Aladiah observaba con curiosidad la inmensa colección de libros que abarrotaban cada estante de la librería. Le gustaba el olor a papel y el aire bohemio que despedían las paredes de aquel lugar. Era consciente de que Abdou le miraba con una mezcla de admiración y miedo, observando con detenimiento su larga melena color gris, que ondeaba sobre sus hombros con cada movimiento.
— Busquemos a esa chica —dijo volviéndose hacia Abdou.
— Señor, creo que antes deberíamos preocuparnos de buscar al caído.
Aladiah le observó divertido. La verdad es que no esperaba otra respuesta de aquel tipo; los Elohim se habían convertido en una manada de cachorritos sumisos que obedecían las órdenes de Adjat con las orejas agachadas. Pero él no era de los que se sometían a ningún mandato, y quizás esa fuese la razón por la que la mayoría de sus hermanos le miraban con recelo, miedo e, incluso a veces, admiración. Le consideraban inestable y peligroso.
— Centinela, no he venido hasta aquí para discutir contigo, y mucho menos para perseguir a un caído que, sinceramente, no me ha hecho daño alguno.
— Pero señor, las órdenes del Consejo son muy claras.
Aladiah chasqueó la lengua y negó con la cabeza. Abdou le miró confundido; sabía del carácter de Aladiah, pero nunca se hubiese imaginado que fuese capaz de ignorar las órdenes del Consejo de una forma tan descarada.
— Mi familia pasó siglos luchando contra los errantes. Capturándolos para encerrarlos en la tumba. Solo he acudido porque me intriga la naturaleza de esa chica a la que llaman Eva. Si piensas que voy a ir por ahí correteando detrás de un hermano al que han robado más de lo que nunca podríamos llegar a imaginar, estás muy equivocado.
— Ese caído es peligroso. Mató a un recolector y constituye una amenaza para todos. Tenía entendido que venías para colaborar en esta misión.
Aladiah se movió en apenas una fracción de segundo y se colocó frente a Abdou. Le miró fijamente, clavándole aquellos ojos color ceniza en el alma; unos ojos que desprendían un brillo de sabiduría difícil de abarcar.
— Si Elié fuese un asesino estarías muerto desde hace días. Es cierto que alguien ha borrado sus runas de rastreo, algo que me inquieta bastante. También deseo encontrarle para aclarar ese punto, aunque a la vista de que no podemos rastrearle y no tenemos ni idea de dónde se esconde, creo que nuestro primer paso debería ser encontrar a la chica. Quizás intente ponerse en contacto con ella.
Aladiah se separó del centinela, que prácticamente se había olvidado de respirar por la brusquedad con la que se había lanzado hacia él. Estaba atardeciendo y se sentía impaciente por encontrar a la chica. Hizo señas con la cabeza a Abdou para que le acompañase y salió de la librería. El centinela le siguió a regañadientes; aún tenía un ligero temblor en las manos.
Linda suspiró profundamente y sonrió para sí misma. Su cuerpo, completamente desnudo y aún sudoroso, descansaba serenamente sobre las sabanas.
Aunque su corazón aún galopaba acelerado, la cálida sensación de paz que solo es capaz de producir el sexo más salvaje y desenfrenado recorría cada rincón de su piel.
Observó con detalle el cuerpo sudoroso que se vestía con desgana frente a ella: los músculos de la espalda, aún tensos por el esfuerzo. Un buen culo al que no había prestado atención hasta esos momentos y unos brazos que hacía solo unos minutos la habían apretado con tanta fuerza que parecían querer romperla en mil trozos. La verdad es que había sido un buen polvo, incluso había disfrutado más de lo que le hubiese gustado...
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La ira de los Caídos #PremiosPure #Wattys2016
FantasíaVagan entre nosotros desde hace siglos. Privados de sus recuerdos, de su identidad. Sólo son instrumentos con un macabro fin. Quizás te hayas topado con alguno de ellos; cuidado, esconden un oscuro secreto en su interior. Ven conmigo, yo te lo mos...