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Hoy te he visto.

Te veías mal, peor que yo.

Tenías ojeras y una mirada de infelicidad que sí me hacía pensar en que no eras la única que lloraba y se lamentaba por terminar con lo nuestro.

Tomabas un té con un chico, él reía pero tú, tú sólo tenías esa mirada fría e incómoda que pedía a gritos marcharse. Sonreías y reías pero yo sabía que no querías estar ahí. Te conozco y sé cuando te incomoda algo, cuando algo te molesta, avergüenza, acongoja, sorprende, enamora o simplemente sé cuando algo te gusta. Sé cuando quieres volver a casa y cuando quieres un abrazo; aprendí a identificar cuando querías espacio y cuando necesitabas que te contara una broma estúpida.

Me enseñaste tantas cosas; aprendí tantas cosas de ti que me resulta difícil estar con alguien más sin seguir los protocolos que tenía contigo.

Cuando voy desayunar en algún restaurante suelo mirar a la ventana, esperando a que llegues tarde con una anécdota que me haga reír o ponerme a odiar a tus compañeros; cuando termino de bañarme dejo la toalla colgada para que esta seque; cuando sonrío o río golpeo las cosas y te busco a mi lado. Estoy tan acostumbrado a esta rutina que estos meses no me han servido para olvidarte porque aunque ya no estás: aún sigo haciendo ese té que te encantaba tomar, porque aún sigo comprando libros que no entiendo, porque aún sigo mirando esas películas extranjeras que tanto me aburren, porque aún sigo mirando la puerta por las noches esperando que vuelvas con las compras y me digas que odias ir sola al súper mercado.

Aún no te supero, no sé cómo hacerlo.

Te necesito Rin.

Las noches desde que partiste.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora