Capítulo 8

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Simón estaba terminando de limpiar una de las mesas cuando Ámbar se le acercó. Le sorprendió verla así, sola y sin sus dos sombras. Estaba claro de que estaba allí para hablar exclusivamente con él, lo cual también fue motivo de asombro. Siendo franco, no tenía ningún deseo de lidiar con ella. Después de por fin haber solucionado su minúsculo conflicto con Luna, lo único que ansiaba era concentrarse en su trabajo y dejar de lado cualquier cosa que le resultara estresante. Tenía que tratar de ignorarla.

—Hola, Simón—saludó ella, casual, cuando se cansó de esperar que él le hablara.

—Ah, hola, Ámbar. ¿Cómo estás? —respondió de manera distante, sin siquiera dejar lo que hacía para mirarla durante dos segundos.

Luego de acomodar la caja de servilletas y el recipiente con sorbetes, tomó el trapo que estaba usando y caminó hasta otra mesa cercana para continuar con su tarea. Sin embargo, Ámbar no iba a aceptar que concluyera la conversación antes de darle lo que quería, así que lo siguió una vez más.

—Muy bien, gracias por preguntar—dijo, para enseguida mostrar cierta preocupación—. Pero me parece que vos no estás así.

Simón dejó de limpiar la superficie y se volvió hacia ella. Aquella frase lo había intrigado y ella lo sabía. Era el disparador que necesitaba para que él se abriera y la dejase activar su plan.

— ¿Cómo por qué dices eso?—inquirió el chico.

—Ah, no, nada—contestó, fingiendo haber dicho algo indebido accidentalmente—. Perdoname, no me quise meter. Es que hace un rato escuché sin querer a Jazmín hablando con Delfi, diciéndole que quería que publicara una audición en el Fab & Chic. Por eso te vine a preguntar, ¿es cierto que Lunita no va a patinar con vos?

—A ver, agradezco tu interés, pero me parece que lo de que Luna va a patinar con Matteo tú ya lo sabías. Y neta que tampoco me parece bien que andes por ahí escuchando conversaciones ajenas.

—Ay, bueno, ya te pedí disculpas. No fue mi intención espiarlas. Estaba pasando por ahí y justo alcancé a escuchar, pero fue un accidente. Me duele que pienses así de mí.

—Bueno, lo siento... Pero igual creo que tengo motivos para esperar eso, ¿eh? No te olvides, Ámbar, que tú has hecho cosas muy malas en el pasado.

Él regresó su atención a la limpieza de la mesa y ella tomó aire, hastiada. Ganarse su confianza sería más difícil de lo que había esperado. Tenía que actuar rápido y aquella debía ser su mejor actuación.

—Sé que les hice un montón de daño a Lunita y a vos, no creas que no—fingió arrepentimiento—. Y te juro que no me enorgullece. Pienso en cómo los lastimé y... no sé, se me parte el corazón. Pero eso ya quedó atrás. Cuando pueda hablar con ella le voy a pedir perdón, ahora te estoy pidiendo perdón a vos.

—Yo no tengo nada que perdonarte, Ámbar—aclaró, girándose de nuevo y mirándola directamente a los ojos—. Neta que yo no soy así. No me gusta guardar rencores. Me hace mal estar enojado con alguien. Ojalá pudiera haber buena onda entre todos, de verdad. Pero que te perdone no quiere decir que vaya a confiar en ti. Tú y yo no somos amigos, y nunca lo vamos a ser.

—Te entiendo. De corazón te digo que te entiendo. Yo tampoco confiaría en mí si fuera vos. Después de todo lo que hice... Bueno, no importa. No quiero seguir atormentándome por la persona horrible que sé que fui. Te juro, Simón, que miro para atrás y daría cualquier cosa por hacerlo todo de nuevo. Por hacerlo diferente. El tema es que no puedo y, aunque nunca vayas a confiar en mí, que tenés toda la razón del mundo, yo me quiero disculpar igual. Y quiero la oportunidad de demostrarles a vos y a Lunita que cambié.

La caída de la reina (Simbar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora