4 primera parte

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La presa se  había convertido  en  el  cazador. Peeta  había decidido  jugar. El deseo  le  encendió  la  sangre.  Captó  la  fragancia  de  la  colonia  de  Peeta  y  recordó cómo  todas  las  mañanas  había esperado  que  pasara  junto  a  ella  para  despertarle  sus fantasías.

Se  situó  detrás  de  ella;  el calor  de  su  aliento  le  causó  cosquillas  en  la  piel delicada  de la  nuca,  potenciando  el  deseo. Su mismo  cuerpo  era  un  arsenal  contra  las  defensas  de  cualquier  mujer.  Menos  mal que  no  tenía planeado  ofrecer  resistencia.

Sin  embargo, se  suponía que  era ella la que estaba al  mando. Un  simple  beso  le  devolvería la ventaja.

-¿Vas  a  agarrarla?  Es  de  seda,  pero  si debes  hacerlo,  lo  entenderé  -indicó  Peeta  con tono de  falso pesar.

Katniss  ladeó  la cabeza, indignada.   -¿Agarrarte  la corbata?  Por  supuesto  que  no. Eso  fue  el  arrebato  de  esta mañana. Ahora  es  por  la  tarde.

Era  evidente  que  no se  comportaba  como solía.  Bueno,  no como solía  hacerlo desde que  dejara atrás  el  instituto. Esa Katniss  se  había centrado  en  las  facturas, en  los créditos  universitarios  y  en  pagar  la  deuda  contraída  por  su  padre  con  sus  tíos.

Pero  ser  la Kat  espontánea tenía sus  ventajas. Y  una iba a  ejercitarla en  ese momento. Se  ladeó  hacia él. Lo  agarró  con  ambas  manos  por  el  cinturón,  lo  atrajo y plantó los labios  contra  los  suyos.

  Él no  necesitó  más  para  deslizar  la  lengua  entre  sus  labios.  A Katniss  le  gustó.  Quería  que  sus  hombres  estuvieran  preparados.

El  contacto de  Peet  fue  un  asalto directo contra  sus  sentidos.  Los  labios,  firmes  pero suaves,  le  cubrieron  la  boca.  Luego  le  mordisqueó  con  delicadeza  el labio  inferior, succionando  la  piel sensible.  No  tardó  en  tenerla  gimiendo. Las  persianas  estaban  subidas,  la  puerta  posiblemente  sin  el cerrojo.  Cualquiera podía entrar.

¿A  quién  le  importaba?  Le  gustaba ser  traviesa para él. Ser  perversa resultaba  tan  delicioso. Se  arqueó  hacia él  y  lo  acercó  al  tiempo  que  le  rodeaba el  cuello  con  los  brazos.  La lengua  de  él volvió  a  recorrerle  los  labios,  instándola  a  abrir  la  boca para volver  a ofrecerle  acceso.

En  esa  ocasión, Peeta  fue  cualquier  cosa menos  rígido. Bueno, lo  estaba justo donde  importaba.  Sentir  la  dureza  de  ese  cuerpo  contra  las  curvas  más  suaves  del suyo,  le  creó  un  caudal de  deseo  cálido  y  húmedo  entre  las  piernas. ¿Por  qué  alguna vez había pensado  que  Peeta  sólo  le  daría  un  simple  beso? Por  la mañana había desafiado  su  destreza y  en  ese  instante  quería demostrarle  algo.

Un  hombre  complejo como él,  estaría  decidido a  recurrir  a  todos  sus  trucos  para demostrarle  lo  hábil que  era. Ni siquiera  le  había  dado  un  beso  completo  y  ya  la  tenía  loca  de  anhelo.  Estar  en  sus brazos  producía una sensación  tan  buena.  Tan  idónea.

Una  oleada  deliciosa  de  sensaciones  siguió  el sendero  que  tomó  la  mano  de  Peet desde  su  trasero  y  por  su  cadera hasta subir  lentamente  por  su  caja torácica. No podía  respirar. Los  pezones  se  le  contrajeron,  anticipando su  contacto. Anhelando  las  manos  de  Peet sobre  su  cuerpo,  le  irritó  la  lentitud que  exhibía.  Se preguntó  si sería  deliberada,  una  técnica  para  incrementar  su  excitación.

No  le  importaba.  Era  la  hora  de  la  acción.  Tomó  la  mano  de  Peet y  la  llevó  a  su pecho.

-Tócame  aquí  -dijo sobre  sus  labios,  con  voz  entrecortada  y hambrienta. La  otra  mano  la  imitó  y  él se  tragó  su  jadeo  de  placer  mientras le  coronaba  los senos.

