Capítulo 6

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Necesitaban mas cazadores de su lado, mas personas de confianza.
Hubieran llamado a Judy y a Donna también para mas refuerzo pero ya atendían un caso sobre wendigos en su localidad.

Apenas llegaron a la cabaña, Dean ya estaba haciendo de las suyas en el sótano del lugar, golpeando a diestra y siniestra al vampiro.

—¡Responde!— gritó exasperado el mayor de los Winchester seguido de un contundente golpe sobre el rostro del vampiro alfa.

Fuera de la cabaña allanada estaban los cazadores y Benny.
Rufus miraba expectante al vampiro/cazador. Aun no entendía cómo es que Dean siendo Dean confiaba en aquel ser.
Por otra parte, Sammy se encontraba nervioso y los gritos de agonía del vampiro no ayudaban. Sin pensarlo tanto, entró de imprevisto a la cabaña sólo para ver con cierto miedo el «trabajo» de su hermano mayor.

—¡Dean! ¡basta!— gritó el chico de ojos tornasol desde las escaleras de madera.
El hombre de ojos verdes se detuvo en seco, volteando a ver lentamente a su hermano.
—Hazle caso a tu hermanito si quieres que siga hablando— sonrió levemente el vampiro.
Acto seguido, Dean le propinó otro golpe, esta vez dejándolo inconsciente.
—Entiendo que estés preocupado por Cass, que quieras recuperarlo, yo también quiero recuperarlo y sé que entre tú y él hay algo, y lo respeto.
—Si dices respetar lo mío con Cass entonces no te metas— escupió con ira acumulada el mayor de los Winchester.
—No, Dean. Estoy en esto contigo por que ustedes son mi familia. Quiero ayudarte, ¿ok? Pero creo que torturando sin razón no es la solución.
—No quiere hablar.
—Por que no le dejas si quiera articular media palabra— Justificó el menor.
Dean hizo una mueca enojada.
Sammy sólo lo miraba espectante.
—¿Qué te ha dicho de interesante?— Terminó por preguntar el menor de los Winchester.
—Ese tipo, Frank, controla a los ángeles através de la gracia de cada uno de ellos. Lo que quiero saber es cómo lo hace, con qué hechizo.
—Es gracias a un hechizo proveniente de la tableta de los ángeles— dijeron al unísono Garth y otra persona conocida para ellos, desconocida por otros.

Sam y Dean voltearon al mismo tiempo, viendo que a lado del escuálido cazador estaba un sujeto que imponía fuerza con su sola presencia.

—Y tu eres...— inquirió el joven Fitzgerald IV, volteando a su derecha.
—Soy el ángel que puede ayudarlos a rescatar a mis hermanos. Suelen llamarme Gadreel— Se presentó con un semblante serio el ángel.

Para comprobar que lo anterior dicho era verídico, Gadreel mostró aquella luz celestial que hacia reflejar sus grandes alas; sus ojos daban un brillo entre blanquecino y azul cielo, tan puro y característico de los servidores del Señor.
Los hermanos Winchester se miraron mutuamente algo confundidos, ni que decir de Garth, que el pobre casi se queda ciego.

—¿Qué? yo no lo traje. Él apareció de la nada— Se justificó el escuálido cazador, frotando sus manos sobre sus ojos.
Bobby, Rufus y Benny fueron llamados al lugar donde torturaban al vampiro. Al ver al nuevo acompañante de los Winchester y Fitzgerald, no pudieron evitar ponerse a la defenciba.
—¡Hey, hey! es de los nuestros— dijo Dean defendiendo al ángel.
—Soy Gadreel, mucho gusto— Se volvió a presentar pacífico el ángel de rasgos fuertes.
Entre todos se intercambiaron miradas, buscando en alguno de ellos la respuesta.
—¿Cómo sabes de la tabla?— preguntó Gadreel dirigiéndose a Garth.
—Investigué— respondió el alegre cazador.
—¿Sabes como revertir el efecto?— pregunto Dean.
—Podría decirse que si, pero conlleva un enorme sacrificio.
—No tengo problema por dar mi vida a favor de Castiel, y sus hermanos— dijo despreocupado el atrevido cazador.
—No se trata de que des tu vida. Se trata de los recipientes en los que se hallan— Aclaró el ángel, viendo como el semblante de Dean cambió abruptamente—, lo mas probable es que sus cuerpos esten demasiado desgastados, en su límite. Probablemente tienen heridas que ni ellos mismos pueden curar. Lo que tenemos que hacer es destruir los altares donde tienen los hechizos, recuperar su gracia respectiva, liberar a los ángeles y devolverlos al cielo.

Lo último dicho por Gadreel heló la sangre del cazador Winchester, algo difícil de lograr a menos de que seas Sam o en su defecto, Castiel.
Un suspiro pesado fue la respuesta obtenida por parte de Dean.

—Tiene que haber otra manera— exclamó el mayor de los Winchester—. No puede terminar así.
—Lamentablemente no la hay. A menos de que consiguiéramos nuevos recipientes para ellos, lograríamos reestablecerlos en la tierra. Pero incluso esa solución no sería la más viable por que nos tomaría tiempo y su escencia está dispersa— explicó Gadreel—. Lo siento mucho.

Los demás cazadores comenzaban a sospechar sobre si la preocupación de Dean hacia Castiel no era solo de amigos.
Si lo pensaban más, y dada a las miradas que solo ellos experimentaban, esa forma de ser de Dean con Castiel, tenía sentido.
Pero no eran nada para juzgar. Nadie puede juzgar o señalar sus sentimientos por en algún momento de sus vidas estuvieron involucrados con alguien que los hizo sentar cabeza. Comprendían los sentimientos y actitudes del terco cazador.

—Pues manos a la obra, no hay que perder el tiempo— dijo Rufus tratando de animar al grupo.

Poco a poco los cazadores fueron abandonando el sótano de la cabaña hasta que quedaron solo Dean, Sam y el vampiro —que aún se hallaba inconsciente—.

—Hermano, sé que es difícil, pero ten en cuenta que los ángeles, incluso Cass, han sufrido de sobremanera. Piensa que cuando estés en el cielo, lo verás.

Sam se caracterizó por ser alguien que tuvo tacto al hablar, teniendo siempre una palabra para confortar a quien estuviese afligido.
Esa no fue la excepción.

Dean de momento no dijo nada, ni siquiera miró a Sam cuando éste le habló.
En cambio y con un movimiento hábil, el mayor de los Winchester desenfundó su machete y le corto la cabeza al inconsciente vampiro, después arrojó el arma lejos y emitió un gruñido de frustración.
El hombre de ojos tornasol no pudo evitar abrazar a su hermano, sabía que lo necesitaba aunque no lo dijera.

—Sammy...— Fue lo único que logró decir después de romper en llanto.
Su hermano estuvo ahí parado, rodeandole con sus brazos, tratando de confortarlo, de parar las lágrimas.

Dean trataba de aceptar que para salvar a Castiel tendría que liberarlo y no volver a verse en sus ojos azules. Hubiera buscado otra alternativa, como siempre, pero ésta vez el tiempo también era enemigo.

Se lamentaba de haber hecho tanto daño.
Se lamentaba de no haberle dado la debida importancia a sus sentimientos hacia Castiel a tiempo.
Lamentaba tanto que no hubiera otra solución.

Liberen a los ángeles [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora