8 de Mayo del 2015

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8 de Mayo del 2015


Dos días en los que había intentado buscar revancha por lo que la pequeña rebelde le había hecho y dos días en los que había fallado en encontrarla. El campus era demasiado grande y había tenido la mala suerte de no haberse topado con ella.

Incluso había llegado al punto de preguntar por ella. El cabello azul llamaba la atención, por lo que si la conocían, pero ninguno había podido darle información que necesitaba.

Estaba comenzando a creer que tendría que esperar a ver si la encontraba el siguiente miércoles cuando la vio subiendo a su moto en el estacionamiento. Se estaba preparando para colocarse el casco y se aproximó hacia ella para alcanzarla pero antes de poder hacer ningún movimiento, la vio detenerse por la proximidad de un auto.

Claramente conocía al conductor porque dejó el casco nuevamente sobre la moto y se bajó de esta. No parecía feliz por quien sea que se encontrara detrás del volante. Sus brazos se cruzaron y, a pesar de encontrarse a cierta distancia, algo le decía que su expresión no era la más agradable.

Estaba siendo entrometido y sabía que lo mejor era alejarse de una escena que no parecía terminar bien, pero sus piernas no respondieron a la orden de su cerebro. Aquella chica estaba lejos de ser inocente o dejarse dominar por cualquiera pero, por la rigidez de sus hombros, aun con la fachada de rudeza, parecía un poco ansiosa por el desconocido y no en el buen sentido.

Finalmente el auto se detuvo al lado de la moto y la persona detrás del volante salió. Un hombre mayor con traje de color gris se enfrentó a ella, con la misma expresión. No sabía qué clase de problema podría tener con aquel hombre pero se encontró acercándose un poco más y ocultándose detrás de un auto. No estaba bien lo que estaba haciendo pero se sentía curioso por la situación, ella no parecía amedrentarse fácilmente pero aquel hombre la estaba haciendo retroceder.

―No fuiste a la cena de anoche ―fue la primera frase que salió del hombre.

Dave los miró sin entender y observó como ella apretaba los labios con fuerza, no sabía si por la rabia o porque estaba conteniéndose de decir algo que no debía.

―Te dije específicamente que debías presentarte ―agregó cuando ella no dio más respuesta que mirarlo con exasperación―. ¿Te mataría por una vez en la vida seguir órdenes, Layla?

Bueno, no era exactamente la forma que pretendía enterarse del nombre de la pequeña rebelde pero era un progreso de pasar de persona en persona en el campus, preguntando si conocían a una chica de cabello azul.

―Hace tres años que dejé de vivir bajo el mismo techo que tú, Jones, no tengo por qué seguir tus órdenes.

―¡Soy tu padre! ―gritó, toda la fachada de tranquilidad disuelta.

El hombre parecía desprender un aura que hacía a todos doblegarse ante él pero Layla no estaba retrocediendo a pesar de que si parecía asustarla más de lo que dejaba ver.

―Que mi madre me haga llamarte así, no te hace serlo ―espetó de regreso, con la respiración agitada.

―No puedo creer que prefieras llamar padre a un bueno para nada ―resopló con amargura. Sus manos ahora estaban en sus caderas, una posición claramente hecha para dominar.

―El dinero no te da derecho a ser un padre, así que no pretendas serlo ―ahora se veía más molesta que nerviosa. El hombre había tocado una fibra sensible―. Puedes ser un donador de esperma pero no eres más que eso.

Layla personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora