La música sonaba a todo trapo en la cervecería. Las luces de neón azules y verdes que brillaban sobre la barra le conferían al local un sofisticado aspecto que contrastaba con la decoración rustica del suelo, paredes y mesas.
En la barra, Walter se afanaba en conseguir tres cervezas, para sus dos acompañantes y él. Linda y Eva reían y hablaban intentando hacerse oír por encima del volumen excesivo de la música.
— Me encanta verte así de feliz —gritó Linda.
Eva tenía una luz especial, brillaba con una intensidad diferente. La sonrisa se había desatado en su cara, dejando de lado el gesto serio y apesadumbrado que la acompañaba siempre. Aquella era la segunda cita que tenía con Walter y la verdad es que se sentía de maravilla. No esperaba volver a verle tan pronto; el día anterior habían estado tomando café en el campus.
Aquella tarde estuvo un poco tensa, nerviosa e insegura, pero el carácter extrovertido de Walter y la complicidad que le dedicaba con cada mirada fueron poco a poco rompiendo el hielo. No sabía cuándo volvería a verle y, aunque tuvo la tentación de llamarle, finalmente fue Walter el que la llamó esa misma mañana para tomar unas cervezas por la tarde.
— Supongo que estoy recuperando el tiempo perdido con Walter.
— ¿Cómo? No iras a decirme que te acostaste con él.
— No. —Eva sonrió, abriendo mucho los ojos —. Ayer fue nuestra primera cita. Ni siquiera nos besamos.
Walter apareció con las cervezas, se sentó junto a Eva y le acarició la mano tímidamente.
— Me tomo esta y me voy —dijo Linda guiñando un ojo.
— No hace falta Linda, de verdad —respondió Walter sin mucho convencimiento.
Eva dio un sorbo y sintió cómo las burbujas le arañaban la garganta. No estaba acostumbrada a beber y aquel era el tercer botellín que se tomaba; sentía un pequeño mareo, aunque bastante agradable, y con mucho disimulo le devolvió a Walter la caricia en la mano. Este la aceptó, movió los dedos y agarró los suyos con delicadeza. Linda sonrió.
Unos minutos más tarde Linda se marchó a casa y Walter se quedó a solas con Eva. Se miraron en silencio durante una eternidad, lanzándose sonrisas y miradas de complicidad. Walter le había agarrado la mano definitivamente y acariciaba el dorso de su palma con los dedos.
Tras la cuarta cerveza, Eva decidió que no debía seguir bebiendo y se marcharon de la cervecería.
Walter condujo de vuelta a casa de Eva mientras hablaban y reían. Unas calles antes de llegar, giraron a la derecha y aparcó. Eva le miró, un intenso hormigueo recorrió su estómago, estaba deseando que ocurriese...
Walter se inclinó sobre ella y le dio un beso fugaz en los labios. Luego otro, y otro, hasta que finalmente sus labios se quedaron pegados, devorándose en silencio. Eva le acarició el pelo y las manos de Walter recorrieron su espalda, haciéndola estremecer mientras se perdía en sus brazos. Los besos se hicieron más intensos y, casi sin darse cuenta, la boca de Walter recorrió cada rincón de su cuello, encendiendo aún más su interior. Las manos del chico acariciaron su piel, justo por debajo del suéter, produciéndole un intenso escalofrío. Las caricias recorrieron su espalda desnuda, sus hombros, y se deslizaron suavemente a través de su ombligo, hasta rozar con dulzura el contorno de sus pechos, para luego acariciarlos como un sediento abraza un oasis en el desierto.
Eva se dejó llevar por las caricias de Walter, disfrutando de su piel, sintiendo cómo deseaba su cuerpo, cómo recorría cada rincón de su cuello para luego deshacer el camino y volver de regreso al calor de sus labios.
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La ira de los Caídos #PremiosPure #Wattys2016
Viễn tưởngVagan entre nosotros desde hace siglos. Privados de sus recuerdos, de su identidad. Sólo son instrumentos con un macabro fin. Quizás te hayas topado con alguno de ellos; cuidado, esconden un oscuro secreto en su interior. Ven conmigo, yo te lo mos...