Sorpresa!

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Se trata de una joven pareja, trabajaban todo el día y un día decidieron que necesitaban tomarse una noche para salir y distraerse, de modo que hicieron lo acostumbrado en estos casos, contratar a una niñera de la zona. Es acá donde llaman a la joven muchacha de esta historia. La chica se presenta en la tarde y arreglan lo correspondiente, dejando el padre de los chicos su número a la muchacha para, en caso de necesitarlo, pudiese comunicarse con él rápidamente y atender cualquier contingencia.

Por asunto de una feliz coincidencia, la chica sube a mirar a los chicos en cuanto quedan a su cuidado y ambos están dormidos. Decide entonces sentarse a mirar la tele tranquila hasta sentir sueño, pero cada tantos minutos se levanta, sube al cuarto de los pequeños y chequea que están bien.

Sorpresa en la Penumbra

En cuanto la joven sube a mirar a los pequeños por segunda vez nota algo que la pone a temblar: en la penumbra de una esquina de la habitación, entre montones de peluches y juguetes tirados, está una mecedora de madera y sobre ella, grande como una persona cualquiera, el muñeco de un payaso.

La penumbra, el hecho de ser la única persona adulta en el sitio, mirar a los niños dormir cerca de ese muñeco y el muñeco mismo, con una sonrisa pintada que transmitía en esas circunstancias más terror que cualquier otra cosa, hizo que aquella muchacha saliese de inmediato del cuarto.

Era tanto el miedo instalado en la joven que llamó de inmediato al señor de la casa, esperó y al escuchar la voz del hombre lo calmó, le dijo que todo estaba bien con los niños pero les pidió un favor especial. Con muchas disculpas previas pidió al hombre permiso para tomar una sábana y tapar al muñeco gigantesco de un payaso que se encontraba en la mecedora, en el cuarto de los chicos, pues la hacía sentir mal apenas lo miraba.

El hombre se quedó en silencio largo rato, como si verificase con alguien, quizás la esposa, algo relacionado con su respuesta, luego de estos segundos que a la niñera le parecieron horas, el hombre le dijo con firmeza: – Nuestros hijos no tienen ningún muñeco de payaso, debes haber mirado mal.

En ese momento la llamada se cortó y el padre, desde luego se alarmó. Llamó varias veces, preocupado por sus niños y luego de tanto insistir le respondieron, pero no era la voz de la niñera lo que se escuchaba, era una voz masculina, algo ronca y en tono medio burlón le dijo:

– ¿Puedo tapar a su niñera con una sábana? Es que en verdad me asusta mucho.

Una risa macabra se escuchó y cortaron la llamada nuevamente. De inmediato, el hombre, con su esposa al lado siguiendo lo que acontecía, decidieron irse lo más rápido posible a su hogar. En cuando llegaron, abrieron la puerta a los empujones más que con la llave y al encender la luz el grito de la madre se escuchó en toda la cuadra. La niñera y los dos niños estaban en el piso, muertos y sobre grandes charcos de sangre.

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