La presa se había convertido en el cazador. Peeta había decidido jugar. El deseo le encendió la sangre. Captó la fragancia de la colonia de Peeta y recordó cómo todas las mañanas había esperado que pasara junto a ella para despertarle sus fantasías.Se situó detrás de ella; el calor de su aliento le causó cosquillas en la piel delicada de la nuca, potenciando el deseo. Su mismo cuerpo era un arsenal contra las defensas de cualquier mujer. Menos mal que no tenía planeado ofrecer resistencia.
Sin embargo, se suponía que era ella la que estaba al mando. Un simple beso le devolvería la ventaja.
-¿Vas a agarrarla? Es de seda, pero si debes hacerlo, lo entenderé -indicó Peeta con tono de falso pesar.
Katniss ladeó la cabeza, indignada. -¿Agarrarte la corbata? Por supuesto que no. Eso fue el arrebato de esta mañana. Ahora es por la tarde.
Era evidente que no se comportaba como solía. Bueno, no como solía hacerlo desde que dejara atrás el instituto. Esa Katniss se había centrado en las facturas, en los créditos universitarios y en pagar la deuda contraída por su padre con sus tíos.
Pero ser la Kat espontánea tenía sus ventajas. Y una iba a ejercitarla en ese momento. Se ladeó hacia él. Lo agarró con ambas manos por el cinturón, lo atrajo y plantó los labios contra los suyos.
Él no necesitó más para deslizar la lengua entre sus labios. A Katniss le gustó. Quería que sus hombres estuvieran preparados.
El contacto de Peet fue un asalto directo contra sus sentidos. Los labios, firmes pero suaves, le cubrieron la boca. Luego le mordisqueó con delicadeza el labio inferior, succionando la piel sensible. No tardó en tenerla gimiendo. Las persianas estaban subidas, la puerta posiblemente sin el cerrojo. Cualquiera podía entrar.
¿A quién le importaba? Le gustaba ser traviesa para él. Ser perversa resultaba tan delicioso. Se arqueó hacia él y lo acercó al tiempo que le rodeaba el cuello con los brazos. La lengua de él volvió a recorrerle los labios, instándola a abrir la boca para volver a ofrecerle acceso.
En esa ocasión, Peeta fue cualquier cosa menos rígido. Bueno, lo estaba justo donde importaba. Sentir la dureza de ese cuerpo contra las curvas más suaves del suyo, le creó un caudal de deseo cálido y húmedo entre las piernas. ¿Por qué alguna vez había pensado que Peeta sólo le daría un simple beso? Por la mañana había desafiado su destreza y en ese instante quería demostrarle algo.
Un hombre complejo como él, estaría decidido a recurrir a todos sus trucos para demostrarle lo hábil que era. Ni siquiera le había dado un beso completo y ya la tenía loca de anhelo. Estar en sus brazos producía una sensación tan buena. Tan idónea.
Una oleada deliciosa de sensaciones siguió el sendero que tomó la mano de Peet desde su trasero y por su cadera hasta subir lentamente por su caja torácica. No podía respirar. Los pezones se le contrajeron, anticipando su contacto. Anhelando las manos de Peet sobre su cuerpo, le irritó la lentitud que exhibía. Se preguntó si sería deliberada, una técnica para incrementar su excitación.
No le importaba. Era la hora de la acción. Tomó la mano de Peet y la llevó a su pecho.
-Tócame aquí -dijo sobre sus labios, con voz entrecortada y hambrienta. La otra mano la imitó y él se tragó su jadeo de placer mientras le coronaba los senos.
Desde luego, no cabía duda de que era un hombre diestro. La besó plenamente, moviendo la lengua contra la suya. Katniss metió la rodilla entre sus piernas, acercándolo aún más. Las manos de él le acariciaron los pechos y potenciaron más la frustración que la embargaba.
-Sabes tan bien -gimió él sobre su boca. Sus palabras la encendieron. Quiso estar más cerca. Lo necesitaba. Piel contra piel. Durante un momento, su cuerpo sintonizó con las caricias expertas que Peet le daba con las manos, los labios y la lengua. Igual que los planes de negocios que trazaba, no dejaba nada al azar, supervisaba cada detalle. Le daba suficiente suministro para que pidiera más.
Cada parte de su cuerpo se convirtió en un objetivo potencial de placer para el único ataque sensual a que la sometía. El sonido de una llamada seca en la puerta de entrada fue seguido por el movimiento brusco del picaporte.
Katniss quebró el beso y le pasó los labios por la oreja, trazando el contorno de la curva con la lengua. Pensaba soslayar a quienquiera que estuviera llamando. Pensaba soslayar muchas cosas. De hecho, iba a soslayar todo menos su deseo.
Al parecer, Peet iba a hacer lo mismo. La apretó contra él y aplastó de forma placentera sus pechos contra el torso firme, duro y musculoso. Las primeras notas de la Quinta Sinfonía de Beethoven indicaron que alguien trataba de alcanzarla a través del móvil. Pero eso apenas logró distraer su concentración.
Pensaba morderle el lóbulo de la oreja cuando saltó el buzón de voz. -¡Kat, soy Johanna! --el grito de su mejor amiga quedó amortiguado por la puerta-. Abre. Sé que sigues en el trabajo. He visto tu coche en el aparcamiento.
“No. No quiero hablar con Johanna”.
-Es importante... llevo todo el día tratando de decirte algo. Si no contestas al teléfono o abres esta puerta, voy a dar por hecho que estás inconsciente y llamaré a la policía.
El teléfono móvil volvió a sonar. Con un suspiro cansado, lo retiró del estuche de la cintura. De todos modos, ya había empezado a clavársele.
-Johanna, estoy viva pero ocupada. No puedo hablar ahora mismo -su voz fue más un suspiro.
-Sólo dame un segundo. El jueves por la noche, algo sucedió en la fies...
Volvió a agarrar a Peeta por el cinturón y apartó el teléfono del oído.
-No puedo dedicarte el tiempo ahora. Te llamaré más tarde -cortó y arrojó el aparato sobre el suelo enmoquetado. No quería oír lo que Johanna tenía que decir, pero eso no significaba que tuviera que soltarle el cinturón. Una chica tenía prioridades. Lo miró a los ojos. Él se adelantó para darle otro beso, pero Katniss lo esquivó.
-Mucho mejor que esta mañana -le informó. Era hora de cambiar las ventajas a su favor. La recorrió con la mirada y se demoró en la excitación que vio en sus pechos.-Basado en tu reacción, yo diría que ha sido mucho mejor. Apartando una grapadora con el codo, ella se reclinó sobre el escritorio y se equilibró sobre los brazos. Lo deseaba, pero no se lo podía poner muy fácil.
-¿Qué haces? -preguntó él:
-Esperar que lances el siguiente ataque. Empezaba a acostumbrarme a eso que hacías con las manos. Él enarcó una ceja.
-¿Se supone que he de perseguirte alrededor de la mesa? Le dedicó una sonrisa lenta y sexy
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Como Seducir Al Jefe
RomanceSer mala podía llegar a ser algo muy, muy bueno... Era la ayudante perfecta, o al menos lo fue hasta que accedió a que la hipnotizaran durante una fiesta. De la noche a la mañana, la eficiente y recatada Katniss Everde...