Capítulo 62

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Nada más llegar aparco de mala manera y me bajo a toda prisa. Quiero evitar que siga sufriendo, se fue de casa muy afectado y, como dice Ana, cada minuto que pasa es una tortura para él.

Llamo al telefonillo, pero nadie me abre. Tras esperar un tiempo prudencial, vuelvo al coche y saco de la guantera la copia de las llaves que me entregó hace unos meses por si necesitaba algo.

Cuando regreso, al intentar meter la llave en la cerradura, me doy cuenta de lo nerviosa que estoy. Mi mano tiembla tanto que tengo que ayudarme con la otra. Al abrir la puerta veo varios cajones abiertos y vacíos. Camino por la casa y todo está en silencio. A medida que entro en las demás habitaciones entiendo que no está allí y me vengo abajo. Empiezo a pensar en las posibilidades y no se me ocurre ningún lugar al que haya podido ir. Saco mi teléfono y marco su número. Segundos después me salta el buzón de voz para indicarme que está apagado o fuera de cobertura.

—¡MIERDA! —digo rabiosa y me siento en el sofá. Pongo las manos sobre la cara y, desesperada, trato de calmarme.

—¿Sara? —La voz de Izan me sobresalta.

—Izan. —Tiene el cabello mojado, y aunque está vestido deduzco que sale del baño. No se me ocurrió mirar ahí—. Lo siento mucho. Perdóname —suplico ansiosa al tiempo que me pongo en pie—.

Solo dije estupideces. Me he dedicado a buscar excusas para apartarte de mí y... y... ¡Joder! Soy una cobarde.

—Sara... —Sus ojos están rojos e hinchados. Él también debe de haber estado llorando.

—He preferido perderte antes que enfrentarme a mis miedos.
—Sollozo angustiada—. Ana me ha abierto los ojos y acaba de darme una lección. Ha conseguido mostrarme en unos minutos lo que mis temores no me han dejado ver en un año. En verdad ella sí está luchando por salir adelante mientras que yo solo escondo la cabeza. Me ha mostrado muchas verdades que me han hecho ver las cosas de otra manera.

—Tranquila. —Camina hacia mí.

—No puedo estar tranquila con el daño que te he hecho. No puedo creer que me haya comportado así. Realmente creía que estaba obrando correctamente. Estaba segura de que alejándote podría ayudarte a vivir mejor. Solo quiero lo mejor para ti, o lo que creo que lo es... —Me ahogo con mis lágrimas—. Me centré en que no sufrieras en vez de centrarme en superar esto. Era más fácil sacarte de mi vida que enfrentarme a mí misma. —Hablo sofocada—. No pasé ni la mitad que Ana y mira cómo estoy y lo que fui capaz de hacer. ¡Soy una estúpida!

—Shhh. ¡No vuelvas a hablar así de ti! —Su frase me noquea y le miro sorprendida—. Los traumas son así, Sara. Afectan a cada uno de una manera diferente. Algunas personas tienen la capacidad de reponerse antes que otras, pero no por ello eres más débil, ¿de acuerdo?

—Pero ella...

—Ella seguramente haya entendido cosas que a ti te cuestan, al igual que tú habrás entendido cosas que le cuestan a ella, por eso estáis apoyándoos la una a la otra. Cada mente es un mundo diferente, Sara.

—Sí, pero yo no pasé por todo lo que pasó ella... —Que Ana esté superándolo tan rápido y yo sea tan lenta me hace sentir mal—. No lo estoy haciendo todo lo bien que debería.

—Eso no es excusa ni garantía de nada. Cada uno va a su ritmo y no hay más que hablar. —Me mira fijamente a los ojos—. El que te hayan querido arrebatar algo tan importante para ti a la fuerza pudo afectarte de la misma manera que a ella, aunque lo suyo a nuestros ojos sea peor. Toda esa presión psicológica y las palizas diarias a las que te sometieron mientras estabas allí podrían haber acabado fácilmente con tu estabilidad emocional, pero mírate. Deberías sentirte orgullosa de ser tan fuerte y encontrarte en estos momentos tan recuperada. Las secuelas que vayan quedando conseguiremos limarlas con el tiempo, ya verás —sonríe—. No debes agobiarte por eso.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora