Capítulo 3

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Al día siguiente, Dean buscó por todo el cuarto del motel algún indicio de Cass pero no había rastro. Lo que comenzaba a desquiciarlo silenciosamente.

En algunas ocasiones, cuando Dean y Cass estaban en desacuerdo por algo, el ángel de ojos azules desaparecia, evasivo. Y por alguna manera decirlo, él ya estaba acostumbrado. Solían discutir mas que un par de casados. Pero ésta vez no sentía que fuera así. Sentía que Castiel corría grave peligro y no sabía como protegerlo.

—Cass, por favor, regresa— Rogó el cazador, casi en un susurro.
Al no ver respuesta por parte del ángel rebelde, Dean miró su reloj.
—Claro, servicio de ángel las 24 horas del día.
Le dolía en el alma que Cass no le respondiera.

—¿Alguna respuesta de tu novio?— pregunto Sam.
—Ese chiste ya esta muy gastado Sammy, utiliza otro— contestó el Dean, exasperado.
—El chiste es que no lo has negado— Replicó en tono burlesco.
Dean volteo a ver a Sam con ojos fulminantes y el menor de los Winchester sólo alzó las cejas fingiendo demencia.
—No, no tengo respuesta por parte de mi novio— exclamó quisquilloso, soltó un último suspiro.

Sino puedes contra el enemigo, únete a él.

El día paso rápido entre hamburguesas, cervezas e investigaciones sobre el sacerdote que no llevaban a ningún lado. Era extraño no encontrar nada sobre Frank, era como si nunca hubiera existido. Sólo les restaba esperar a aquella misa que el Padre tanto prometía sería única.

Llegada la noche, los hermanos Winchester junto con Bobby se dirigieron a la catedral del pueblo.
Al llegar fueron recibidos calurosamente.
Se les indicó que se sentaran en la parte de enfrente para que no perdieran detalle pero los hermanos Winchester y Bobby —o mejor dicho, Dean— rechazaron la oferta, pidiendo sentarse en las bancas de atrás.

En un instante a otro la catedral se llenó de seguidores, fue cuando la misa dio inicio.

—Nos hubiéramos quedado al frente— Renegó Dean al sentirse apretujado por la gente.
—Dean, tú le dijiste a Frank que preferidas estar atrás— contestó Sam.
—¿Porqué me hicieron caso?— inquirió desgane seguido de una mueca de disgusto—, voy al frente— Avisó Dean.
Después se levantó de su asiento y como pudo se abrió paso de entre el tumulto.
Una vez en frente, notó que el altar tenía leves salpicaduras de sangre.

—Les presento a quien tanto hemos esperado, de quien los otros ángeles nos han hablado a través de mi, el ángel que debemos salvar, nuestro ángel caído: Castiel— El padre abrió los brazos y se hizo a un lado para dejar pasar Cass encadenado y con heridas frescas.

El teléfono de Dean sonó. Era Sam.

¿Estás viendo lo que yo?
—Estoy hasta el frente, ¿tú qué crees?— contestó irónico el mayor de los Winchester.
¿Qué hacemos?
—Espera— Y colgó.
El hombre de ojos verdes se dio cuenta de que Cass lo miraba fijamente.
Pudo ver en sus ojos azules el arrepentimiento, suplicaba perdón.
—Oh, Mark. Qué bueno que llegaste, ¿o debería llamarte Dean Winchester? ¿cómo lo prefiere usted, ángel Castiel?— cuestionó burlón el Padre Frank.
—Déjalo ir. Ahora— Exigió Dean.
—No vengas a darme ordenes en MI recinto, imbécil.
Para cuando el sacerdote terminó su frase, hizo acto de presencia Balthazar, quien se encontraba en un estado más deplorable que el de Cass.
Muchas personas que se hallaban en el lugar comenzaron a dispersarse por temor —y sobre todo por el lenguaje altisonante que el padre estaba tomando—, dejando en la catedral a los sacerdotes, algunos seguidores empedermidos, los cazadores y el ángel.
—Balthazar, por favor, enséñale un poco de educación a éste altanero.
Balthazar, sin otra alternativa, atacó a Dean arrojándolo por el aire hasta que aterrizo en medio de las bancas rompiendolas en su caída.

Liberen a los ángeles [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora