Capítulo 6

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"Hay en este morir un íntimo placer escrito en los ayeres de un recuerdo. Imágenes fracturadas y raíces sin sombra, noches de luna anochecida de pájaros ladrando de este dolor invertebrado, una razón perdida que habla siempre en segunda persona. Hay gotas de humedad que no son lluvia y costumbres sin página ni voz a toda hora" – Tobirama Senju.

Tobirama se encontraba solo en medio del bosque, en esos momentos poco le importaba si alguien venía a asesinarlo, sabía defenderse con perfección y alguien con cerebro no lo atacaría a él sabiendo quien es.
Su andar frenó al sentir unos pasos provenir hacia él, inmediatamente el portador del Suiton se colocó en guardia pero al notar quien era quien lo seguía la bajo.
Era el menor de los hermanos Uchiha, Izuna, quien venía bastante agitado. Parecía que Izuna corrió bastante con el único fin de seguirlo, estaba consciente de que se había alejado bastante de la aldea.

— T-To...Tobi...rama — Trataba de hablar Izuna entre su respiración agitada, doblando un poco las rodillas al parar su andar mientras apoyaba las palmas en los muslos, tratando de recobrar la respiración. — M-Me tenías preocupado... Fui a tu casa y Hashirama mencionó que te habías marchado...

— No te preocupes Uchiha. Quiero estar solo. — Tobirama desvió la vista hacia un lado. No iba a darle tantas respuestas al hermano de Madara.

— No te dejaré solo, Hashirama me contó la situación y vine de inmediato al sentir tu chakra tan lejos. — Izuna admitió en cuanto logró recuperar la respiración.

— ¿Y? ¿Qué quieres que haga? ¿Qué vuelva con... — La voz de Tobirama parecía destrozarse poco a poco al recordar las palabras de Hashirama. — ¿Qué vuelva con mi hermano?

Izuna sin pensarlo dos veces se acercó hacia su antiguo enemigo de batalla, abrazándolo con fuerza y susurrándole al oído.

— Si quieres llorar, hazlo. Aquí estoy y puedes desahogarte conmigo. — Esas palabras de Izuna habían causado que el menor de los Senju lo abrazara con fuerza, enterrando sus dedos en aquella vestimenta del Uchiha mientras comenzaba a llorar. Se sentía patético por llorar en los brazos de quien consideró en el pasado enemigo mortal.
Allí Izuna aprovechó para acariciar la espalda de Tobirama esperando a que se calmara.
Poco a poco ambos procedieron a sentarse en el suelo, donde allí Tobirama se recostó y colocó su cabeza en las rodillas de Izuna. Estuvieron en esa posición sin mencionar ni una palabra hasta que el albino se dejó caer en el Morfeo.

Amantes del OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora