Prólogo

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—¡Suéltenme! — Chillé horrorizada— ¡¿Qué están haciendo malditos enfermos?!

—¡Que te calles dije!

Volví a gritar cuando sentí un fuerte golpe en mi mejilla derecha, me quedé quieta, arrinconándome hacia una pared al soltarme y dejarme en el suelo. Me habían secuestrado, habían invadido mi casa y me habían golpeado hasta dejarme en la inconsciencia. Les había ofrecido dinero, les había prometido que no diría nada para que me dejaran ir, pero los muy malditos no decían nada, sólo abrían la boca para mandarme a callar o insultarme.

— Nielle Vultury — escuché que me llamaban — No sabes la alegría que siento de que por fin estés aquí, donde perteneces.

— ¿De que hablas? Por favor, déjenme ir, les pagaré, no diré nada, pero déjenme ir — chillé arrinconándome aún más hacia la pared.

— No mi reina, no podemos dejarte ir — un hombre alto, pálido, castaño y de ojos azules, se acercó hasta arrodillarse y quedar sólo a unos centímetros de mi cara — Este ahora será tu nuevo hogar y ...

— No, por favor, no, yo... — le interrumpí, pero quedé helada cuando sentí cómo la habitación empezaba a temblar —Otra vez no por favor — susurré esta vez para mí misma.

Tomé varias respiraciones profundas, pero todo a mi alrededor se intensificaba. Maldita sea, esto tenía que pasarme justo ahora, menos me iban a dejar ir. Levanté la mirada asustada, preparada para verlos tratarme como un fenómeno, pero sucedió todo lo contrario.

—Aquí está tu respuesta mi Nielle —habló el hombre que aparentaba como unos 50 años — No podemos dejarte ir, ahora perteneces aquí — finalizó mirándome con una sonrisa perversa, se notaba el orgullo en su mirada y yo sólo pude comenzar a sollozar y a perder los nervios —Llévenla hasta su nueva habitación, mañana comenzamos. 

Descontrol Mental©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora