Capítulo 10

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El grupo se dividió en dos partes; Sam junto con Benny se dedicarían a buscar a Dean mientras que Meg junto con Garth buscarían el altar o hechizo de dominancia. Al final —y tomando en cuenta que encontrarían a Dean antes— se verían en la entrada para después buscar encarecidamente a Castiel y sus otros hermanos.

Aún no entendían cómo un mortal pudo regresar de la muerte, arrebatar la tableta de la custodia de Metatron, secuestrar a los ángeles y torturarlos, y —peor aún— no sabían exactamente que quería hacer con Castiel.
Ya tendrían tiempo para averiguar sus razones.

•••

La demoníaca mujer iba caminando junto con el escuálido cazador por los pasillos del almacén.
Meg sentía que cada vez estaba más cerca de la gracia de los ángeles, podía sentir esa energía pura que ellas emanaban. Tal fue su afirmación que encontró a dos ángeles y un arcángel resguardando el lugar donde mantenían cautivas sus esencias.

—Santa mierda— musitó la castaña para sí misma.

Garth enfocó su mirada donde la poseída mujer veía llevándose una sensación de entre miedo y angustia puesto que él jamás se había enfrentado a los ángeles, mucho menos a un arcángel.
Los seres celestiales escucharon el susurro y de inmediato se pusieron a la defensiva.

—¿Quién anda ahí?— preguntó el ángel Daniel.
—Te parece que voy a andar contestando— musitó Meg.

Al no recibir respuesta de quien estuviera merodeando por ahí, Daniel se aventuró a explorar.
Los otros dieron por sentado que el ángel vigilante se cargaría al intruso.
Gran sorpresa se llevaron al ver que Daniel salió volando desde otro lado del pasillo hasta aterrizar en el extremo del mismo.
Lograron divisar un par de figuras esbeltas.
Conforme más se acercaba, mas veían a detalle la cara del demonio que se escudaba bajo la belleza de aquella mujer y con ella al valiente cazador.

—Tú— dijo Gabriel, seguido de su primer ataque.

Meg lo esquivó sin problema y le devolvió el golpe, tumbándolo rápidamente. La ventaja para ella era que los ángeles al no tener su gracia completa y estar atrofiados físicamente los hacía débiles ante los ataques de cualquier persona.
Una vez todos tumbados, Meg abrió la puerta que resguardaban, encontrando en el suelo a un ángel y el enorme altar que se ofrecía a controlar y dañar a los ángeles.

—Saca al ángel— ordenó Masters.
El joven Fitzgerald se introdujo a la habitación y arrastró al joven ángel fuera de ahí, juntándolo con sus otros hermanos.
Acto seguido, la diabólica mujer, con tan sólo alzar su mano destrozó el altar por completo.

•••

Dean no podía hacer otra cosa que no fuera cerrar sus ojos con y rezar a quien fuese que lo escuchase en ese instante para que esta tortura parara. El ver como dañaban a sus seres queridos era, sin duda, la peor tortura. Tenía las muñecas lastimadas en consecuencia a los movimientos bruscos que hacia para liberarse de los grilletes que lo mantenían preso.

—Llegó la hora— avisó Frank.
Se puso de pie y se dirigió al altar hecho especialmente para Castiel, agarró un frasco lleno de la gracia de cada ángel y se acercó de nuevo al moribundo ángel.
Conjurando un hechizo en enoquiano, Frank obligó a Cass abrir la boca para que tomara el contenido del frasco por completo.

—¡Detente bastardo!— Gritó el hombre de ojos verdes.

Acto seguido, Frank abrió la camisa del ángel rebelde de tajo y marcó un símbolo que Dean no logró identificar con tinta negra en su pecho. Luego lo liberó.
Hizo el mismo procedimiento con él mismo.

Liberen a los ángeles [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora