Side Story: Confession

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—¡Chicos! ¿Qué les trae acá?

Una sonrisa se le dibujó automáticamente en el rostro al abrir ante el insistente golpeteo en la puerta principal, y se hizo a un lado para que el par entrara al departamento y se resguardase de la fría noche que recién comenzaba. Logrando percibir las pisadas enérgicas en la habitación de al fondo, supo que ni siquiera era necesario preguntarle al causante si estaba bien si es que tan solo les dejaba entrar y ya.

Y es que aunque no fuese su casa, Ji HanSol pasaba tanto tiempo allí con Nakamoto Yuta que prácticamente se podía considerar como su hogar.

Siendo vacaciones, sin la presión de la universidad sobre su cabeza, el pasar todo el día en la morada era casi algo necesario; por las mañanas en lo primero que pensaba era en cómo llegaría su novio del trabajo —el que ni siquiera en vacaciones dejaba, impedido pues sus padres desde Japón llevaban un tiempo sin mandarle dinero, y que por la expresión molesta de Yuta cada vez que intentaba tocar el tema no parecía que lo volviesen a hacer nunca— para que, basándose en ello, comenzara a planificar la forma más eficiente de liberarle un poco de las tensiones de la larga jornada. Cocinarle algo casi siempre resultaba ser la mejor opción, pues la incapacidad de Yuta para hacer algo mínimamente comestible contrastaba fuertemente con sus propias habilidades que, si bien no eran para alardear precisamente, al menos resultaban en la preparación de deliciosos platillos para el paladar del japonés que siempre agradecía con sonrisas amplias y miradas cada vez menos esquivas. Y eso era todo lo que importaba. Solo verle feliz, sonriente a pesar de las ojeras que adornaban sus ojos.

Ir a verle al trabajo también funcionaba para levantar un poco su ánimo, al igual que ayudar en las tareas del hogar, algo que resultaba especialmente útil considerando lo "masculinamente"—tal como solía decir el culpable, orgullosamente— desordenado que Yuta era con sus objetos. Con el tiempo de sobra que tenía, el lavar su ropa, trapear el piso o sacudir el polvo de los pocos muebles resultaba una tarea sencilla pero que a todas luces resultaba un gran alivio para el menor.

Y, claro, lo que daba el mejor resultado de todos era el encontrar nuevas formas de hacerle jadear y gemir por las noches, y que dejaban a Yuta con un ánimo afable y dócil por las mañanas, casi como si se tratase de otra persona... aunque no podría ser más lejos de la realidad; gracias a tantos años siendo su novio, HanSol sabía que aquel comportamiento fugaz de dulzura y sonrisas espontáneas no era nada más y nada menos que la verdadera personalidad de Yuta. Esa, que intentaba tapiar bajo siete llaves desde que tenía memoria. Esa, que parecía estar cada día menos reticente, más accesible, más en paz.

Pero claro, era un secreto mudo entre los dos, y no parecía una buena idea contarle a nadie al respecto. Probablemente su novio no querría que nadie más lograse conocer lo cálido que era en realidad.

Nadie, ni siquiera Jung YoonOh y Kim DongYoung, quienes seguían disculpándose en voz alta por venir de improviso en plena noche con el único objetivo de pasar un rato todos juntos. Suspiró mientras les indicaba que se sentaran el sofá con un ademán de mano, y pasó directamente a la cocina, listo para servir alguno de los escasos snacks que se mantenían en la alacena.

Sin embargo, con un corto resoplido de frustración comprobó que allí no había nada más que polvo. Ladeó la cabeza, confundido, porque estaba seguro de haber visto una bolsa de papas fritas tan solo durante la noche anterior.

—¡Yuta, ya no queda nada de...!

—¿Papitas? Anoche las comimos mientras veíamos la película, ¿no te acuerdas?

Volteó, sobresaltado, porque la voz sonó muy cerca como para provenir exactamente desde la habitación donde solían dormir juntos constantemente. Por poco no pegó un grito; Yuta le miraba sonriente desde el marco de la puerta, con los brazos cruzados a la altura del pecho los que deshicieron la postura en un milisegundo. Antes de ser plenamente consciente de lo que estaba sucediendo, aquellos brazos —ligeramente musculosos por el ejercicio que hacía el japonés constantemente, encontrando tiempos libres entre la rutina y a los que acompañaba dando traspiés, intentando dar pases infructuosos o detener los pelotazos que Yuta siempre lograba meter al arco— se extendieron en su dirección e hicieron la presión suficiente para que se viese forzado a bajar un poco la cabeza, encontrándose así con los dulces labios de su novio. Devolvió el beso con toda la intensidad posible, dividiendo el beso inicial en pequeños roces que le sacaron a ambos sonrisas amplias, y un último guiño de su parte fue lo que alcanzó a ver antes de que su pequeño cuerpo desapareciera por la puerta en dirección al salón. Suspiró, sonriente, negando constantemente con la cabeza mientras escuchaba la típica sucesión de preguntas interminables que Yuta siempre le hacía a las visitas y, sobre todo, al único grupo con el que realmente podía sentirse a gusto.

You're Mine // JaeDo - DoJae - NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora