Capítulo 1

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A veces las miradas dicen más que mil palabras. Esa frase estaba escrita y dicha por mera verdad. Eso era exactamente lo que sucedía entre Cass y Dean, miradas que los delataban. Aunque el cazador de ojos verdes no lo admitiera públicamente, sentía algo por Castiel.
No lo podía negar, pero tampoco afirmar y eso ciertamente hería al ángel, y Dean lo sabía perfectamente.

Una noche cualquiera en Kansas, Dean llamó a Cass con la premisa de que era urgente su presencia, que era de vida o muerte.
Castiel, alarmado, descendió del cielo sólo para encontrarse con la escena mas tierna y rara que se pudo imaginar.

—¿Qué ocurre?—  cuestionó Castiel apenas había llegando.
Lejos de ser un campo de batalla, como Cass esperaba, era un bello lugar.
—¿Qué... qué pasó aquí?
—Mis manos— dijo Dean irónico.
—¿Dónde está Sam?
—Lo mandé con Bobby a un retiro espiritual.
—¿En serio?
Su confusión aumentó.
—No. Sólo me escabullí— respondió con una sonrisa coqueta.
—Dean, no sabía que eres también jardinero— exclamó el ángel de ojos azules, mirando los rosales, quedando aun más maravillado por como lucía el jardín donde se localizaban.
—Si esa es tu fantasía...— Susurró para sí mismo.
—¿Qué?
—Que si gustas tomar asiento.— Invitó Dean mientras jalaba una silla.

Castiel aceptó y tomó asiento, luego Dean, quedando frente a frente. Sobre la mesa había un quinqué de mediana flama, un plato con una hamburguesa y papas fritas, y un par de copas llenas de vino tinto.
El joven Winchester se dispuso a comer.
A ratos Castiel le daba un pequeño sorbo al vino y miraba a su acompañante sin decir nada.

Por el entorno, por las flores y porque Dean se veía mucho mas guapo de lo que naturalmente se veía, Castiel se sentía nervioso.
Más nervioso de lo habitual.
Durante un rato se mantuvieron en silencio. Cass se sirvió otra ronda de vino, tratando de armarse con valor.

—¿De qué querías hablar con tanta urgencia?— inquirió el ángel rebelde.
—De nosotros— contestó Dean sin mirarlo, jugando con una servilleta.
—¿Nosotros? ¿qué hay con nosotros?
—Qué no hay entre nosotros— Sonrió Dean.

Ambos tuvieron un flashback simultáneo al recordar lo que había pasado en un motel cuando Sam había salido, hace un par de meses atrás.
Castiel se sonrojo, cómo olvidar lo del motel.

—Sabes que soy un ángel, no puede haber nada entre nosotros. Es un error y es peligroso.
—¿Le llamas error a lo que sentimos?— contraatacó el chico de ojos verdes, con tono enojado.
Ciertas palabras dichas por el cazador hacían que el ángel se estremeciera hasta las alas.
—Dean...
—No Cass— Interrumpió—, nunca dices nada cuando estamos juntos y cuando quiero hablar de ésto contigo te vas.
El ángel de ojos azules miró a otro lado, esquivando la mirada de Dean.
—Tú también lo has hecho— musitó el ojizarco, decepcionado y enojado.
—Escucha, Cass, sé que tienes miedo y lo entiendo. Yo...— hizo una breve pausa pensando lo que diría a continuación, seguido de un suspiro— todo el cielo estaría sobre nosotros, lo sé. Pero si nos sentimos bien el uno con el otro, el resto se puede ir al carajo.— Finalizó con una sonrisa.

Cass jaló de la playera a Dean haciendo que se levantara de su asiento hasta tenerlo frente frente, hasta poder respirar el mismo aire, mirándolo de una manera apasionada y retadora.

—Entonces que se vayan todos al carajo.
Acto seguido, Castiel le dio un beso tierno, dando por hecho su unión, que desde ese instante en adelante serían pareja.
Aunque tuvieran que mantener el secreto, hiriéndose el uno al otro.

•••Meses después•••


Días atrás leyeron en el periódico sobre algunos acontecimientos religiosos en un poblado de Texas y decidieron ir junto con Bobby a investigar.
Estando ya en estado mencionado, se hicieron pasar por periodistas neoyorquinos de una prestigiosa revista para interrogar a la gente.

Estando hospedados en un motel de paso, Dean observaba de forma discreta a Cass, mientras que este último miraba a través de la ventana con gesto inmutable.

Las cosas últimamente no marchaban bien entre ellos y en parte era culpa de Dean, y sus desventuras. Por mucho que dijera que lo quería con todo su ser, al ángel rebelde ya no le convencía fácilmente.
Los engaños continuos por parte del mayor de los Winchester hacia Castiel hacían que la confianza fuera desapareciendo a tal grado de ir cada quien por su lado.

—Cass— llamó Dean.
—¿Si?— respondió de inmediato, como si hubiera esperado todo ese tiempo el llamado de su protegido.
—No, nada— contestó Dean después de pensar unos segundos, meneando su cabeza en negación.
—Dean, puedes decirme lo que sea con confianza, lo sabes ¿verdad?— dijo Castiel tratando de animarlo a hablar.
—No, está bien— reafirmó Dean.
Acto seguido, el cazador se marchó a donde se encontraba Sam a seguir investigando sobre los milagros en Texas, dejando en la incertidumbre a Castiel.

Al cabo de dos horas, Dean y Castiel —a pesar de la distancia que había entre ellos— salieron del motel donde para hacer entrevistas a los transeúntes.

Mucha gente que fue entrevistada por ellos contemplaban con fascinación a Cass, como si lo conocieran o lo hubieran visto de algún lado.

—¿Usted se llama Castiel, verdad?— Se atrevió a preguntar una chica de no mas de veinte años.
—No. Él es mi compañero de trabajo, Travis, como ya le había dicho antes— contestó Dean de inmediato y con cierto nerviosismo.
—No temas de los humanos, ángel Castiel, no te haremos daño, nunca—exclamó la chica ignorando lo anterior dicho, sonriendo en éxtasis.
—Es muy guapo mi compañero, lo sé, pero créeme, de ángel no tiene nada.— Volteó a ver a su Cass muy coqueto y le guiñó el ojo.
Castiel entre cerró los ojos algo expectante y sonrojado. Aún no se acostumbraba a que hiciera comentarios así, a pesar de estar de alguna manera u otra juntos.
—Muchas gracias por la entrevista señorita. Hasta luego.— Despidió el cazador a la chica, quien no despegaba la vista del ángel en cubierta.
—¿Cómo supo mi nombre?— preguntó Cass después de alejarse de la gente.
—Eso será lo que averiguaremos, querido Travis— contestó Dean al par que apretaba su hombro.
Ambos subieron al impala y sin decir mas Dean condujo hasta el motel.

—¿Qué encontraron?— preguntó Bobby al verlos cruzar el umbral.
—A un montón de gente que conoce y sabe de la existencia de Cass.
—Pero yo no los conozco— Se defendió el ángel.
—Esa gente te miraba como si ya te hubieran tratado antes, Cass— Reclamó Dean—. Lo mejor es que investigues desde aquí con Bobby, no queremos arriesgarte— sugirió volteando a ver a Sam, seguido de Bobby para buscar su apoyo.
—Dean tiene razón. Si esa gente te identifica podrías correr peligro. Lo mejor es que te quedes en el motel con Bobby y nos dejes el resto a nosotros— contesto compasivo Sam.
—Pero si esta implicado alguno de mis hermanos, yo no...
—Nosotros no encargaremos Cass, no te preocupes, tanto— Consoló el cazador tomando del hombro a Castiel como usualmente lo hacía.
—Perdón que interrumpa— habló Sammy después de carraspear la garganta—, pero hay que seguir investigando la catedral, ahora.
Dean le sonrió a Cass y lo soltó del hombro para después irse.

—Cass, ayud...— Cuando Bobby giró su cabeza para ver al ángel, éste ya se había desvanecido—. Ese hijo de perra.

Castiel se transportó al cielo para hacer algunas preguntas a sus hermanos. Notó la ausencia de algunos y también se enteró de que los estaban buscando, mas no les era posible hallarlos.

—¿Cómo que milagros?— preguntó Uriel desconcertado.
—Si. En ese pequeño poblado han registrado milagros, y tengo la sospecha de que algo tienen que ver nuestros hermanos desaparecidos.
—Muy bien— exclamó el ángel—, gracias por hallarlos, Castiel. Déjanos el resto a nosotros— Finalizó dando media vuelta.
—Sam y Dean están en eso, Uriel. Ellos me dijeron que no saliera del motel porque corro peligro— dijo algo penoso el ángel de ojos azules.
—Pero somos mas fuertes que los humanos, ¿qué nos pueden hacer?

Cass no contestó.

Si, era cierto que tenían mas poder que los humanos, pero si los Winchester decían que no debían salir, definitivamente era por algo.

Liberen a los ángeles [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora