Lo descubrió entre la gente que comenzaba a congregarse junto al atril de la encargada de distribuir las mesas. Verlo la dejó sin aliento. Esos hombros anchos enfundados en el traje gris marengo, la camisa gris y la corbata gris... Corbata.
Al día siguiente irían a comprar una corbata colorida. Respiró hondo. Un poco de encaje de sus nuevas braguitas tocó una zona que las habituales solían dejar en paz. Se humedeció los labios. Rezó para que Peet comiera deprisa. Su cuerpo lo anhelaba. Al verla, él se dirigió a su lado.
No la saludó con una sonrisa. De hecho, parecía rodeado por una extraña tensión.
-Pasarán unos diez minutos hasta que haya una mesa lista.
Supo a qué se debía la tensión. El antiguo tiburón financiero podría haber tenido la mesa que le apeteciera. Ese Peeta, no.
Ese Peeta le gustaba más. Enlazó el brazo con el suyo y notó el movimiento de los músculos del antebrazo bajo las yemas de los dedos.
-Perfecto. Podemos dar un paseo y disfrutar del canal. Tras un momento de vacilación, la tensión se evaporó de las facciones marcadas y relajó los hombros.
Con Peeta a su lado, siguieron el paseo sinuoso en silencio. La inusual brisa cálida besó el rostro de Katniss. Junto a ellos, una familia de patos avanzaba en el agua.
-Ojalá tuviéramos un poco de pan -comentó ella.
-¿Por qué? ¿Tan hambrienta estás? Lo miró de reojo y supo que se burlaba de ella. Eso la entusiasmó.
Dudaba de que alguna vez hubiera sido tan bromista como en esos últimos días.
-Es sólo para alimentar a los patos, tonto.
Un día, muy parecido a ése, pasó por su memoria. Alimentaba a los patos, pero en esa ocasión con su padre. Éste había sido una encantadora mezcla de irresponsabilidad y persuasión. Un hombre de ideas y hambriento de dinero.
Un hombre muy parecido a Peeta. Él se detuvo y la tomó de la mano, acercándola con gentileza a él. -Eres tremenda. Siempre pensando en los demás, incluso en los patos, ¿verdad?
-Pronto volarán al sur. Los hemos engañado con este comienzo tardío del invierno -la camaradería entre ellos menguó.
No le gustaba el camino que habían seguido sus pensamientos. Odiaba el pasado. Odiaba cómo su padre le había quitado dinero a la gente confiada con una sonrisa. Ahí era donde acababan las similitudes con Peeta.
Éste quería hacer algo con sus ideas. Algo más que ganar dinero y engordar los bolsillos de los accionistas. A partir de ese día, ya no iba a dedicarle ni un pensamiento a su padre. Todo estaba saldado. Ya había enviado su último pago para cubrir las deudas de éste. Bajó la voz hasta un ronroneo seductor.
-Ahora mismo, únicamente pienso en una cosa. Los ojos de él fueron como los de un hombre hambriento que hubiera descubierto un bufé.
-¿Oh, sí?
-Oh, sí -musitó con un ronroneo más profundo-. Por ejemplo, “¿cuánto va a tardar en descubrir lo que llevo bajo la falda?”
Peet sonrió y movió la cabeza. -¿Katniss? ¿Qué te ha pasado?
-Tú. Y puedes repetirlo si juegas bien tus cartas. Y ahora, aliméntame. Nuestros diez minutos han pasado y he decidido que tengo hambre, después de todo.
La detuvo y la tomó en brazos, con los ojos clavados en los de ella. Bajó la cabeza y los parpados de Katniss se cerraron. El beso fue puro calor y pasión. Ella gimió y Peeta la pegó aún más a su cuerpo de forma posesiva.
Pero Katniss no se quedó pasiva. Le devolvió el beso con la misma intensidad que mostraba él. Le rodeó el cuello con los brazos y lo pegó a su cuerpo.
La lengua de Peeta jugó sobre sus labios y ella abrió la boca para ofrecerle acceso. Las lenguas se encontraron y enlazaron. -Piensa en esto durante la cena -comentó al final.
Luego le limpió el carmín de los labios. -No hay problema -convino, con las mejillas encendidas.
Deseaba tanto el cuerpo de Peeta, que no sabía si lograría aguantar toda la cena sin saltar sobre él. Para su encantada sorpresa, después de que los condujeran a la mesa, establecieron una conversación relajada hasta que llegó la comida.
Mirándolo, pensó que unos años atrás él lo había tenido todo, y en ese momento debía esperar que le dieran una mesa como cualquier mortal. Pero la elección había sido suya y lo admiraba por haberle dado la espalda a la riqueza y el poder.
Pero de pronto era importante para ella conocer la causa.
-Peeta, siempre me he preguntado una cosa.
En los ojos de él brilló algo travieso. -Tuviste la respuesta esta tarde.
Ella sonrió y sintió calor en el vientre. ¿Quién lo iba a imaginar? Peet tenía sentido del humor. -Sí, conozco todos tus secretos menos uno. ¿Por qué dejaste todo para iniciar tu propia empresa?
La luz en los ojos de él se mitigó un poco y se reclinó en la silla, cruzando los brazos. Kat contuvo una sonrisa. “Buen intento, Peet. Se podría escribir un manual con ese lenguaje corporal”. Pero no iba a dejar que escapara con tanta facilidad. Le tomó la mano y la apretó.
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Como Seducir Al Jefe
RomansaSer mala podía llegar a ser algo muy, muy bueno... Era la ayudante perfecta, o al menos lo fue hasta que accedió a que la hipnotizaran durante una fiesta. De la noche a la mañana, la eficiente y recatada Katniss Everde...