Capítulo 4

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Aunque entrar al Blake South College sin tener que toparse con Ámbar y sus amigas seguía siendo una tranquilidad para Luna, ahora ese era uno más de los placeres que la noticia sobre su historia había ensombrecido. Hubiese preferido quedarse en casa sin tener que contestar las preguntas de nadie, y sus padres de hecho se lo habrían permitido, pero sabía que los estudios le costaban ya de por sí lo suficiente y no quería dejarlos de lado. Por más que Sharon fuese su tía biológica, Luna aún no se sentía con la confianza que le hacía falta para dejarla mal parada frente a las autoridades de la institución.

Su primera clase era la de literatura y empezaba en cinco minutos. Para ella era casi un milagro estar en el aula a tiempo, considerando lo distraída que acostumbraba a ser. La amistad de Nina era una buena influencia para ella. Ambas estudiaban juntas y eso había mejorado considerablemente su desempeño. Se alegraba de que, un año después, siguieran estando en el mismo grupo y sentándose juntas. Todavía más conociendo el hecho de que para Jim y Yam era una historia diferente y la segunda no hacía más que sentarse en su banco, con la mirada perdida, hasta que llegaba la hora del receso.

Luna y Nina habían platicado por teléfono a lo largo del fin de semana. Luego de aquella última conversación con sus padres, su primer instinto fue llamarla para contarle todo lo que había descubierto. Por supuesto que su amiga la entendió perfectamente y desbordó todos sus conocimientos de psicología en tratar de levantarle el ánimo. Su ayuda había sido invaluable, a pesar de que no se vieron en persona hasta ese momento.

Estaban sentadas en sus asientos, esperando a que la profesora llegara. El asunto del pasado de Luna en Argentina permanecía tan fresco (como era de esperarse) que pareciera que todo lo que habían charlado con anterioridad jamás hubiese existido.

—Todavía no puedo creerlo, ¿sabes?—comentó Luna, sacando sus libros de su mochila.

—Bueno, eso es entendible—razonó la de lentes, que ya tenía todos los útiles en su lugar—. Es muy reciente y todavía estás en la etapa de negación.

— ¿Cómo que en la etapa de negación? ¿Eso de que se trata?

—Las etapas del duelo. Es un concepto que se practica en psicología. Aunque inicialmente fue pensado sólo para describir la forma en que un individuo reacciona ante la muerte de un ser querido, con los años el término se diversificó tanto que básicamente aplica para cualquier revelación que sacuda, por así decirlo, el mundo del sujeto.

Luna se quedó callada y pestañeó, mirándola.

—A ver—Nina decidió plantearlo de otra forma—. Cuando te enterás de algo que te afecta mucho, pasás por varias etapas hasta que lográs aceptarlo. La primera es la negación, que es en la que estás vos. Es algo así como que no podés creer lo que te está pasando.

—Ah, ya—asintió, por fin comprendiendo lo que decía—. ¿Y cómo...? ¿Cuál es la segunda?

—La ira, así que te recomiendo que vayas preparándote—bromeó.

Ambas se rieron. Valoraban mucho esos instantes de diversión entre los momentos de incertidumbre. No obstante, no duró mucho, pues enseguida Nina pareció afligirse y su amiga lo notó.

—Oye, Nina, ¿te pasa algo?—le preguntó, preocupada.

—N-no, nada, nada—negó, acomodándose un mechón de cabello detrás de la oreja. Era obvio que mentía.

—Amiga, te conozco, y sé que no estás bien. ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué estás así?

—No puedo decirte, Luna. Perdoname pero no puedo.

— ¿Cómo así? Puedes decirme lo que quieras. Acuérdate que entre tú y yo no hay secretos.

—No es eso. Es que... Con todo lo que te está pasando a vos, lo mío no parece tan importante. Y no quiero que parezca que sólo me importan mis problemas de novios cuando vos...

La caída de la reina (Simbar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora