Capítulo 7

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En algun sótano de un almacén en Dixon, se hallaban Castiel, Hanna, Anna, Gabriel, Balthazar, Daniel, David y Samandriel encadenados a la pared. Todos en un estado deplorable, algunos más que otros.

Los ángeles trataban de no mirar la repulsiva escena que se desarrollaba frente a ellos.
Anna sólo gritaba de manera hórrida y desesperada. No era para menos. Frank estaba golpeándola, una manera brutal de castigarla solo por mirarle con desprecio a los ojos.
No era la primera vez que Frank hacía eso. La mayoría de los ángeles ya había pasado por ello, incluso Castiel. Ni siquiera ser «el ángel que querían salvar» lo salvaraba de sus violentas manos.

—Anna, saldremos de esto. Tenlo por seguro— afirmó Castiel después de ver a Franco marcharse.
Tenía toda su fe puesta en los cazadores, en los Winchester, en Dean.
Anna no contestó. Sólo sollozaba.

—¿Realmente crees que lo hagan?— preguntó Hannah al ver la seguridad que tenía Castiel al hablar—, míranos Castiel, llevamos mas días que tu capturados. Nos han torturado, a todos. Ni siquiera tú te salvaste de Frank, y aún así crees que vendrán ellos.

Todos los ángeles presentes ahí agacharon la mirada, recordaron que también tuvieron esa misma fe puesta sobre Cass, cuando la secta apenas tomaba fuerzas y creían que él podría contra ellos.
Por eso alardearon de Castiel, por eso Frank supo dónde se hallaba el ángel rebelde y creyó que debía de «salvarlo», que aquello era su misión, que por ello regresó jovial y poderoso de la muerte. No pudo estar más equivocado. Lo trajeron de la muerte, sí, pero no para salvar a quien fue corrompido, sino para llevar acabo una venganza milenaria.

Se abrió la puerta del sótano dejando ver de nuevo a Frank descender por las escaleras y algunas otras personas que lo acompañaban. Sabían a que venían.

—No toques a mis hermanos— demandó Castiel con evidente ira acumulada.
—¿O qué? Ah si, vendrán los cazadores y me comerán. Déjame decirte, otra vez, que no vendrán Castiel—. Frank miraba con suficiencia la espada de ángel que tenía en mano. Se aproximó al arcángel y le abrió levemente la garganta dejando salir un poco de gracia que fue depositada en un tubo de ensayo.
Acto seguido, Frank le puso una gasa sobre la pequeña herida para que la gracia —y la sangre— no se saliera por completo e hizo lo mismo con el resto.

—Por cierto, Cass— volteó a ver al ángel rebelde antes de subir las escaleras—, pronto llevaremos a cabo tu purificación. Solo espera y verás— el joven Townshend sonrió con extrema felicidad.

Castiel lo miró con sumo desprecio, él sólo deseaba que los cazadores llegaran ya.

•••

Luego de asesinar al vampiro alfa, decidieron dejar la cabaña para hospedarse en un motel, cerca de un almacén abandonado.

Dean se encontraba dentro del carro negro escuchando música. Era su forma de poder tranquilizarse y evadir un poco la realidad.
Al mirar por el retrovisor recordó que en algunas ocasiones —cuando recién estaba conociendo a Castiel— él aparecía repentinamente cerca de su persona o en caso contrario, en los asientos de atrás, haciendo que el hombre de ojos verdes se llevara muchos sustos.

Debía confesarlo; le encantaría verlo por el espejo retrovisor con su gesto serio de «no entiendo lo que pasa a mi alrededor», le encantaría hablar con él de cualquier cosa, de ellos, poder decirle que lamentaba encarecidamente el haber ocultado su relación y engañarlo con cuanta mujer cruzaba su camino, decirle que sí tenía miedo.
Volvió a alzar la mirada hacía el retrovisor llevándose una sorpresa que casi le provocaba un paro cardíaco.

—¡Maldición, Gadreel! ¡no aparezcas de la nada, por favor!
—Perdón, pero necesito preguntarte algo importante— explicó el ángel.
—Lo que sea, la respuesta es no—. Se apresuró a decir.
—¿Porqué no?— cuestionó Gadreel, confundido.
Aveces Dean olvidaba que trataba con ángeles con recipientes humanos, no con humanos.
—Esta bien, te escucho— contestó resignado.
—¿Es cierto que tú y Castiel son...?
—Si— interrumpió rápidamente Dean.
—¿Porqué?
—No sé, me enamoré de él. Él se enamoró mi y ya. No hay más, no hay menos. Fin de la historia— respondió tajante el cazador.

Con esa respuesta trató de dar a entender que no hiciera mas preguntas, pero como todo ángel al servicio del cielo, no entendía las actitudes del ser humano.

—Pero supongo que ambos saben...
—Sí. Y aún así nos quisimos arriesgar. Lo mío con Castiel contra todo el mundo. ¿Podrías dejar de hacer tantas preguntas?— Pidió el mayor.
—Nunca entenderé a los humanos y sus sentimientos— exclamó el ángel mas para él que para el cazador.
—Ni yo—. Finalizó el mayor de los Winchester alzando las cejas y subiendo un poco mas el volúmen de la música.
Gadreel se quedó callado y quieto. Al final de cuentas ya confirmó el secreto a voces.

Después de escuchar música por alrededor de dos horas, Dean se decidió bajar del impala.
Gadreel lo imitó y también bajo del carro.
Ambos se dirigieron a la habitación donde se hospedaban.

—Hey, ¿qué tal?— Saludó Sam a su hermano mayor para luego arrojarle una botella de cerveza.
Dean la cachó, la abrió, botó la corcholata a la basura y le dió un largo trago a su elixir.
—Bien, a lo que nos incumbe, ¿cómo vamos a hacerle para mandarlos al cielo sin matarlos en el intento?— preguntó Rufus apoyando sus manos sobre la mesa.
—Lo principal es hacer que abandonen el recipiente— contestó Gadreel.
—¿No tendrán complicaciones para ascender si les falta gracia?— cuestionó el joven Fitzgerald uniendise a la conversación.
—Entonces antes de hacer que abandonen sus recipientes, hay que encontrar sus gracias y dárselas respectivamente— contestó Sammy.
—Yo mataré a Frank— soltó sin mas el mayor de los Winchester. Los cazadores lo miraron algo inquisitivos.
—No te vayas a cansar— Alegó Bobby, sarcástico.
—Yo te ayudo hermano— puntualizó Benny.
El menor de los Winchester miró con desprecio a Benny.
Malditos celos de hermano.
—Entonces quedamos así: Benny, Dean y yo nos encargaremos de confrontar a Frank y sus seguidores. Garth y Bobby se encargaran de buscar a los ángeles y llevarlos afuera. Sam buscara las gracias y lo llevarás afuera. Y tú— señaló Rufus a Gadreel— esperarás afuera para ayudar a tus hermanos a ascender. Problema resuelto. ¿alguna objeción?
—¿Cómo desharemos el hechizo para que los ángeles no estén bajo control de Frank?— preguntó Garth.
—Yo puedo ayudarles.

Para la sorpresa de todos, Meg hizo acto de presencia.
De inmediato todos se pusieron a la defenciba, y quien apuntó hacia su cabeza primero fue Dean.

—Hey, hey. Tranquilo vaquerito del oeste, escuché que capturaron a tus cuñados, y ustedes encabezan su rescate. Yo sólo quiero ayudar— Sonrió.
Sabe que no es indispensable pero si puede servir de ayuda.

—Por Castiel.
—Por Castiel.
Dijeron Dean y Meg al unísono.
Todos se miraron mutuamente, pero nadie dijo nada.

Evidentemente todos estaban de acuerdo.

—Ok— dijo Rufus al par que bajaba su arma—, que la demonio deshaga el hechizo.

Comenzaron a buscar lo necesario para salir mañana a primera hora hacia el almacén —machetes, aceite sagrado, cerillos, armas de fuego, navajas, etcétera—.

Todos se acomodaron donde podía —ya que la habitación originalmente era para dos personas y eran mas de siete personas metidas ahí—. Algunos se acostaron encima de la mesa, otros en el suelo —a excepción de Gadreel, el no dormía— para tener fuerzas por lo que se aproximaba.

El momento de volver a ver a Castiel estaba próximo y Dean estaba nervioso.

Liberen a los ángeles [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora