6 de Mayo del 2015

1.8K 71 1
                                    

6 de Mayo del 2015


«¡Jodido despertador!» No es exactamente una buena forma de empezar la mañana pero debido al apagón de la noche anterior, ahora solo tenía quince minutos para evitar el odio del Sr. Martins por el resto del semestre.

Le habían advertido que solo tenía una oportunidad para congraciarse con el viejo y ese era el primer día. No toleraba la tardanza en los trabajos, las excusas y la impuntualidad. Desgraciadamente, estaba a punto de joder esa última si no lograba sacar su culo de la casa en los próximos quince minutos por lo que sus pantalones y su camisa fueron sacados de lo primero que encontró suficientemente limpios. No estaba completamente seguro de que los calcetines fueran del mismo par y apenas encontró ambos zapatos porque los había dejado al pie de la cama cuando se dejó caer la noche anterior.

Definitivamente no debió irse con aquella chica después de que su turno terminó. Se había dicho a sí mismo que volvería a casa tan pronto el bar cerrara, sin distracciones. Y casi lo consigue, pero una exuberante distracción con enormes tetas se acercó en el último minuto y terminó pensando con la cabeza equivocada.

Bajó las escaleras de dos en dos y pasó la cocina de donde salía Jake con un plato de huevos revueltos y tocino. Su estómago gruñó pero no tenía tiempo de comer nada si quería salvarse del amargado profesor.

―Te advertí que el viejo se la agarraría contigo si llegabas tarde, Dave ―su compañero de piso había cursado esa materia el semestre anterior y a duras penas había logrado pasar. Pasó casi todo el semestre quejándose y repitiendo que no iba a repetir el curso únicamente por no volver a verle la cara.

―Ya, hombre. Justo estoy tratando de evitar eso ―agarró las llaves sobre la encimera y corrió hacia la puerta con la risa de Jake siguiéndole.

Luego se la cobraría al bastardo.

Sabía que el mundo se había puesto de acuerdo para estar en su contra cuando entró en el estacionamiento del campus y no vio ningún puesto cercano al edificio de historia. Mientras más lejos dejara el auto, más tendría que correr para llegar en el salón, el problema es que metros más tarde aún seguía sin haber puesto libre. Estaba muy tentado a simplemente dejar la maldita cosa en el medio y luego lidiar con el imbécil que estuviese bloqueando.

Gruñó con frustración al observar que su reloj indicaba menos de diez minutos para llegar al aula. Avanzó un par de metros más, ya decidido a dejar el auto en cualquier lugar, cuando vio que un auto estaba retrocediendo. Prácticamente vio la luz mientras esperaba que terminara de salir del puesto, probablemente la persona no había tenido clases o algo. Fuese como fuese, no le importaba y casi tocó la bocina para apurar su salida pero se obligó a calmarse o tal vez cabrearía al conductor, atrasando su salida.

Finalmente el auto rojo se alejó del espacio y apretó el acelerador para entrar en el espacio lo más pronto posible. Estaba tan concentrado en poder dejar el auto que casi no nota el fugaz movimiento que pasó a su lado hasta que tuvo que frenar de golpe al ver que una motocicleta le robaba su lugar de aparcamiento. Apretó la bocina con fuerza, como forma de hacerle saber al idiota que se moviera porque aquel lugar estaba apartado pero no parecía siquiera notar que había un auto detrás.

―¡Quítate, maldita sea! ¡Yo llegué primero! ―gritó, acompañado de otro bocinazo pero fue fallido. La moto no se estaba moviendo.

¿Por qué demonios necesitaría una motocicleta tanto espacio?

Peor aún, ¿por qué necesitaría su espacio?

Sin importarle que el auto estuviera a mitad del camino o de siquiera apagar el motor antes, abrió la puerta y se dirigió hacia el conductor de la motocicleta.

―¿Cuál demonios es tu problema? ―demandó con un gruñido. El tipo ni siquiera le llegaba al hombro y tenía las bolas de tomar su lugar.

Finalmente se bajó de la moto con más calma de la que él tenía paciencia para soportar y se giró hacia él para enfrentarlo. Estaba demasiado enojado como para detallar al conductor en un principio pero cuando éste se quitó el casco, dejando caer una cabellera en cascada sobre sus hombros, se dio cuenta que había cometido un error al denotarlo como un tipo.

―Mi abuela hubiera entrado más rápido en ese puesto ―fue la única frase que dijo para defenderse. Dejó el casco sobre la moto y procedió a quitarse la chaqueta que definitivamente dejaba ver que era una chica―. El que se duerme pierde, amigo.

La chica gritaba problemas desde donde la mirara. No solo era la actitud despreocupada ante lo que había hecho, su postura y la forma de moverse iban acompañada de una apariencia matadora. Su cabello rubio tenía las puntas teñidas de un azul oscuro, llevaba varios piercings en la oreja y un pequeño diamante en la nariz. Su chaqueta de cuero iba acompañada de vaqueros que ajustaban su trasero y debajo llevaba una camiseta blanca. La chica no parecía esforzarse por impresionar pero definitivamente lo hacía.

―Ni siquiera pude parpadear antes de que te adueñaras de mi espacio ―gritó tan pronto salió de su estudio. La chica pareció incluso notar que la miraba y no le molestó en lo absoluto. Estaba seguro que incluso se recostó sobre la moto para darle más para ver.

―Entonces supongo que debes aprender a trabajar más rápido ―le dio un guiño y le habló con condescendencia, para nada afectada por la ira que emanaba de él.

―¡Mueve la moto! ―se encontró diciendo cuando no pudo dar con una respuesta inteligente para ella. La chica incluso se rió de su demanda.

―Cariño, si quieres algo hazlo tú mismo porque no pienso moverme ―se encogió de hombros y comenzó a alejarse de la moto, dejándolo con la palabra en la boca.

Por impulso, su mano salió disparada y tomó su brazo antes de que pudiera avanzar más que un par de pasos. Ella se giró y se encontró mirando sus ojos de un tono azul profundo que combinaba con la mitad de su cabello.

―No me haré cargo de las consecuencias sobre lo que pase con esa moto ―amenazó con seriedad. Aquella chica podría estar buena y haciendo reaccionar a su cuerpo de una forma que no debería pero se estaba metiendo con la forma de pasar el curso los próximos seis meses.

―Yo tampoco ―fue lo único que respondió, dando una ultimo vistazo al auto detrás de él. Supo que con aquella única frase había una amenaza implícita.

Ella se soltó con un repentino empujón y su expresión había dejado todo el juego de lado para hacerle saber la seriedad con la que estaba hablando. Se giró y caminó en dirección al edificio, dejándolo cabreado.

Su reloj indicó que le quedaban dos minutos para encontrar algo que hacer con el auto y subir dos pisos. No tenía tiempo para mover el auto y realmente no habría tenido que pensar en ello si ella no le hubiese robado su lugar.

Con un resoplido, entró nuevamente al auto y apagó el motor justo donde se encontraba. Bloqueaba toda la salida de ella y del resto del puesto que pudo haber utilizado si su moto no estuviese en medio.

Sin preocuparse, guardó las llaves en su bolsillo y se encaminó hacia el salón de historia. Sorprendentemente, ahora su mente no estaba en no caerle mal al profesor el primer día sino en saber cómo haría la pequeña rebelde cuando descubriera su moto bloqueada.

Layla personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora