Capitulo 15

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Lo pongo en silencio y marco a Lucas, espero unos segundos, pero por alguna razón no da llamada. Vuelvo a intentarlo tres veces más y pasa lo mismo. Ni siquiera suenan los tonos. Abro el acceso a internet y los datos funcionan. Busco la página de la policía de México para escribirles un email, y junto a la dirección de correo me aparece su número. Algo me dice que lo intente de nuevo y llamo. Extrañamente, esta vez sí suena.

—Policía federal —contesta un hombre al otro lado.

—Por favor, ayúdenme —digo nerviosa y con cuidado de no levantar la voz—. Me tienen secuestrada. Por favor, sáquenme de aquí.

—Cálmese, señorita. Necesitamos que nos diga dónde está.

—No lo sé. Es una finca en medio del campo. Tienen que ayudarnos, se lo suplico. —Mi voz tiembla.

—Debe darme alguna pista más, esa información es insuficiente.

—Aníbal. El dueño se llama Aníbal y hay un puente encima de la piscina y estatuas en el recibidor... También una valla electrificada alrededor y unas grandes puertas de metal.

—Bien. Algo de eso nos podrá servir. Ahora escúcheme. ¿Es suyo el teléfono desde el que nos está llamando?

—No, señor, es de uno de los socios que nos tienen secuestradas. Se lo quité hace solo unos minutos. Somos varias las chicas que estamos aquí y están abusando de todas.

—Tranquila. El número nos será de gran ayuda. Podremos dar al menos con el dueño. ¿Puede decirme cuántas chicas hay allí?

—Creo que unas diez, pero no estoy segura, nunca nos juntan a todas.

—¿Recuerda algo más?

—Tienen un local al que llaman Strip Club. Está en la ciudad, casi a las afueras. Hay una gasolinera cerca. Por favor, dense prisa, nuestra vida corre peligro.

—¿Podría decirme más o menos a qué distancia está esa finca de la ciudad?

—No sabría decirle en kilómetros, pero a una media hora en coche.

—Está bien. No se preocupe. Dígame su nombre completo.

—Sara Durán Navarro.

—¿Qué edad tiene, Sara?

—20 años, señor. —Oigo un ruido en el pasillo y me asusto—. Tengo que dejarle, alguien viene. Por favor, ayúdennos.

—Haremos todo lo que esté en nuestras manos, señorita. Tengan cuidado, mientras tanto... —Es lo último que oigo antes de colgar y escondo el teléfono debajo del colchón. Espero unos segundos y la puerta se abre. Toda mi cara arde por el miedo, temo que me descubran.

—Tú —dice Alacrán y doy un salto—. Encárgate de tu amiga. —Le miro extrañada y veo que dos hombres entran con Ana en brazos.

—¡Dios mío! ¡Ana! ¿Qué te han hecho? —Apenas se mueve—. Ana, ¡háblame! —Trata de abrir los ojos, pero no puede. Su cara está totalmente deformada por los golpes y hay varias heridas abiertas en su espalda. Parecen latigazos—. ¡ANIMALES! —grito—. ¡Sois unos animales! —ríen y la sueltan en el suelo sin preocuparse.

—Si se muere será culpa tuya.

—¡Llamad a un médico! ¡Necesita ayuda! —grito de nuevo desesperada. No puedo creer que sean tan inhumanos.

—Es tu responsabilidad. —Cierran la puerta y me dejan sola con ella.

—Ana... —Me arrodillo a su lado—. Háblame. —Lloro sin saber qué hacer—. Aguanta, Ana, vendrán a ayudarnos muy pronto. —Acaricio su pelo—. Conseguí contactar con la policía mexicana con un teléfono que robé a uno de los socios y seguramente estén buscando al dueño para interrogarle. Aguanta... ya falta poco. —Me pongo en pie y busco por la habitación.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora