Capítulo V

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Eva despertó antes del amanecer. Había tenido un sueño inquieto y poco reparador. Se desveló varias veces durante la noche, sobresaltada por las imágenes del accidente. Se incorporó sobre la almohada y miró a Ángel, que dormía plácidamente a los pies de la cama; pensó que le gustaría ser como aquel cachorro: ingenuo e ignorante de todos los problemas que la rodeaban.

Abrió el cajón de su mesita de noche y extrajo el cuchillo de cristal. Lo observó atentamente, intentando entender qué hacía aquel objeto tirado en la calle; decidiendo si era lo que había visto en la mano de Elié cuando se acercaba a ella.

¿Realmente aquel chico quería hacerle daño?

Una desagradable bola se formó en su estómago al pensar que, tal vez, aquel chico por el que se había dejado engañar tan solo buscaba lo mismo que aquellos pervertidos que la asaltaron en Midles Park. Pero, por otro lado, estaba convencida de que Elié no era mala persona; lo había visto en su mirada. No sabía explicarlo, y quizás estuviese volviéndose un poco loca, pero apostaría su vida a que aquel vagabundo sería incapaz de hacerle daño.

Echó de su mente a aquella vocecita que siempre intentaba apartarla de las malas ideas. Se vistió antes de que sus padres se despertaran, escondió el cuchillo bajo el colchón de la cama y se marchó; era mejor así, sin tener que dar explicaciones...

Cogió el autobús de la línea treinta y uno, destino al hospital Josh Hompkins. Durante el trayecto, observó por la ventanilla cómo la ciudad despertaba de su letargo y las calles comenzaban a llenarse de vida; niños ataviados con pesados abrigos y mochilas al hombro camino del colegio; trabajadores limpiando las calles, con las mejillas rojas por el frío. Los comercios comenzaban a abrir sus puertas cuando el autobús la dejó en la parada situada junto a las puertas del hospital.

Se detuvo junto al mostrador de información. Dudó de lo que estaba haciendo; ¿Y si realmente aquel chico era un psicópata? ¿Cómo podía ser tan idiota de pensar que Elié le diría la verdad cuando le enseñase el cuchillo? <<Sí, estaba deseando violarte, o matarte directamente, según como te portases>>

— Señorita, ¿puedo ayudarla?

La señora del mostrador, una mujer rolliza que no debía de superar los cuarenta años la miraba expectante.

— Sí... Sí, perdone. Verá, estoy buscando a un muchacho que ingresó ayer. Fue atropellado.

— ¿Puede decirme el nombre y apellido de ese chico?

— Se llama Elié. No recuerdo su apellido —mintió.

— Si no es familiar o amigo no puede visitarlo.

— No, espere, soy su amiga. Pero la verdad es que no conozco su apellido. Verá, ayer le atropelló un coche y quería saber cómo estaba.

La recepcionista frunció el ceño. Su pelo, rizado y de un amarillo antinatural vibró como una gelatina. Sin decir nada, comenzó a teclear en su ordenador; sus dedos, gordos y sonrosados se movían con rapidez sobre las teclas. Al cabo de unos segundos alzó la vista, desconcertada.

— Hija, lo siento pero ayer no hubo ningún ingreso por atropello. También he buscado por Elié y no hay ningún chico con ese nombre en nuestra base de datos.

— Pero, eso no puede ser... —Eva clavó la mirada en el mostrador, pensativa —. Le trajeron aquí, estoy segura.

— Pues puedo asegurarte que aquí no llegó. Puede que le hayan llevado a otro hospital.

— Es imposible, este es el hospital más cercano, el siguiente está a más de cincuenta kilómetros.

— Pues lo siento. —Alzó los hombros —. Por favor, deja pasar al siguiente, se está formando una buena cola detrás suya.

La ira de los Caídos #PremiosPure #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora