Capítulo 56

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Una semana después, ambos están impacientes en sus habitaciones porque hoy, por fin, y tras prometerle al doctor que no harán ningún esfuerzo, saldrán del hospital. Cuando le ofrecí a Ana mi casa, vio el cielo abierto y aceptó sin dudar. Aparte de que su pierna está enyesada y no puede caminar sin ayuda, ella misma me confesó que estaba aterrada y que no se sentía preparada para vivir sola.

Durante estos días he estado ayudando a Izan a encontrar un apartamento, como nos pidió el comisario, y tras algunas llamadas hemos conseguido uno bastante bien situado y listo para entrar a vivir. Tiene todo lo que necesita.

Cuando salimos a la calle les pido que me esperen en la puerta, están aún débiles y prefiero evitarles el trabajo. Ana tiene muletas y sería muy duro para ella llegar hasta allí, ya que he tenido que aparcar bastante lejos. Izan protesta e insiste en acompañarme, pero tras indicarle lo alejado que está el parking entiende mi negativa y no tiene más remedio que aceptar y quedarse con Ana.

Mientras cruzo el paso de cebra para llegar al otro lado, tengo la extraña sensación de que alguien me observa. Miro a mi alrededor, pero al no ver a nadie, continúo. Un vehículo para en ese momento cerca de mí y me tenso. Tres segundos después continúa y exhalo sonoramente mientras acelero. Estoy demasiado obsesionada con el tema del padre de Izan y está empezando a afectarme.

A medida que me acerco a mi coche, siento alivio. No veo el momento de entrar en él y echar los seguros, como he estado haciendo todos estos días. Busco las llaves a gran velocidad en mi bolso mientras trato de contener el temblor de mis manos, y cuando voy a introducirla en la cerradura alguien me sujeta por el hombro y grito con todas mis fuerzas.

—¡NOOO! —Me giro al tiempo que le golpeo. Estoy segura de que es Aníbal y quiero apartarle de mí para salir corriendo.

—¡Auch! —Se queja y pone las manos sobre su cara. Mis ojos se abren como platos al ver a quién he golpeado. No ha sido a Aníbal, sino a Lucas.

—Mierda... ¡Mierda, lo siento! —reacciono—. ¡Oh, Dios! Lo siento. —Busco entre sus manos su rostro, olvidándome de todo lo que ha pasado entre nosotros. Temo haberle hecho daño.

—¿Por qué me golpeas? —pregunta todavía tapando su frente. Está comenzando a ponerse roja.

—No lo sé. Me tocaste —respondo bastante alterada—. Fue un acto reflejo. No te esperaba, ¿por qué estás aquí? —Me aparto de él.

—Vine a pagar unas tasas y te vi. Solo quería saber cómo estabas.

—Estoy bien. —Evito mirarle a los ojos—. Ahora debo irme.

—Sara, ¿podemos hablar? —Su tono es triste.

—Me temo que no es el momento, Lucas. Me están esperando.
—Cuando voy a abrir la puerta veo por el rabillo del ojo que intenta sujetarme, pero se lo piensa y no lo hace.

—Espera. Por favor —dice angustiado—. He sido un gilipollas y un bruto. No debí hablarte así. —Le miro y hay dolor en sus ojos—. No sentí nada de lo que te dije, solo estaba cabreado y muy celoso. No supe reaccionar y te ataqué de la peor de las maneras.

—Lo hiciste. —Le muestro mi malestar.

—Tienes todo el derecho a elegir con quién quieres estar, pero aquel día yo solo quería que me eligieras a mí. He sido un jodido egoísta. He estado meditando mucho sobre ello y me gustaría que me dieras otra oportunidad para demostrarte que sabré mantenerme al margen. —Hace una pausa—. Solo quiero que volvamos a ser amigos. Te prometo que no volverá a pasar esto. Te echo mucho de menos, Sara. —Sus ojos se empañan y algo se rompe en mí.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora