Basketball (2)

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La fría brisa de la mañana se coló por los espacios del uniforme de DongYoung y le heló hasta la sangre. Bajo esas circunstancias tenía ganas —más que nunca— de usar el suéter grande que llevaba en la mochila, pero sabía que de hacerlo le reprenderían por utilizar algo sin el logo institucional, así que simplemente se abrazó a sí mismo mientras caminaba a paso rápido en dirección a la cancha de baloncesto. Si sonaba el timbre que anunciaba el final del receso... tendría necesariamente que devolverse, derrotado, a las clases.

Se rascó el cuello, incómodo. Pensándolo bien era la primera vez en la que lamentaría el estar en el salón, estudiando.

Torció a la derecha por el camino y se topó con la cancha, oculta tras el edificio donde se concentraba el laboratorio de ciencias; sin embargo, incluso antes de poder echar un vistazo, sus oídos sintieron la presencia de YoonOh.

Y lo confirmó después cuando le vio concentradísimo jugando, saltando hacia la canasta, haciendo jugadas peligrosas y encestando con una facilidad que hasta parecía irreal. Desde el punto en el que estaba notó incluso el sudor que se deslizaba por su nuca y que le pegaba el uniforme al cuerpo.

Probablemente le matarían por llegar así de sudoroso a la próxima clase.

—¡YoonOh!

El grito que salió de sus pulmones no surtió efecto y el menor siguió jugando tal como antes. Sin embargo erró en el siguiente tiro que lanzó al aro.

Le estaba ignorando a propósito.

—¡YoonOh, ven! —volvió a gritar. Ningún tipo de respuesta. Se acercó unos pasos, con el ceño fruncido—. ¡Jaehyun!

El ruido del timbre ocultó el sonido de la pelota rebotando fuera del campo, y DongYoung se puso más nervioso de lo que ya estaba. El de rizos entonces se dio la vuelta, con una sonrisa amplia que hizo brotar sus hoyuelos a la superficie.

—Oh, hyung, hola.

En vez de acercarse le vio saludar con la mano derecha antes de dar media vuelta y trotar hacia donde había caído el balón, antes de ponerse a jugar como antes, ignorándolo como si fuese la cosa más natural del mundo cuando normalmente era todo lo contrario; cada vez que le encontraba jugando en la cancha de baloncesto, Jaehyun paraba de entrenar en el acto y se acercaba a él en un santiamén. Hablaban de cosas. Reían.

Pero ahora ese estúpido juego parecía más importante que su presencia.

Y entonces se enojó por segunda vez en toda su vida con él, su mejor amigo. Llegaría tarde a clases y todo porque no le prestaba atención alguna. Si llegaba tarde a clases arruinaría sus oportunidades como presidente del consejo estudiantil, y después de haber trabajado tanto por ello...

—Jung YoonOh —espetó, entrando al área de juego a pesar del miedo que tenía de recibir un pelotazo. Parecía ser un imán para esas cosas y pensándolo bien constituía una razón poderosa por la cual no le gustaban los deportes. Pero aun así, se acercó—. Unos compañeros de tu curso te golpean, ¿verdad?

Una risa salió de los labios del menor. Lanzó. Volvió a errar.

—Qué cosas dices, hyung... estás imaginándolo...

—Lo imaginé, ¿ah? —respondió, iracundo—. Igual que lo que voy a hacer ahora.

En un impulso acortó los pasos que les separaban antes de arrebatarle el balón de las manos y lanzarlo lejos con toda la furia que la situación le daba, el que terminó por chocar estruendosamente contra uno de los escasos árboles que constituían la única área verde del recinto, varios metros más allá de la cancha de baloncesto. Se sorprendió de su propia fuerza y sintió la mirada del menor a su lado, quemándole.

—¡No lances mis cosas así como así! ¡Lo que yo haga no tiene por qué importarte!

El grito de YoonOh no hizo más que hervirle más la sangre, como si toda la rabia que no había soltado durante el año tuviese la grandiosa idea de salir a flote en ese preciso instante. Inspiró hondo antes de espirar con frustración.

—Ve a ducharte y entra a clases, te suspenderán si llegas en esas condiciones —masculló entre dientes, intentando controlarse—. Y yo no tendré oportunidad de convertirme en presidente del consejo si sigo aquí. Adiós.

YoonOh vio cómo su hyung se iba a paso rápido, con los brazos cruzados a la altura del pecho, como si tuviese mucho frío. El viento azotó sus mojados rizos, enfriando un poco su caldeado interior y dándole escalofríos después de unos segundos. Ni siquiera fue por el balón, probablemente se le había hecho un agujero cuando DongYoung lo había lanzado contra el árbol y tendría que tomar prestado otro del almacén de equipamiento deportivo.

No se movió a pesar de que las clases ya habían empezado. Simplemente se quedó allí, sonrisa en labios, sabiendo que había hecho lo correcto. Presionó su palma derecha contra su brazo izquierdo, ahí justo donde un hematoma de color violáceo se ocultaba tras la ropa. Dolía.

Su hyung no tenía por qué inmiscuirse en sus asuntos. Después de todo, si le golpeaban o no, ya no importaba en absoluto; ya estaba tan acostumbrado que una amenaza y un golpe más o un golpe menos no harían la diferencia.

DongYoung en cambio, no tenía por qué vivir aquello. Y le protegería, aunque con ello llegase a odiarle.


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Siento la demora, espero que este capítulo -un poquito más largo que los anteriores- sea suficiente <33

Si les ha gustado no olviden dejar un voto y/o comentario <3 ¡Nos vemos pronto! 

PD: El próximo capítulo es bastante largo. Ojalá les guste <3

You're Mine // JaeDo - DoJae - NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora