XIII

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Hoy, después de meditar todas las posibles respuestas, todos los posibles escenarios había salido a nuestro encuentro. Vestido de la misma manera en la que te gustaba que me vistiera e inclusive llevé aquel suéter que aún conservaba tu perfume,  porque sé cuanto amas usarlo, porque sé que en fondo de tu corazón amas vestir toda mi ropa.

Hoy, cuando me miraste quise llorar, algo dentro de mí se rompió.

Tenías ojeras y unos ojos cansados que dejaba en claro que no habías podido dormir bien en varias noches. Tus ojos azules parecían no tener brillo y tus labios estaban resecos por el frío.

Aquel olor a cigarrillo estaba impregnado en tu chaqueta, ya que, cada vez que el viento chocaba contra ti ese delicioso olor a goma de mascar y nicotina penetraba mi nariz. Fue ahí cuando me di cuenta que no podías dejar los más grandes y dañinos vicios que tenías.

Caminamos, no sé por cuanto, pero, mientras lo hacíamos fumábamos y sonreíamos, parecía que nunca había pasado algo, aunque sabíamos que eso no era así, sabíamos que simplemente actuabas así porque no querías responder todas mis preguntas y a decir verdad yo también dude en querer oírlas, pero, me gustara o no, debía hacerlo. Tenía que saber qué era lo que había sucedido.

Con mi voz temblorosa recuerdo decirte después de reír, como una broma "por eso me dejaste" y tu sonrisa desapareció tan rápido que me asusté, no esperaba que te molestara una broma así.

Negaste mientras arrugabas la nariz y hacías esa mueca que te caracterizaba. Se te notaba incómoda después de varios segundos. Algo irritaba te recargaste en la barandilla; miraste la mano que sostenía tu cigarrillo y después de un par de segundos inhalaste de este a la vez que dirigías tu atención directamente a mis ojos con esa mirada tan fría e insensible que tenias cuando estás a punto de discutir.

"No sabes de lo que hablas" fueron exactamente las palabras que me dijiste antes de inhalar nuevamente de tu cigarro.

Esperé unos segundos antes de preguntarte lo que había estado preguntándome cada noche al dormir: por qué rompiste conmigo. Tu respuesta fue simple, no titubeaste en ningún momento, sabías que no te irías de ahí sin que te preguntara. Ambos lo sabíamos.

"No lo entenderías". Aquellas tres palabras me ofendieron un poco porque aunque no sé que pasa contigo igual quiero intentar entenderlo, quiero ayudarte aunque ya no seas mi novia porque me sigues importando.

"¿Tú crees eso? Qué triste entonces, porque eso significa que después de diez años juntos no soy capaz de sentir empatía por ti, por la chica que amé". No sé si con claridad te respondí eso pero eso fue lo que quise decir. Debo de admitir que esa lágrima sí fue sincera, sí me dolía sincerarme contigo.

Cuando me preguntaste si quería saber la verdad, mentí. No quería saber, no me interesaba después de escuchar que no te entendería y más que nada, estaba asustado de saber que ya no me amabas.

Al no escucharme responder me explicaste de igual manera que era tu depresión.
Estabas pasando por malos momentos y estabas tan deprimida que no querías lastimarme, me dijiste todo eso que te estaba consumiendo y aunque tenías razón sobre que no comprendería, igual intenté. Una y otra vez traté, pero todo eso me pareció tan insignificante y tonto que no pude evitar molestarme.

Me arrepiento el reprocharte cómo me sentía y tener el descaro de comparar mis experiencias con las tuyas. Lamento el hecho de hacerte pasar un rato amargo.

No nos despedimos, bueno, tú sí lo hiciste pero yo no te dije adiós. Me dijiste que sí debía estar molesto y que lo entendías, que debías ser una idiota por terminar conmigo y que no encontrarías a nadie como yo nunca pero igual no te arrepentías, que el dolor que ahora siento sería peor si te hubieras quedado, pero ¿tú que sabes de dolor? ¿Qué sabe alguien de treinta años sobre penas y dolores? ¿Qué definición de dolor tienes?

Las noches desde que partiste.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora