. Vio  que  movía los  labios.

Que  formaba palabras. Carraspeó. -¿Decías algo?

-¿También  te  cuesta  concentrarte? Esto  es grave.  

Ella  agitó  una  mano. -No,  no,  no.  Estoy bien.  ¿Quieres  que  termine  el  día  o recojo mis  cosas  ahora? Por  la  cara  de  él  pasó  una  expresión  peculiar,  como si  por  un  momento contemplara un  mundo  sin  ella  y  no  le  gustara. 

En  el corazón  de  Katniss  se  formó  una  pequeña esperanza, que  no  tardó  en  morir. Era Peeta Mellark. Lo  más  probable  era que imaginara una oficina  sin  ella. Y  a juzgar  por  el  comportamiento  de  la mañana, en  esa situación  no  se  arreglaba  bien.

Bien. Era hora de  que  se  enterara. Los  músculos  de  la  cara  de  él se  relajaron  y  recuperó  su  habitual expresión  neutral. -No  hablas  en  serio  acerca  de  irte.  Deliras. 

  -Bueno,  no  puede  decirse que fuera  porque ese beso  me arrollara  -eso  le enseñaría  a mirar  la  hora  detrás  de  ella.  Se  obligó  a  mostrar  un  leve  bostezo-. De  hecho, podría ir a echarme  un  rato  ahora mismo.

Él  entrecerró los  ojos. -¿Estás  diciendo  que  le  pasa  algo  a  mi forma  de  besar?  -preguntó  casi  con  un gruñido.

-Bueno,  debes  reconocer  que fue un  poco  rígida.

Peeta  se  ajustó  un  poco  más  la  corbata. Ella nunca había notado  ese  pequeño  tic nervioso.  Pero  ella  se dio  cuenta  de que cuando  se sentía  incómodo,  tendía  a  ponerse rígido.

Lo  vio  tragar  saliva.   -¿Rígida?  -demandó.  

-Oh, sí, mucho. Quizá  deberías  probar  otra  vez.  

Peeta  carraspeó  y  miró  hacia la puerta. -Nos  adentramos  en  una zona que  me  resulta muy  incómoda. Hay  temas  de incorrección  sexual y  la  ley...

-Oh,  por favor  -gesticuló  hacia  él-.  Como  si  algún  juez  pudiera mirarte  la corbata  y pensar  que  en  esta oficina hay  algo  más  que  negocios.

-Recoge tu  bolso  o  lo  que sea  que necesites.  Hora  de  ir  al  doctor.  De hecho,  te  llevaré al  mío. Vamos  -la  tomó por  el  codo con  gentileza  y firmeza.

Katniss  movió  la cabeza. -Oh,  Peet,  no voy a  ir  al  médico.  Me  siento muy bien.  Como nunca  me  he  sentido desde...  no  estoy  segura  desde cuándo.

Se  sentía muy  bien  cuando  la pegaba a él. Peeta  se  sentía bien  con  ella cerca. Se  desprendió  de  la  mano  de  él y  regresó  a  su  sillón.

-Tengo  trabajo. He  decidido  quedarme, al  menos  hasta que  se  complete  la fusión  con Anderson.  ¿No  tienes  algo  que quieres  que mande por  fax?  -le  recordó.

Peeta  no cedió. -Recoge  el  bolso,  Katniss.  Ahora,  o te  echaré  al  hombro y te  llevaré  en  volandas. Ella  lo  descartó con  un  gesto de  la  mano.  

-Vuelve  a tu  despacho.  Vamos, vamos. Peeta Mellark  no  era un  hombre  al  que  pudieran  despedir  de  esa manera. Era un adicto  al trabajo.  Un  empresario  implacable.

  Peligroso  en  la  sala  de  juntas.  Un negociador  asombroso.  Pero  era evidente  que  no  sabía cómo  enfocar  esa nueva situación.  Pero  ella sabía lo  que  haría. Regresaría a su  despacho, analizaría esa nueva tendencia  desde  todos  los  ángulos  y  trazaría  un  plan  de  ataque.

Y pasados  unos  momentos,  eso fue  lo que  hizo. Katniss  logró contestar  el  teléfono a  la  cuarta  llamada.

-Mellark  Enterprises.

Johanna  rió. -Durante  un  momento, pensé  que  nadie  iba a  contestar. Sonó  varias  veces.

-Bueno, mis  días  de  lanzarme  sobre  el  teléfono  se  han  acabado. En  realidad, era algo muy estúpido.  ¿Qué  diferencia hay  en  contestar  a la primera o  a la quinta llamada?

-Lo siento,  creía  estar  hablando con  Katniss Everdeen.  ¿Está?

Katniss  se  reclinó  en  el sillón  y  apoyó  los  pies  sobre  la  mesa. -Ja, ja.  De  hecho, no  vas  a hablar  mucho  conmigo  en  este  número. Esta mañana le  he dicho  a  Peet  que  dimitía.

-¿Qué? ¿Por  qué?

-Después  de tomarme libre el  viernes...  

El gruñido  de  Johanna  la  interrumpió.   -Esto  suena  mal.

-No,  fue  estupendo.  Necesito  olvidarme  del trabajo  de  vez  en  cuando.  Tomarme  un día  libre.  

-Es  justo  lo  que  dije  yo  el  jueves. -¿De  verdad? No  lo  recuerdo.  ¿Cuándo?  -otro gemido  consternado-. Johanna,  ¿te encuentras bien?  

-Intento  decidirlo.  Dime  cómo  se  tomó  tu  jefe  la  noticia  de  tu  dimisión  -preguntó con tono  medido-. ¿Qué  hizo?

-Insistió  en  que  fuera al  médico, pero  con  un  gesto  mandé  a Peet a su  despacho.

-¿Que hiciste qué?  La  mitad  de la  gente de esta  ciudad  teme estar  cerca  de ese hombre.  ¿Y  de  dónde  ha  salido  eso  de  Peet?

-Es  como lo llamo ahora.  ¿No te  gusta?  Lo ablanda  un  poco,  ¿no te  parece?

-No,  no  me  lo  parece.  No  hay  nada  blando  en  ese  hombre.  Kat,  quedemos  para comer  juntas. Hay  algo  de  lo  que  quiero  hablarte. Es  importante.

-Oh, no  puedo. Iré  a la  manicura a la hora de  la comida.

Johanna  respiró hondo. -¿Has  pedido  hora  con  la  manicura?

-Claro. Pensé  que  te  encantaría. Siempre  me  estás  criticando  por  mis  “uñas  cortas  y sensatas”. Pensaba en  algo  tendente  al  rojo  mujer  fatal.

Johanna  farfulló  algo  en  voz  inaudible  y  suspiró.  -Entonces,  espérame  cuando  termines de  trabajar.  De  hecho, quizá deberías  irte  a casa ahora, antes  de  que  causes  más daños. Piensa en  evitar  a Peet... a Peeta  por  completo. Mañana  quizá te  lo  pueda explicar... 

Algo  compacto  y  no  deseado  se  desplegó  en  el pecho  de  Katniss.  De pronto,  ya  no quiso hablar  con  Johanna,  no quiso  oír  lo  que tenía  que decirle su  mejor amiga.

-He  de  colgar.  Peet  me  ha  dejado  encargado  un  millón  de  cosas.

-Creía  que  habías  dimitido.

-Bueno,  después  del  beso,  medité  un  poco  más  en  la  decisión  tomada. Decididamente,  merece  otra  oportunidad.

-¿Beso? ¿Qué  beso?

-Adiós,  te  veré  después  del trabajo.  

-Espera...

Como Seducir Al JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora