Capítulo 279

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«Te amo», fueron las últimas palabras que se ofrecieron antes de su partida a Bogotá. Las mismas que repitieron cuando casi dos meses después se reencontraron en aquel Aeropuerto Internacional El Dorado.

- Bebé...; chilló Dulce María, dejando caer su maleta, abalanzándose en busca de su abrazo.

Sin soltarse ni por un instante, la pareja dejó escapar sus lágrimas de emoción. La muchacha sintió los brazos de Christopher envolviéndola fuertemente por la espalda, apoyando su rostro contra el suyo, continuando con aquel baile de besos que acababa de comenzar.

Éste cesó al montarse en aquel taxi que los llevaría al departamento que la producción había rentado para el greñudo, y que compartiría con su enamorada durante los días siguientes. La pelirroja, curiosa, decidió explorar aquellas habitaciones, sin conocer lo pronto que terminaría su pequeña excursión...

- Te he echado tanto de menos...; susurraba Uckermann abrazándola por la espalda, apartando su cabello color rubí, besando su nuca, su cuello, haciéndola estremecer.

Suavemente masajeó los hombros de su novia, acercándose a su oreja derecha. Ella sólo pudo sentir su respiración, esa respiración que la dejó temblando...

Aprovechando su debilidad, el greñudo decidió que era buen momento para dejar que sus manos se perdiesen bajo la camiseta de la mujer, manoseando esos pechos voluminosos sobre la tela de su sostén. Sin dilaciones, la deshizo de aquel polo burdeos, regalándole tiernos besos, regocijándose sobre su columna vertebral, subiendo hasta desabrochar aquel sujetador que no hacía más que limitar sus impuras intenciones.

Extasiada, se olvidó del momento en el que Christopher se desnudó, dejando caer al suelo la camisa que él también traía, los jeans ajustados que ella misma le había regalado meses antes. Sólo pudo sentir cómo sus brazos fornidos la envolvían nuevamente, quedando frente a frente, atrayéndola contra sí, juntando sus labios con los suyos, sintiendo cómo sus dedos juguetones se entretenían con su clítoris henchido, haciéndola enloquecer cuando el partido apenas había dado comienzo...

- ¿Lo echabas de menos?; preguntaba el hombre en un suspiro.

- No sabes cuánto...; gemía la mujer.

En un momento de lucidez entre tanta calentura, Dulce observó aquellos ojos que la tenían cautivada, mientras mil y un pensamientos obscenos recorrían su mente cuando ya se agachaba con la única intención de bajarle aquellos bóxers negros que realzaban aún más sus turgentes posaderas.

Lo hizo lentamente, tratando de desesperarlo, intentando recuperar el control que ambos habían perdido. No lo recobró al ver su miembro erecto, el único que la hacía enloquecer desde hacía poco más de tres años, y sin más dilación, lo introdujo en su boca, ansiosa por saborear de nuevo su particular juguete de placer.

2.2. Before the moon... (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora