Capítulo 1

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Aquello no podía estar pasando. Tenía que ser una pesadilla, esa era la única explicación posible. Se negaba a creer que algo como eso podía estar sucediéndole a ella. Ella; la reina de la pista, la mejor alumna del colegio, la súper estrella en ascenso que todavía no había tenido la oportunidad de hacerse un lugar estable en la farándula, pero que sin duda lo lograría antes de siquiera cumplir los veinte años. Definitivamente todo estaba en su imaginación, como representación de un extraño miedo subconsciente al fracaso.

¿Fracaso? ¿Acaso esa era una opción para ella? Por supuesto que no. No era así como la habían educado. Ni en broma la dejaría ganar... ¿Broma? ¡Claro! Era absurdo que no se le hubiera ocurrido antes. Todo era parte de una broma. Aunque no estaban ni cerca del veintiocho de diciembre, saltaba a la vista que las personas a su alrededor estaban burlándose inocentemente de ella. Y se los dejaría pasar esta vez, sin venganza, sólo por la tranquilidad que ese pensamiento le trajo cuando cruzó su mente esa tarde, sentada en la sala de su casa.

Sonrió, divertida por el empeño que tanto su madrina como sus empleados habían puesto en hacerla caer. Si bien era cierto que la propietaria de la mansión Benson no acostumbraba a bromear, todas las personas pueden sorprendernos. Era una sorpresa algo graciosa. Dejando a un lado la etiqueta, comenzó a reír abiertamente.

Las otras personas en la habitación se quedaron mirándola, un tanto desconcertados por su reacción. Sharon, por su parte, mantuvo la compostura al quitarse las gafas y dejarlas sobre la mesa de café, junto con los documentos que Rey había conseguido para la reunión.

—Ámbar —dijo ella, seria, pero su ahijada no le hacía el menor caso mientras se carcajeaba.

Miguel y Mónica se dirigieron unas miradas de incertidumbre, quedándose parados detrás del sillón que ocupaba la dueña de casa. Hubiesen preferido mantenerse al margen de aquella situación. Para ellos, Ámbar no era más que la chica que había intentado sabotear a su hija más de una vez. La única sensibilidad que en verdad les preocupaba era la de Luna y ya habían tenido una larga conversación con ella para preguntarle si quería conocer todo lo que habían averiguado sobre su pasado. Al principio la impactó, pero gracias a la contención de sus padres el asunto quedó en que se tomaría su tiempo para asimilarlo y por el momento trataría de evitar lo más posible a la señora Benson, quien había entendido y aceptado sus razones.

¿Por qué debían inmiscuirse en un drama que no era suyo? Sí, tenía relación con su familia, mas no era algo que en realidad les afectase. Después de todo, el motivo de aquella reunión era simplemente anunciarle a Ámbar que su madrina tenía una sobrina que habían creído muerta pero resultó estar viva. No querían estar allí e insistieron varias veces en que no era necesario. Sin embargo, Sharon jamás se conformaba con recibir un no como respuesta. Las cosas se hacían a su modo y, si eso los molestaba en algo, tenían la puerta abierta para largarse.

Todos esperaron pacientemente a que Ámbar se calmara. Luego de un rato, comenzaban a preocuparse por su estabilidad mental. Era una chica en verdad impredecible y este conflicto pudo haber sido la gota que derramó el vaso. Ella sólo seguía desternillándose de la risa, como si le hubieran contado el mejor chiste del mundo. Harta de su incoherencia, Sharon decidió ponerle un alto.

— ¡Ámbar, por favor! —gritó, silenciando las risas de la muchacha—. ¿Te podés tranquilizar? ¿No te das cuenta de lo en serio que te estoy hablando?

Ámbar no rió más. Ni siquiera una sonrisa. Ahora tenía esa expresión entre impactada y apática en su rostro. Esa que sólo hacía cuando alguien le quitaba su lugar, o besaba a su novio, o la atrapaba con las manos en la masa. Normalmente esa expresión era rápidamente interrumpida por una sonrisa hipócrita y falsas palabras de condescendencia. Esta vez no fue así. Sólo guardó silencio, petrificada por la severidad de su madrina.

La caída de la reina (Simbar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora