Creyó por un segundo que volverían a estar a salvo, al interior de la Cabaña del Misterio, pero cuando fue incapaz de volver a abrir los párpados, Dipper supo casi de inmediato que algo no iba a bien.
Después de unos largos minutos de pánico absoluto, en el cual trató tanto de abrir los ojos como de mover el cuerpo, lo único que lograba eran ligeros espasmos que asustaban a su hermana melliza, en cualquier sitio donde se encontrara, con el cuerpo de Dipper entre sus brazos tratando de tranquilizarlo.
Su voz era como un soplido lejano que el niño apenas podía ser capaz de escuchar, como un eco dentro del olvido.
Trató de tranquilizarse al darse cuenta que sus esfuerzos no servían para nada, respiró hondo, y se esmeró en que la oscuridad que reinaba dentro de sí no lo asustara demasiado. O, mejor dicho, le causara el pánico suficiente como para ponerse a gritar, tenía que ser inteligente y pensar en qué era lo que estaba pasando.
No podía ver al exterior de sí mismo, ni preguntarle a Mabel si habían vuelto a casa, pero de haber vuelto, ¿estaría entonces envuelto en un coma indeterminado? ¿Postrado sobre la cama, tratando de despertar cuando su cuerpo no era capaz de brindarle la consciencia para volver a vivir en el mundo real?
¿O era nuevamente una treta de aquel ser llamado Bemus?
Ese lugar llano era su mente en absoluto reposo, en una oscuridad que el muchacho no entendió. ¿Por qué la oscuridad era lo único que parecía reinar ahí? Él había imaginado que el interior de la mente de una persona era un sitio atestado de todos sus recuerdos, o una zona llena de puertas ─como las que había recorrido en el interior de la mente de su tío Stan─. Pero la suya estaba vacía.
Se sentó en medio de la nada, limitándose a observar su alrededor.
Estar dentro de sí le traía recuerdos, que fueron materializándose en la oscuridad: la llegada a la cabaña, las bromas de Mabel e incluso se vio a sí mismo en tercera persona, hojeando el viejo diario; abrió los ojos, ¿el diario dónde habría ido a parar? ¿Lo tendría Coraline?
De un sonido parecido a un "puf" se materializó el diario entre sus manos infantes, abriéndose justo en la página donde se explicaba la existencia de Bill Cipher. Un ligero estremecimiento le recorrió el cuerpo, al seguir leyendo las especificaciones que dictaba el diario acerca de ese extraño ser. ¿Cómo había sido posible que el monstruo que los tenía encerrados en un mundo alternativo había sido capaz de recrear la apariencia y características del demonio?
Cerró el diario de un fuerte golpe.
No quería pensar en ello, evitaba a toda costa recordar a Bill dentro de su cuerpo, controlándolo, apropiándose de él, quitándole la capacidad de maniobrar su cuerpo. Dejando su alma suspendida en un limbo. ¿Estaría en la misma situación? ¿Bill Cipher fabricado por el demonio de ese mundo estaba ahora gobernando su cuerpo?
Se llevó una mano hacia el pecho, donde se supone debía latir su corazón, pero al palpar, se dio cuenta que parecía que su pecho estaba completamente vacío; respiró hondo, tratando de tranquilizarse, repitiéndose una y otra vez que todo estaría bien, que lograrían salir de aquel lugar, pero a medida que lo repetía, menos creía en sus palabras.
Otro golpe sonó al interior de su mente.
No fue el diario el que se movió, sino algo al centro de la oscuridad, que brillaba tenuemente, brindándole cierta luz a aquel desolado sitio; Dipper se levantó, con temor, y se acercó al sitio de donde emanaba la luz: una minúscula puerta pegada contra el suelo.
Dipper la abrió sin dudarlo, y en su interior encontró sus recuerdos, que se desplegaron en la habitación como un soplido. Se vio a sí mismo de niño, de bebé, todas las imágenes que lo presentaban junto a su melliza, Mabel. El niño estiró la mano para tocarlos, pero se desvanecían entre sus dedos, dando paso a otra serie de recuerdos tan profundos que Dipper Pines no recordó haber vivido.
De un chasquido, las imágenes cambiaron con un sonido estruendoso.
Ahora las "pantallas" mostraban diversas pesadillas, gritos en el centro de la oscuridad, Mabel chillando de dolor, sucesos que solían relacionarse con el colegio y el problema de Dipper por congeniar con los demás niños. Incluso hasta las que había ido desarrollando en el transcurso de su estadía en Gravity Falls: monstruos, misterios inexplicables, y a veces ─cuando estaba realmente aterrado─ el cuerpo de sus amigos desperdigados por el suelo.
Pero de aquellas pesadillas, la que se merecía el máximo puesto de su mente era la de Bill Cipher, apropiándose de su alma, dejándole sin cuerpo y destruyendo a las personas que amaba.
Solía negar que aquello ya no le aterraba como antes para sonar valiente, pero la verdad es que le perturbaba el hecho de que Bemus supiera su debilidad, con tanta claridad, que incluso había copiado al Bill Cipher de su mundo, transportándolo al suyo para atemorizar al niño.
─No es real aquí ─susurró Dipper, dando unos pasos atrás.
La imagen de Bill Cipher aumentó de tamaño, borrando las demás pesadillas a su paso. El ojo lo observó fijamente, mientras Dipper seguía negando con la cabeza, tratando de abstraerse del hecho de que su mayor pesadilla estaba creciendo frente a sus ojos como una pompa de jabón, a punto de explotar.
«Lo sé», susurró una voz, proveniente de la nada. «Sé cómo deshacerme de ti.»
─ ¡No lo sabes! ─Gritó Dipper, levantando la mirada y los puños, fieramente apretados a sus lados─. ¡No puedes asustarme!
Por supuesto, estaba equivocado.
Bill seguía creciendo frente a sus ojos, una gota de valentía llenó el corazón del niño. Pero no duró tanto como hubiera deseado, pues una figura fue haciéndose a partir de la oscuridad que residía en su mente, tomando forma de un hombre robusto, con un par de ojos color sangre, observándolo desde el rincón.
Sonrió, y la blancura de sus colmillos no hizo más que hacer que la valentía del corazón de Dipper amainara.
«Lo sé», volvió a repetir la voz, y Dipper no tuvo que preguntarse de dónde provenían las palabras, porque lo sabía.
Bemus estaba al interior de su mente, provocándole pánico, dándole forma en persona a su peor miedo combinándolo con el mayor enemigo contra el cual no podría combatir fácilmente. No bajo las reglas que regían el mundo de ese demonio.
«Sé cómo hacerlo», repitió Bemus.
Dipper no pudo ver su rostro, a pesar de que parecía que estaba caminando hacia él. El muchacho quiso escapar, pero sus piernas se mantuvieron pegadas contra el suelo. La risa de Bill Cipher comenzó a sonar tan algo, que tuvo que llevarse ambas manos a los oídos, tratando de abstraer el ruido de su cabeza. Sin éxito.
─ ¡No lo harás! ─Gritó Dipper─. ¡No lo permitiré!
«Aun dentro de tu mente», susurró la voz, «estás a merced dentro de mi mundo.»
Bill sonrió frente a él, levantó uno de sus brazos, señalándolo. La palma de Dipper se retiró de su oído, dirigiéndose hacia la mano del demonio triangular, que parecía regocijarse.
No pudo hacer nada, su cuerpo no estaba a su merced al igual que su mente. Todo lo controlaba Bemus sin siquiera esforzarse por acercarse ni hacer algún gesto; apretó los dientes, con la respiración entrecortada, hasta que su mano se estrechó con la de Bill Cipher, dejándolo perplejo.
«Dejaré estancada tu alma al interior, mientras él ocupe tu cuerpo», susurró Bemus, entrecerrando los ojos.
Diciendo esto, tanto sus ojos como su boca desaparecieron, dejando que la oscuridad rellenara su vacío. Dipper soltó un grito desgarrador, mientras Bill Cipher se adueñaba de su cuerpo, dejándolo estancado en un rincón de su mente, sin posibilidad de defenderse.
No lloró, ni siquiera volvió a gritar para advertir a su hermana el peligro que iba a caer sobre ellos en aquel momento. Guardó silencio, con el rostro oculto entre los brazos, mientras fuera de sí, sus ojos decidían abrirse, de la nada.
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Mystery Kids: Argus
FanficÉl no ha muerto. Sigue respirando. En el fondo del bosque. Ahí en el centro. Escondido entre las entrañas. Observando. Historia original. CANCELADA.