Capitulo 6

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—Puedo pagárselo a plazos. —No puedo creer lo que estoy oyendo.

—Lo siento. —Vuelve a sonreír de esa manera que tanto odio—. Yo no acepto ese tipo de acuerdos con mis empleados. Tendrás que trabajar para mí hasta que canceles tu deuda.

—Pero señor... —Siento ganas de llorar. Todo lo que hasta ahora me parecía una bendición, acaba de esfumarse.

—No hay peros. Ve con Ana. —Se marcha.

Me quedo pensativa durante varios minutos en el salón. Barajo la idea de salir corriendo, pero tiene todos mis datos y es muy probable que se presente en casa para exigirme el pago. No quiero imaginar el disgusto que se llevaría mi madre si eso sucede. No puedo consentirlo. Tengo que solucionarlo sin que ella se entere. Por el rabillo del ojo veo algo moverse en la esquina del techo y me doy cuenta de que es la cámara. Tengo la sensación de que alguien me vigila, aunque quizá son paranoias mías. A nadie le interesa una pobre empleada.

Durante la primera mitad de la mañana me esfuerzo por tratar de calmarme, pero no hay manera, la rabia me ciega y lo único que me apetece es patalear como si fuera una cría de tres años. No puedo creer que tenga que ser así. Es un buen trabajo el que encontré ayer, está al lado de casa y tengo la posibilidad de poder pasar más tiempo con mi madre y mis hermanos. «No puedo perderlo», me digo e inspiro profundamente. En un acto de valentía, comienzo a andar y busco a mi jefe por la casa. Quiero hablar de nuevo con él y hacerle entrar en razón. Puedo pagarle, pero necesito tiempo y debe entenderlo. Llego a su despacho, tiene la puerta abierta y puedo verle sentado en un amplio sofá de cuero. Golpeo con los nudillos la puerta de madera.

—Hola, señor —digo cuando gira su cabeza para ver quién es.

—¿Qué quieres ahora? —Su tono es mucho más áspero que el que usa habitualmente.

—Necesito que hablemos...

—Creo que ya lo hemos dejado todo claro antes. No hagas que pierda mi tiempo o tendré que sumártelo en la factura. —Hace un gesto con su mano para que me vaya, pero desobedezco.

—Señor... no me parece justo lo que quiere hacer conmigo.

—Y a mí no me parece justo que después de todo lo que he tenido que hacer por ti quieras irte ahora. —Un pensamiento cruza mi mente en ese momento.

—¿Puede decirme cuánto es lo que le debo? —Acabo de recordar que Luc me ofreció dinero hace solo unos días y quizás podría aceptarlo. Sonríe y mi vello se pone de punta.

—Claro. —Se acerca al ordenador de sobremesa y comienza a teclear algo rápidamente. Un par de minutos después, la impresora que tengo a mi izquierda comienza a sonar. Un par de folios salen de ella con algo escrito—. Acércamelos —dice con autoridad. Los saco con cuidado de la máquina y se los entrego—. Siéntate. —Me señala
la silla que tiene enfrente. Me acomodo y espero. Gira los papeles hacia mí y señala un número de varias cifras—. Esto es lo que me debes. —Mis ojos se abren al ver esa cantidad tan desorbitada.

—¿Estás quedándote conmigo? —Mi respeto hacia él comienza a flojear.

—¡A mí no me hables así! —grita y me encojo—. Esto es lo que me debes a día de hoy, y no hay más que hablar.

—Pero eso es muchísimo dinero —respondo a punto de echarme a llorar. No creo que Luc pueda prestarme tanto.

—Esos son los gastos que me has generado en el tiempo que llevas aquí. Más la penalización por no avisarme con quince días de antelación. —Señala otra cifra y levanta una ceja—. Por supuesto tendrás que pagar el trabajo de mi gestor, los gastos de anulación del contrato y la reparación de mi coche. —Me mira fijamente—. Yo no soy el que se va ni el que incumple. —Todo se vuelve oscuro en mi cabeza. Definitivamente no podré hacer lo que me hubiera gustado.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora