XVIII

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Sentía todo mi cuerpo adormecido, no podía mover mis piernas ni mis brazos, tenía mis ojos cerrados tratando de estar excluida de la realidad, los acontecimientos de hace unas horas se repetían en mi cabeza y la sensación de estar quemándome, como si estuvieran prendiéndome fuego, se sentía real.

Seguía tirada en el frío suelo, solo que esta vez en un lugar diferente, ya no había tanta oscuridad como el anterior, pero seguía haciendo el mismo frío que había en el otro.

Solté un sollozo cuando sentí que me levantaron por los brazos como la vez anterior y temí en ese momento que volviera a ocurrir aquello, pero esta vez no patalee ni grité, no tenía fuerzas para eso.

Me sentía muerta

Solté un quejido cuando volvieron a tirarme al suelo.

—Levántate.

Traté de levantarme poco a poco pero no podía, mis brazos no respondían, no tenía fuerza.

Aquella persona volvió a agarrarme y me levantó con fuerza pegándome contra una pared, comenzó a despojarme de la ropa y en ese momento abrí mis ojos completamente asustada.

Estábamos en una especie de baño, todas las paredes eran blancas y había dos hombres sosteniéndome y quitándome la ropa

—Yo... yo puedo sola — dije un poco asqueada y aterrorizada.

— Si claro — susurró uno de ellos con sarcasmo — no te haremos nada a no ser que queramos ser castrados.

Tomé un largo respiro y desvié mi mirada rogando porque esto pasara rápido, cuando por fin me quitaron todo a excepción de la ropa interior, uno de los hombres me soltó y se alejó agarrando una manguera, el otro me seguía sosteniendo por los hombros.

No tenía fuerzas para gritar, pero solté un grito ahogado cuando el agua tocó con fuerza mi cuerpo, era como si me estuvieran clavando miles de agujas, estaba muy fría y golpeaba con dureza contra mi piel.

— ¡Basta! — pedí escupiendo el agua de mi boca.

Recorrieron todo mi cuerpo, desde la punta de mis pies hasta mi cabello, cuando por fin la apagaron comencé a temblar por el frío tan horrible que cargaba. Me volvieron a agarrar y empezaron a secarme con fuerza con una toalla, luego tomaron una muda de ropa diferente a la que yo cargaba y me la colocaron, un pantalón estilo militar verde y una camisa blanca. Me abracé yo misma frotándome los brazos en busca de calor y comencé a caminar cuando me lo ordenaron, todo en mí se sentía pesado y como si estuviera a punto de romperme.

Solté un suspiro aliviada cuando por fin entramos a una habitación que transmitía un poco de calor, los hombres me soltaron y se fueron no sin antes cerrar la puerta con llave.

Me recosté contra la pared y poco a poco fui resbalándome hasta caer sentada en el suelo, recorrí toda la habitación con la mirada, estaba completamente vacía, solo tenía una pequeña ventana a lo alto de la pared y estas estaban pintadas todas de blanco.

"Nielle"

Me sobresalté al escuchar esa voz, no eran las mismas que siempre escuchaba.

"¿Estás sola?"

Fruncí el ceño y miré para todos lados, aunque sabía que no iba a encontrar a nadie.

"Soy Devan, respóndeme"

Quedé sorprendida al escucharlo.

—¿Devan? — susurré sin saber cómo responderle.

"Respóndeme como si estuvieras hablando en tu cabeza"

Descontrol Mental©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora