Alguien llamaba a la puerta. No, alguien aporreaba la puerta. Justo cuando había llegado a la parte interesante del libro. Claro que esa escena no podía compararse con la parte buena en el despacho de Peeta. Los golpes se intensificaron. Gruñó en voz alta, señaló la hoja por la que iba y cerró el libro. Se levantó y se envolvió con una toalla grande. Tenía que ser Johanna. Una mezcla de irritación y culpabilidad hizo que cerrara con más fuerza la toalla sobre sus pechos. Sí, sabía que había estado evitando a su mejor amiga, pero era medianoche pasada...
Fue hasta la puerta. Se puso de puntillas y se asomó por la mirilla. Un Peeta muy cansado estaba apoyado contra el marco. Sin corbata. Mmmm. Con el corazón desbocado, corrió el cerrojo y abrió la puerta. ¿A quién le importaba un baño de espuma cuando un hombre era incapaz de mantenerse lejos?
-¿Has cambiado de idea? La miró de arriba abajo con la toalla. El aire fresco le endurecía los pezones contra el algodón. Se ruborizó. Pero él también parecía decidido.
-No he venido por eso.
-¿No? -dejó que la toalla bajara un poco. Él siguió el camino de la toalla, pero de inmediato alzó la vista otra vez. Quiso enderezar una corbata que no estaba ahí.
-Maldita sea, concédeme algo más de mérito.
-Entonces, ¿para qué has venido? -Invítame a pasar, Katniss. No quiero decirte esto en el porche de entrada. Ella abrió más la puerta y con la mano le indicó el sofá.
-Disculpa mis modales. ¿Puedo ofrecerte... algo?
Apretó la mandíbula. -Esto se termina. Las palabras sonaron duras. Y falsas.
-¿Por qué? La miró a los ojos.
-No es justo para ti. Yo no voy... -miró alrededor de la habitación. El reloj sobre la repisa. El ordenador portátil sobre el sofá. La bolsa de malvaviscos en la mesilla. Miró a cualquier parte. Pero no a ella. Finalmente, no le quedó más remedio. Su expresión era sombría.
-Hubo un tiempo en mi vida en que entregarme al sexo por el sexo era corriente. No es algo de lo que ahora me sienta orgulloso. La cuestión es que se trataba de una época diferente en mi vida, cuando...
-¿El dinero, el sexo y el poder estaban al alcance de tu mano?
-Exacto. Y aunque mis circunstancias han cambiado, una cosa no lo ha hecho. No busco ninguna clase de compromiso. Estoy bien solo. Ya quedaba claro. Peeta le advertía de que no se acercara. Otra vez. Un ejemplo más de su honor. Una razón más por la que resultaba tan fácil amarlo.
-Escucha, Peeta, me parece que has sacado un concepto equivocado. Yo no busco una relación.
-¿No? Movió la cabeza con énfasis.
-No -mintió.
-¿Por qué no? Ella quiso reír; Peeta casi parecía ofendido, pero Katniss ya había concluido con las palabras.
-Creía que lo había dejado claro. No me interesaba nada más que un poco de sexo.
¿No confías en mí? -diablos. ¿De dónde había salido ese tono dolido? Las cosas habían cambiado desde el enfrentamiento en el restaurante. No lo había comprendido hasta ese momento, al oír el pesar en su propia voz. Aquel beso tierno en el coche. Los actos de él demostraban lo profundas y descarnadas que eran sus emociones.
Peeta la sujetó por los hombros y la acercó a él.
-No. Maldita sea, porque no confío en mí. Permaneció en los brazos de él y, simplemente, lo respiró. Dejó que el calor que emanaba penetrara en su cuerpo frío. Durante un momento, se sintió como su antiguo yo. Vulnerable y enamorada de su jefe.
Peeta no confiaba en sí mismo estando con ella. Eso era bueno. Era una confirmación de que para él significaba algo más que un buen rato. Se aferró a esas palabras un rato más. Pero Peeta quería ponerle fin. Experimentó una duda. Quizá ése no era el momento adecuado para un interludio sexual. Quizá simplemente debería aceptar sus palabras. Dejarlo libre para que regresara cuando... “Sexualmente atrevida”. ¿En qué diablos pensaba? No. Hasta hace unos días, Peeta no se había fijado en ella. No volvería atrás. No podía. Ganaría esa batalla. Pero lo haría llevándole la guerra a él. Dio un paso atrás y lo miró a los ojos.
-Oh, bien, tu decisión simplifica mucho las cosas. No tienes que confiar en ti mismo. Sólo debes confiar en mí. No pienses. Actúa.
Dejó caer la toalla. Peeta tragó saliva. Cerró la puerta con el pie sin dejar de mirarla en ningún momento. Katniss permaneció un momento quieta antes de darse la vuelta.
-El dormitorio está por aquí. -Avanzó unos pasos y se detuvo para mirar por encima del hombro-. Te desafío.
Con un gruñido, la tomó en brazos y se la echó al hombro al estilo bombero. Riendo, ella clavó las manos en su trasero sexy. Una vez en el dormitorio, la echó sobre la colcha nueva de color púrpura y verde.
-¿Qué voy a hacer contigo? -le preguntó con voz ronca, la boca sobre su cuello.
-Podría ofrecerte algunas sugerencias -lo provocó. Se puso boca arriba y se apoyó sobre la almohada. Peeta se quitó los zapatos y la camisa. Katniss pensó que era lo más sexy que había visto jamás: un hombre empujado al límite de su control, cediendo al final. Un momento más tarde, los pantalones cayeron al suelo y se acercó a la cama. La pegó a su pecho y luego le dio la vuelta hasta dejarla de espaldas a él. El calor de su erección le presionaba la zona lumbar.
-Acepto el desafío -le susurró él al oído
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Como Seducir Al Jefe
Roman d'amourSer mala podía llegar a ser algo muy, muy bueno... Era la ayudante perfecta, o al menos lo fue hasta que accedió a que la hipnotizaran durante una fiesta. De la noche a la mañana, la eficiente y recatada Katniss Everde...