8 primera parte

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Alguien  llamaba a la puerta. No, alguien  aporreaba  la puerta. Justo  cuando  había llegado  a la parte  interesante  del libro. Claro  que  esa escena no  podía  compararse  con  la parte  buena en  el  despacho de Peeta. Los  golpes  se  intensificaron.  Gruñó  en  voz  alta,  señaló  la  hoja  por  la  que  iba  y  cerró  el libro.  Se  levantó y se  envolvió con  una  toalla  grande. Tenía  que ser  Johanna.  Una  mezcla  de  irritación  y  culpabilidad hizo  que  cerrara  con  más fuerza la toalla sobre  sus  pechos.  Sí, sabía  que  había estado  evitando  a su  mejor amiga, pero  era medianoche  pasada...

Fue  hasta la puerta. Se  puso  de  puntillas  y  se  asomó  por  la  mirilla.  Un Peeta muy  cansado  estaba apoyado  contra el  marco. Sin  corbata. Mmmm. Con  el  corazón  desbocado,  corrió el  cerrojo y  abrió la  puerta.  ¿A  quién  le  importaba un  baño  de espuma  cuando  un  hombre era  incapaz  de mantenerse lejos?

-¿Has  cambiado  de  idea? La  miró  de  arriba  abajo  con  la  toalla.  El aire  fresco  le  endurecía  los  pezones  contra  el algodón. Se  ruborizó.  Pero  él  también  parecía  decidido.

-No  he  venido  por  eso.

-¿No?  -dejó  que  la toalla bajara un  poco. Él siguió  el camino  de  la  toalla,  pero  de  inmediato  alzó  la  vista otra vez.  Quiso enderezar  una corbata  que  no  estaba ahí.

-Maldita  sea,  concédeme  algo  más  de  mérito.  

-Entonces, ¿para qué  has  venido? -Invítame a  pasar,  Katniss.  No  quiero  decirte esto  en  el  porche de entrada. Ella  abrió  más  la  puerta  y  con  la  mano  le  indicó  el sofá.

-Disculpa  mis modales.  ¿Puedo  ofrecerte...  algo?  

Apretó  la  mandíbula. -Esto se  termina. Las  palabras  sonaron  duras. Y  falsas.  

-¿Por  qué? La  miró a  los  ojos.

-No es  justo para  ti.  Yo no voy...  -miró  alrededor  de  la  habitación.  El  reloj sobre  la repisa.  El ordenador  portátil sobre  el sofá.  La  bolsa  de  malvaviscos  en  la  mesilla. Miró  a  cualquier  parte. Pero  no  a  ella. Finalmente,  no  le quedó  más  remedio.  Su  expresión  era  sombría.

-Hubo  un  tiempo  en  mi  vida  en  que entregarme al  sexo por  el  sexo  era  corriente.  No es  algo  de  lo  que  ahora me  sienta orgulloso. La cuestión  es  que  se  trataba de  una época  diferente  en  mi vida,  cuando...

-¿El dinero,  el sexo  y  el  poder  estaban  al alcance  de  tu  mano?

-Exacto. Y  aunque  mis  circunstancias  han  cambiado, una cosa no  lo  ha hecho. No busco ninguna  clase  de  compromiso.  Estoy bien  solo. Ya quedaba  claro. Peeta  le  advertía de  que  no  se  acercara. Otra  vez. Un  ejemplo más  de  su  honor. Una  razón  más  por  la que  resultaba tan  fácil  amarlo.

-Escucha, Peeta, me  parece  que  has  sacado  un  concepto  equivocado. Yo  no  busco una relación.  

-¿No? Movió  la cabeza con  énfasis. 

  -No  -mintió.

-¿Por  qué  no? Ella  quiso  reír;  Peeta  casi parecía  ofendido,  pero  Katniss ya  había  concluido  con las  palabras.  

-Creía  que lo  había dejado  claro. No  me  interesaba nada más  que  un  poco  de  sexo.

¿No  confías  en  mí?  -diablos.  ¿De  dónde  había  salido  ese  tono  dolido? Las  cosas  habían  cambiado  desde  el  enfrentamiento  en  el  restaurante. No  lo  había comprendido hasta  ese  momento,  al  oír  el  pesar  en  su  propia  voz.  Aquel beso  tierno en  el  coche.  Los actos de  él  demostraban  lo  profundas y  descarnadas que  eran  sus emociones.

Peeta la  sujetó por  los  hombros  y la  acercó  a  él.

-No.  Maldita  sea,  porque  no confío en  mí.   Permaneció  en  los brazos de  él  y,  simplemente,  lo  respiró.  Dejó  que  el  calor  que emanaba  penetrara  en  su cuerpo  frío.  Durante  un  momento,  se  sintió  como  su antiguo yo.  Vulnerable  y enamorada  de  su  jefe.

Peeta  no  confiaba en  sí  mismo  estando  con  ella. Eso  era bueno. Era una confirmación  de  que  para él  significaba algo  más  que  un  buen  rato. Se  aferró  a esas palabras  un  rato  más. Pero  Peeta  quería  ponerle  fin. Experimentó  una duda. Quizá ése  no  era el momento  adecuado  para  un  interludio  sexual.  Quizá  simplemente  debería  aceptar sus palabras. Dejarlo  libre  para que  regresara  cuando... “Sexualmente atrevida”. ¿En  qué  diablos  pensaba?  No. Hasta hace  unos  días, Peeta  no  se  había fijado  en ella. No  volvería atrás.  No  podía. Ganaría esa  batalla. Pero  lo  haría  llevándole  la  guerra  a  él.  Dio  un  paso atrás  y lo miró a  los  ojos.

-Oh,  bien,  tu  decisión  simplifica  mucho  las  cosas.  No  tienes  que  confiar  en  ti mismo. Sólo  debes  confiar  en  mí.  No  pienses.  Actúa.

Dejó  caer  la toalla. Peeta tragó  saliva.  Cerró  la  puerta  con  el pie  sin  dejar  de  mirarla  en ningún momento.  Katniss permaneció  un  momento  quieta  antes  de darse la  vuelta.

-El dormitorio  está  por  aquí.  -Avanzó  unos  pasos  y  se  detuvo  para  mirar  por  encima del  hombro-.  Te  desafío.

Con  un  gruñido,  la  tomó en  brazos  y se  la  echó al  hombro al  estilo  bombero.  Riendo, ella  clavó  las  manos  en  su  trasero  sexy.  Una  vez  en  el dormitorio,  la  echó  sobre  la colcha  nueva  de  color  púrpura  y  verde.

-¿Qué  voy a  hacer  contigo?  -le  preguntó con  voz  ronca,  la  boca  sobre  su  cuello.

-Podría  ofrecerte  algunas  sugerencias  -lo provocó.   Se  puso  boca arriba y  se  apoyó  sobre  la almohada. Peeta  se  quitó  los  zapatos  y  la camisa. Katniss pensó  que  era lo  más  sexy  que  había  visto  jamás: un  hombre empujado  al límite  de  su  control,  cediendo  al final.  Un  momento  más  tarde,  los pantalones  cayeron  al  suelo  y  se  acercó  a la cama. La  pegó  a  su  pecho  y  luego  le  dio  la  vuelta  hasta  dejarla  de  espaldas  a  él.  El  calor  de su  erección  le  presionaba  la  zona  lumbar.

-Acepto  el desafío  -le  susurró  él al oído

Como Seducir Al JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora