Capítulo 11 [Final]

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¿Porqué los ángeles caen primero?


Las nubes comenzaban a cubrir el cielo asoleado, poco a poco se fue tornando a gris. Parecía que desde arriba lamentaban el hecho de que sus hermanos fueron brutalmente torturados.
Todos, hasta los cazadores, se conmovieron hasta las lágrimas al ver como aquellos seres de luz rompían en llanto, inconsolables.
Las heridas provocadas en los recipientes era para ellos incurable. Rogaban a su padre para que Él pudiera hacer algo con su divino poder.

•••

Dean estuvo a punto de llegar a la entrada del almacén, estuvo tan cerca que pudo ver los recipientes recortados y malheridos de los ángeles, a su hermano —quien junto con Benny tomaron el atajo, saliendo por atrás— y el resto de cazadores. Y ellos a él.

El enfurecido ángel hizo uso de su fuerza descomunal haciendo que Dean retrocediera bastantes pasos.
Cuando lo tuvo en el piso, Castiel comenzó a apretujar el corazón del mayor de los Winchester con la intensión de hacerle estallar por dentro pero su plan se vio frustado cuando Meg hizo también uso de su fuerza demoníaca, dejando caer a los ángeles que ella llevaba.

—Sal de aquí— ordenó Meg mientras contenía a Cass en su lugar— y si puedes ayudar a Garth con el resto de sus hermanos, mejor.
Dean respiraba de manera irregular.
Estaba sorprendido.
—¡Muévete, carajo!— Gritó la endemoniada mujer.
El mayor de los Winchester se puso de pie y buscó con la vista a Garth. Al ubicarlo se dirigió a él y ayudó a llevar al resto afuera.

Meg sabía que había una alta probabilidad de que no saliera viva de esto y aun así prefirió arriesgar su vida por los que estaban afuera. Y no esperaba a que le regresaran el favor ni que después de esto salieran brincando, tomados de la mano rumbo a la felicidad. Sabía que después de esto sería cazada como lo que era; un demonio sin piedad.

Después de soltarlo, Cass miró a Meg, pero no era de aquellas miradas que alguna vez se dieron. Esa mirada reflejaba un vacío abismal.
Una sensación similar a cuando te cae un balde de agua fría inundó el recipiente de la joven Masters. Verlo escurriendo de sangre, ese sello extraño que se hallaba en su pecho descubierto y esa mirada vacía, ella no lo recordaba de esa forma.

—No es tiempo de lamentar nada, Clarence— expresó Meg—, es tiempo de que en verdad seas libre.
Castiel no dijo nada, sólo frunció el ceño como el solía hacerlo al estar confundido por algo. La mujer demoníaca sonrió al ver ese gesto tan característico de él. Tenía la ligera esperanza de que aún dentro de ese mar de gracia impropia se encontrara ese Castiel que alguna vez conoció.

Se escuchó el característico aleteo de las palomas y cuando menos lo esperó ya se encontraba frente al demonio, después le tomó del cuello y la levantó del suelo con intenciones de quebrarla como cristal. Para soltarse de su agarre la castaña le pateó en el estómago provocando que este mismo la soltara y ambos cayera.
De inmediato, la joven Masters tomó una gran bocanada de aire, se puso de pie y de nuevo sometió al ángel rebelde. Comprendía perfectamente que el recipiente de él estaba destrozado por dentro, así que no le fue tan difícil. Prosiguió a arrastrarlo por el piso para sacarlo de ahí.

Dean junto con Garth recostaron al resto de ángeles que faltaba a lado de los otros.

Mientras tanto la mujer demoniaca seguía en la labor de llevar a rastas a Castiel hacia afuera del almacén, pero para el infortunio del demonio, aquel iracundo ángel comenzó a orar las palabras que se utilizaban en el exorcismo.

Exorcizamus te, omni inmundus spiritus omnis satanica potesta, omnis incursio infernalis adversarii, omnis legio, omnis congretation et secta diabolica. Ergo draco maledicte et omnis legio diabolica adjuramus te...

Liberen a los ángeles [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora