Vagan entre nosotros desde hace siglos. Privados de sus recuerdos, de su identidad. Sólo son instrumentos con un macabro fin.
Quizás te hayas topado con alguno de ellos; cuidado, esconden un oscuro secreto en su interior.
Ven conmigo, yo te lo mos...
Ister se revolvía inquieto y nervioso sobre el atrio. Frente a él, a unos tres metros de altura, los seis arcanos le observaban con gesto preocupado. Más abajo, los doce Consejeros intentaban comprender el alcance de las noticias que portaba.
Ister era solo un mensajero, pero le incomodaba sobremanera tener que dar aquellas nuevas a los arcanos. Un sudor frío empapaba sus manos. Sabía que no era el culpable de nada de lo ocurrido la noche anterior, pero en cierto modo, temía la reacción que pudiera desencadenar aquella noticia; nunca antes había sucedido nada parecido.
— ¿Adriel ha muerto y el caído de los Balayad casi mata a Abdou? —preguntó Silder frunciendo el ceño, incapaz de creer lo ocurrido.
— Así es Consejero. Pudo sentir la presencia de Elié a varios kilómetros del lugar donde la chica debería haber muerto. Se acercó al lugar para intentar averiguar qué había ocurrido con Adriel y...
— No hace falta que vuelvas a repetirlo —apuntó Betsaniel, la arcana de los recolectores —. La cuestión es decidir qué debemos hacer ahora, y saber quién ha liberado a Elié de las runas. Uno de los nuestro ha muerto. Una criatura de luz destinada a vivir eternamente...
Un revuelo de murmullos inundó la sala del Consejo. Silder continuaba pensativo, intentando decidir qué estaba ocurriendo en el plano de los humanos.
— ¡Silencio! —gritó Adjat.
Los murmullos desparecieron bruscamente y la sala del Consejo quedó sumida en un mutismo absoluto. Ister no se atrevía ni a respirar.
— Mensajero, irás a buscar a Aladiah y le traerás ante mí a la mayor brevedad posible.
— Pero, Domine —protestó Azram inmediatamente —, no sería buena idea que dejase las investigaciones que está realizando...
Adjat le fulminó con la mirada y Azram lamentó en lo más profundo de su ser haber puesto en entredicho una orden tan directa del Domine.
— Hay que averiguar qué ha ocurrido con Elié y matar a esa chica de una vez —Continuó Adjat sin dejar de mirar a Azram —. Aladiah se unirá a Abdou y matarán al caído de inmediato. Traerán su cuerpo a Adrom y estudiaremos cómo pudo liberarse de las runas. Es imprescindible saber quién está detrás de la sublevación de ese Balayad. Después matarán a la chica.
Azram bajó la mirada y asintió levemente. Silder observó la escena intentando no mostrar ninguna emoción, aunque el tema del despertar de Elié y el misterio que parecía envolver a aquella chica empezaba a corroerle por dentro; quizás todo esto le diese la oportunidad de arreglar las cosas.
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Betsaniel caminaba de vuelta a su habitación, aunque ella lo consideraba más una prisión que un hogar.
Sin duda era un gran honor ser nombrada arcana, al menos así era antes de que el régimen autoritario de Adjat se hiciera con el control de todo. Su padre, así como los antiguos arcanos, tenían sus propias dependencias en la ciudadela, aunque solo las utilizaban en los momentos en que necesitaban paz y armonía para meditar sobre asuntos importantes que requerían su atención; el resto del tiempo lo pasaban con sus familias, llevando una vida normal, como la de cualquier Elohim. La familia era lo primero.