Desde luego,  no  cabía  duda  de que era  un  hombre diestro.  La  besó  plenamente, moviendo la  lengua  contra  la  suya. Katniss  metió  la  rodilla  entre  sus  piernas,  acercándolo  aún  más.  Las  manos  de  él le acariciaron  los pechos y  potenciaron  más  la frustración  que  la embargaba.

-Sabes  tan  bien  -gimió  él  sobre  su  boca. Sus palabras la  encendieron.  Quiso  estar  más  cerca.  Lo  necesitaba.  Piel  contra  piel. Durante  un  momento,  su  cuerpo  sintonizó  con  las  caricias  expertas  que  Peet  le  daba con  las  manos, los  labios  y  la lengua. Igual  que  los  planes  de  negocios  que  trazaba, no dejaba nada al  azar, supervisaba cada detalle. Le  daba suficiente  suministro  para que pidiera  más. 

Cada  parte  de  su  cuerpo  se  convirtió  en  un  objetivo  potencial de  placer para el  único  ataque  sensual  a que  la  sometía. El sonido  de  una  llamada  seca  en  la  puerta  de  entrada  fue  seguido  por  el  movimiento brusco  del picaporte.

  Katniss  quebró  el beso  y  le  pasó  los  labios  por  la  oreja, trazando el  contorno  de  la  curva  con  la  lengua. Pensaba  soslayar  a quienquiera que estuviera llamando. Pensaba  soslayar  muchas  cosas. De  hecho, iba a soslayar  todo menos su  deseo.

Al parecer,  Peet  iba  a  hacer  lo  mismo.  La  apretó  contra  él  y  aplastó  de  forma placentera  sus pechos  contra  el  torso  firme,  duro  y  musculoso. Las  primeras  notas  de  la  Quinta  Sinfonía  de  Beethoven  indicaron  que  alguien  trataba de  alcanzarla a través  del  móvil. Pero  eso  apenas  logró  distraer  su  concentración.

Pensaba  morderle  el lóbulo  de  la  oreja  cuando  saltó  el buzón  de  voz. -¡Kat,  soy  Johanna!  --el  grito de  su  mejor  amiga  quedó amortiguado por  la  puerta-. Abre.  Sé que sigues  en  el  trabajo.  He visto  tu  coche en  el  aparcamiento.

“No. No  quiero  hablar  con  Johanna”.

-Es  importante...  llevo  todo  el día  tratando  de  decirte  algo.  Si no  contestas  al  teléfono o  abres  esta puerta, voy  a dar  por  hecho  que  estás  inconsciente  y  llamaré  a la policía.

El teléfono  móvil volvió  a  sonar.  Con  un  suspiro  cansado,  lo  retiró  del estuche  de  la cintura. De  todos  modos, ya había empezado  a clavársele.

-Johanna,  estoy  viva  pero  ocupada.  No  puedo  hablar  ahora  mismo  -su voz  fue  más  un suspiro.  

-Sólo  dame  un  segundo.  El jueves  por  la  noche,  algo  sucedió  en  la  fies...

Volvió a  agarrar  a Peeta por  el  cinturón  y apartó el  teléfono del  oído.

-No  puedo  dedicarte  el tiempo  ahora. Te  llamaré  más  tarde -cortó  y arrojó el  aparato sobre el  suelo  enmoquetado. No  quería oír  lo  que  Johanna  tenía que  decir,  pero  eso  no  significaba que  tuviera que soltarle  el cinturón.  Una  chica  tenía  prioridades. Lo  miró  a  los  ojos.  Él se  adelantó  para  darle  otro  beso,  pero Katniss  lo  esquivó.
-Mucho  mejor  que  esta mañana  -le  informó. Era hora de  cambiar  las  ventajas  a su favor. La  recorrió  con  la  mirada  y  se  demoró  en  la  excitación  que  vio  en  sus  pechos.

-Basado  en  tu  reacción,  yo  diría que  ha  sido  mucho  mejor. Apartando  una  grapadora  con  el codo,  ella  se  reclinó  sobre  el escritorio  y  se  equilibró sobre  los  brazos.  Lo  deseaba,  pero  no  se  lo  podía  poner  muy  fácil.

-¿Qué  haces?  -preguntó él:

-Esperar  que  lances  el  siguiente  ataque. Empezaba a acostumbrarme  a eso  que  hacías con  las manos. Él  enarcó  una  ceja.

-¿Se supone que he de  perseguirte alrededor  de la  mesa? Le  dedicó una  sonrisa  lenta  y sexy

Como Seducir Al JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora