Capítulo 52

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Oigo un teléfono y abro los ojos sobresaltada. Por un momento me cuesta centrarme, pero pronto recuerdo dónde estoy. Busco el bolso a los pies del sillón y saco el aparato.

—¿Sí? —contesto aún somnolienta.

—¿Dónde estás, hija? —Mi madre parece preocupada.

—Estoy en el hospital, mamá. Tranquila.

—Llevas muchas horas allí... Son las seis de la tarde y te fuiste esta mañana temprano.

—¿Las seis? —digo sorprendida y miro rápidamente a Izan. Está temblando—. No te preocupes, estoy en una de las habitaciones. Es posible que llegue más tarde aún.

—De acuerdo. Pero recuerda avisarme de estas cosas.

—Tienes razón, lo siento. ¿Estás sola? —Temo que mis hermanos hayan salido—. ¿Necesitas que vaya contigo? —Miro a Izan de nuevo rezando por una respuesta negativa.

—No, tranquila. —Exhalo—. Solo cuídate cuando regreses. No me gusta nada que vuelvas a casa sola. Luc llegó hace rato.

—Tendré cuidado. —Nos despedimos y me acerco a la montaña. Está empapado en sudor y temo que haya empeorado. Pongo la mano sobre su frente y está ardiendo.

—Sa... ra... —dice al notar mi contacto.

—Shhh. Tranquilo. —Levanto las toallas y parecen secas. Miro a mi alrededor y al no encontrar nada para refrescarle agrupo los paños en una bandeja y salgo de la habitación.

—Oiga, ¿puede ayudarme? —le digo a una enfermera que pasa por allí.

—Claro, dime.

—El paciente que está en esta habitación —señalo la puerta—
tiene fiebre de nuevo y necesito agua para mojar todo esto. ¿Dónde hay un baño que pueda utilizar?

—¿Volvió a subirle? —pregunta—. Le he revisado hace una hora y parecía encontrarse mejor. —Estaba tan dormida que debió entrar sin que me enterara.

—Ahora mismo está empapado en sudor y temblando...

—Déjame ver —dice y me aparto. Se acerca a la cama y comprueba las máquinas. Hace un ruido con su boca que no me gusta y toma su pulso—. Voy a por el doctor.

—¿Está peor? —me preocupo.

—Digamos que no está mejor... Dame las toallas. —Estira los brazos y le entrego la bandeja—. En unos minutos regreso. —Se marcha y nos deja solos.

—Izan... —susurro cerca de él. Sus temblores son cada vez más fuertes y me doy cuenta de que le falta el aire. Coloco mejor su mascarilla y agarra mi muñeca.

—Ve...te a ca...sa.

—¿Qué? —No entiendo por qué dice eso, si lo único que ha hecho hasta ahora ha sido insistir para que me quede.

—Ve... te. —Sus dientes chocan.

—No voy a ir a ningún sitio. —Retiro el cabello de su frente y pongo la mano sobre ella. Mis dedos están fríos y quiero aliviarle mientras vuelve la enfermera.

—No... quie...ro que... —Apenas puede hablar—. Vete. —Debido a su intento de vocalizar casi grita la última palabra. Me esfuerzo por creer que no es él quien ha dicho eso, sino su fiebre, pero aun así me afecta.

—Quiero estar contigo —protesto. Algo está pasando en él—. ¿Por qué me echas?

La puerta se abre y entra el doctor con la enfermera. Sin decir nada, se acercan a la cama y me aparto. Cubren parte de su cuerpo con las toallas húmedas y le auscultan. El doctor rubio niega con la cabeza y mi corazón da un vuelco.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora