Capítulo 9

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 "Odio que me extrañes y no lo demuestres. Odio que te ausentes y te me pierdas. Odio no sentirte y saber que te deseo. Odio que me quieras y te lo calles. Odio tu silencio, porque siento que me escondes cosas... Odio no poder odiarte, porque sé lo mucho que a ti te amo." – Madara Uchiha.

Madara no podía creer que desde que le avisaron que Tobirama se había marchado nadie lo había podido localizar, pero en estos momentos lo podía creer. Intentó ayudar en encontrar al menor de los Senju pero todo fue en vano, ni siquiera él había logrado encontrarlo ¿Dónde se fue?

Sabía que, desde que Hashirama los había visto Tobirama se sentía culpable, pero nunca pensó que la culpa fuese tan grande hasta el punto de desaparecer.
Al principio pensó que la cosa no era para nada seria. Hashirama había llegado en busca de su ayuda haciendo todo un "circo", llegó con lágrimas dando la noticia, no la tomó en serio hasta que ya era la noche y no lo encontraban.
Incluso cuando ambos mayores fueron al bosque con esperanza de encontrarlo u obtener rastro alguno de su paradero pero nada, absolutamente nada. Y lo peor de la situación era la tensión que había en el aire.
Hashirama no le dirigía mucha palabra a Madara, y Madara no le dirigía palabras a Hashirama.

Ya tardé donde todos se retiraron a descansar y seguir con la búsqueda el siguiente escuadrón Madara llegó a su casa donde allí tiró su abanico de guerra y su hoz al suelo, seguido luego de la armadura.
Se dirigió con calma rumbo hacia su propia recamar y al ingresar en esa se tiró pesadamente en su cama en busca de dormir, más no pudo conciliar el sueño pues de su cabeza no se podía quitar la interrogante de donde estaría aquel albino. Estuvo así alrededor de unas dos horas hasta que el Morfeo había llegado a su persona.
No había dormido mucho en cuanto unas voces lo habían despertado, específicamente unas risas las cuales reconoció con facilidad. La segunda lo tomó por sorpresa ¿Qué hacía escondido en su casa?

Sin levantar sospecha y no hacer ruido alguno en su levantar fue rumbo hacia la puerta de la recamara de su hermano menor, de donde provenían los sonidos y desde esa, entreabriéndola lentamente logró ver una escena que lo llenó por completo de curiosidad. La escena consistía en ambos menores plenamente desnudos en la cama, el semblante de Izuna abordaba una sonrisa de maldad hasta que comenzó a hacerle cosquillas al albino quien buscaba quitarse de encima al menor de los Uchihas.

Por otro lado, Madara no podía comprender el porqué de la escena ¿Lo que siente él ahora era lo que había sentido Hashirama cuando los descubrió? Su mente temía que su propio y querido pequeño hermano le quitara lo suyo, le quitará su amado pero odiado amante.
Celos, ese era el sabor que abordaba su boca y el malestar en su estómago y no lo pensó dos veces.

Sin pensar con claridad Madara activó su Mangekyou Sharingan. Invocó una minúscula llama de fuego en la coleta de su querido hermanito.
Madara logró ver como Tobirama trataba de advertirle a Izuna, parecía que se había percatado de que el cabello del más bajo se encendía hasta el punto que Izuna se percató.

— ¡AY! ¡ME QUEMO! — Gritó Izuna separándose del Senju para ir rumbo al baño en busca de apagar el fuego en su propia cabeza.

A pesar de que la escena le había causado un poco de gracia a Madara, sus lágrimas no dudaron en caer de sus ojos mientras se retiraba nuevamente hacia su propia habitación.
Él, el gran Uchiha Madara llorando por el Senju Mocoso.

Amantes del OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora