Capítulo 9

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Simón tomó asiento junto a Jazmín en una de las gradas cercanas a la pista de patinaje. Ella festejó su llegada, tan contenta de verlo como siempre, y no tardó ni un segundo en aferrarse a su brazo y recostar la cabeza en su hombro. Sin embargo, su novio no estaba en tan excelentes condiciones para corresponder a sus muestras de cariño.

—Mi amor, ¿estás bien?—preguntó ella, preocupada, cuando se dio cuenta de que Simón lucía pensativo.

Él forzó una sonrisa y negó con la cabeza, aunque era obvio que estaba fingiendo para no afligirla.

—Sí, estoy bien, descuida—le respondió.

—Mmm...—dijo Jazmín, alejándose un poco con el fin de mirarlo a la cara—. ¿Por qué será que no te creo amor?—Simón se rió, avergonzado, mientras bajaba la mirada—. Es por la competencia, ¿no?

—Neta que sí estoy un poco preocupado con ese tema.

—Todavía no encontraste pareja, ¿verdad?

—No... y supongo que nadie se habrá ofrecido para patinar conmigo en el Fab & Chic.

Jazmín mostró una sonrisa y le acarició afectuosamente el brazo.

—Me parece que todas las chicas están tan tristes porque sos mi novio, que saben que no tienen oportunidad con vos y por eso no se ofrecen.

—Sí, eso debe ser—coincidió, también sonriendo.

La chica guardó silencio por unos instantes. Estaba segura de que había algo que tenía que recordar y se trataba de algo muy importante. De pronto, llegó a su mente como una revelación que la hizo saltar de emoción antes de, quizás de forma demasiado entusiasta, cumplir con el acuerdo que había hecho con su amiga.

— ¡Ay, creo que se me ocurrió alguien!—exclamó.

Simón también pareció emocionarse con la idea. Su sonrisa se amplió para formar una expresión de absoluto alivio y felicidad.

— ¿Neta?—Su novia asintió rápidamente—. ¡Qué buena onda, Jazmín! Por favor dime quién es.

— ¿Estás bien sentado? Porque, digo, si no lo estás deberías porque te va a desmayar cuando te cuente la súper-solución que encontré. ¿Preparados, listos, ya?—Simón comenzó a rebotar sutilmente en su asiento, repitiéndole que estaba listo—. ¡Ámbar!

El rostro del muchacho se desfiguró en una mueca de indignación e incredulidad.

— ¿Tú también con eso, Jazmín? ¿Pero que les pasa a todos? A ver, dime la verdad, ¿Ámbar te manipuló para que me dijeras eso?

La pelirroja soltó una risa forzada y poco natural.

—Ay, mi amor, cada cosa se te ocurre. Obvio que no. Pero me parece que como los dos son tan buenos patinadores, a lo mejor podrían armar algo re lindo. Y la verdad que yo sería la fan número uno de... Simbar.

Simón se sintió enrojecer y ella comprendió que lo que había dicho podría tener otra connotación.

—Simbar como pareja de patín, obvio.

Él dejó salir un suspiro de tranquilidad.

— ¿Por qué no le das una oportunidad, mi amor? Yo por lo menos estoy súper emocionada con la idea de que mi chico y mi mejor amiga patinen juntos. La imagino a ella tipo con un look clásico pero chick, y vos casual pero fashion, los dos vestidos de púrpura y... ¡Ay, por favor, dejame diseñarles el vestuario! ¿Puedo, puedo, puedo? ¿Sí? ¡Porfa, mi amor, no seas malo!

—Jazmín, no te pongas pesada, por favor—suplicó, hastiado—. Todavía no dije que sí.

—Pero tampoco dijiste que no.

—Neta gracias por el consejo, pero yo no quiero patinar con alguien que quiere ser la mejor a costa de aplastar a otros.


Luna estaba bajando las escaleras de la mansión, cuando de pronto oyó la voz de Ámbar acercarse desde el comedor. Como pudo, regresó camino arriba sobre sus pasos y se escondió detrás de un muro. No quería cruzarse con ella. Sabía que sus comentarios ya de por sí maliciosos estarían acentuados por el enojo que seguramente sentiría al saber que ella y su madrina estaban relacionadas.

Creyó que se había salvado. La rubia se estaba dirigiendo a la puerta principal, quizás en camino a realizar alguno de los trámites requeridos para la inscripción a la universidad, y no parecía haberse percatado de su presencia. O eso creyó, porque de la nada la vio parar en seco y mirar directamente hacia el rincón en el que estaba ocultándose.

—No tiene caso que te escondas, Lunita —dijo en tono jovial y lo bastante alto para que la menor la escuchase—. Ya sé que estás ahí. Y quiero que sepas que si todavía no te sentís cómoda para hablar conmigo, yo lo entiendo y no te pienso obligar. Después de todo, la familia está para entenderse y respetar los espacios del otro. Me siento muy mal por todo lo feo que te hice pasar y te quiero pedir disculpas mirándote a los ojos, pero si no estás lista yo lo entiendo. Son muchas emociones mezcladas. No debe ser fácil enterarte de tantas cosas de tu pasado. Pero sabés que contás conmigo para lo que necesites, ¿no? Por ahora eso es todo lo que me importa.

Luna se quedó estática. Aunque sabía que no era conveniente confiar en Ámbar, fueron pocas las veces en las que la oyó hablar así, y algo en ella sonaba sincera. Aún así, no planeaba emerger de su escondite. La mayor se encogió de hombros y enfiló a la salida.

—Cuando quieras hablar de todo esto tan raro que nos pasa, sabés donde encontrarme—concluyó—. No te quiero molestar, mucho menos ahora que sos parte de mi familia. Chau, Lunita. Espero que te mejores.

Y abandonó la casa, dejando a Luna muy pensativa. Ámbar sonrió mientras caminaba al coche, donde Tino la esperaba con la puerta del vehículo abierta. Tenía absoluta fe en que su vieja archienemiga iría corriendo a contarle a Simón sobre el asombroso cambio de la reina de la pista.

CONTINUARÁ...

La caída de la reina (Simbar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora