3 de Julio del 2015

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3 de Julio del 2015


Estaban acercándose a completar el segundo mes de relación. Desde lo que le había contado el padre de Layla no habían hablado sobre el tema y quería hacerlo, quería saber cómo se sentía. Pero también sabía que aquel era un tema difícil y no quería presionarla así que tenía algo en mente.

A pesar de que Layla volvía a tener su moto, se había hecho una rutina ir a buscarla después de clases los viernes para ir a su casa por lo que ella había optado por no llevarla. La vio salir de su clase y se encontró con ella a mitad de camino.

―Alguien me extrañó ―bromeó ella con una sonrisa en sus labios. Se inclinó hacia él y le dio un leve beso en los labios―. Ni siquiera pudiste esperar a que llegara al auto.

―Eso es porque te tengo una sorpresa y necesitas que te coloque esto ―le tendió una venda negra. Layla la miró y luego a él con ambas cejas arriba.

―No sabía que te iban este tipo de cosas ―él dejó salir una carcajada ante su suposición y luego casi lo perdió cuando ella se encogió de hombros―. Tampoco me estoy oponiendo.

―Tu mente trabaja rápido, pequeña rebelde ―Dave le había confesado el apodo que tenía para ella antes de saber su nombre y ella había estado encantada de que siguiera llamándola así. Le dijo que era como el mejor cumplido―. Pero no va por ese camino.

―Tu si sabes cómo arruinar una fiesta ―fingió hacer un puchero pero la sonrisa volvió a sus labios con rapidez―. ¿Qué tienes en mente?

―Ya te lo dije. Es una sorpresa, es por eso que traje la venda a pesar de que tu sucia mente tenga otras opciones a las que tampoco me estoy oponiendo.

Ella sacudió la cabeza pero dejó que él la besara antes de rodearla y atar la cinta detrás de su cabeza, luego la guió hasta el auto y la ayudó a subir.

Layla estuvo preguntando a dónde irían la mitad del camino y la otra mitad tarareando canciones de los ochenta que él había aprendido que le gustaban por lo que las había colocado a la mano para mantenerla quieta.

El lugar al que quería llevarla estaba a varios kilómetros y ya estaba atardeciendo para cuando llegaron ahí así que era el momento perfecto. Layla se había perdido en las canciones para la última hora por lo que su canto se detuvo abruptamente a media letra cuando él apagó el motor del auto.

―Ni siquiera me dejaste terminar mi número ―gruñó ella cuando él sacó la llave del encendido y bajó del auto.

―Lo tendré en cuenta para la próxima vez. Por favor, no te olvides de mí cuando seas famosa ―a él le gustaba burlarse de ella. En realidad Layla no tenía una buena voz pero a ella le gustaba lo suficiente la música como para cantar aun si a nadie le gustara escucharla.

―Algún día ni siquiera te firmaré un autógrafo.

―Dios quiera que ese día no llegue.

Ella le sacó la lengua pero le dejó tomarle la mano para ayudarla a salir del auto. Él cerró la puerta detrás de ella y luego se quedó en su espalda para guiarla sin que pudiera tropezar con nada en el camino.

―Te juro que si me dejas caer...

―Dices que yo soy arruina fiestas pero tú arruinas los momentos románticos ―gruñó y la desvió un poco para evitar una piedra y se detuvo―. Ahora cállate y quítate los zapatos.

―Estas siendo mandón...

―Y tú terca.

Ella frunció el ceño pero aun así hizo lo que le dijo. Se sacó las botas y los calcetines así que fue cuando sintió una pequeña pista del lugar en el que se encontraban.

Layla personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora