Armando golpeaba el volante con sus dedos índice, y de vez en cuando le echaba un vistazo a la pantalla del teléfono, la cual proyectaba la imagen de grandes capitales alrededor del mundo tomadas de noche. Esperaba por un nuevo mensaje de Gabriela. Un vídeo o una serie de fotos. Nada.
Bajó la ventanilla y miró al par de policías y la patrulla haciendo circular el tráfico, amenazando con multas a los vehículos que trancaran el paso. Siempre había mirones, los cuales tendrían algo que contar a la hora del almuerzo y al llegar a casa. En este caso no podían ver mucho, la unidad que llegó a la escena del crimen acordonó el área rápidamente. Como dijo La Rosa, esto era una bomba.
Cruz metió la cabeza dentro del auto y subió la ventanilla, quitándole intensidad al desorden en la avenida. Colocó música por dos minutos, pues estaba tan concentrado en lo que vería a continuación que tuvo que silenciar el reproductor. Interfería con su cerebro.
-Ya -susurró, y metió la mano dentro de su chaqueta.
Se colgó la placa y salió del vehículo. El conductor que estaba detrás pudo haberle mentado la madre un par de veces.
No importa, no estaba prestando atención.
Uno de los policías estaba exasperado. Golpeaba el pavimento con el pie muy rápido, y hacía la seña de paso de manera tan violenta que la mano se veía borrosa.
-Buenos días. Armando Cruz, detective jefe, Distrito Capital -dijo, sosteniendo la placa al nivel de su barbilla. Cinco letras en blanco blasonadas en el escudo dorado: CICPC
-Buenos días. Y a sus órdenes, detective.
-Me asignaron el caso y mi compañera me espera, ¿le importaría hacerme la segunda con el carro?
-¿El Opel?
A veces se preguntaba si era el único en Caracas que manejaba un Opel.
-Sí.
-No hay problema -Y salió a hacerse cargo del vehículo. La postura le cambió, parecía estar más animado. Iba a estar sentado un rato, pero al parecer eso era mejor que hacer circular a los mirones.
Lo cual dejaba a su compañero en la mierda. Armando arqueó ambas cejas y le dio una palmadita en el hombro. Acto seguido, vio a Gabriela de pie mirando los cadáveres. Estaban cubiertos por tres agentes que hacían una suerte de barrera. Cruz giró y vio a todos los vehículos que marchaban lentamente, adrede. Las ventanillas abajo y los brazos extendidos con los teléfonos en alto. Y no tienen ni puta idea de quien cayó aquí, dijo en voz baja. Pensó en la rueda de prensa de hoy.
No quería estar ahí.
Gabriela le apretó la mano discretamente y lo hizo volver al aquí y ahora. -¿Qué tal, Armando? -le dijo su compañera. Cruz asintió y le sonrió sin enseñarle los dientes. -¿Cómo ves la escena, Gabriela?
-¿Honestamente? No entiendo un carajo.
Un forense sacó un par de guantes nuevos los cuales entregó a Cruz, quien se los podía colocar sin ver. Le prestaba atención a la detective Tamma.
-Si manejamos el secuestro como móvil, entonces es el más raro que he visto. Ni el tipo en el carro ni los tipos en la moto cargan dinero.
-Y no van a pagar con tarjeta de crédito -dijo Armando en voz baja. Las transferencias se tomaban mucho tiempo. Tampoco se le reportó nada a la policía. Eso era raro, Aurora era una figura pública.
-Tampoco llevaban las caras cubiertas.
Gabriela levantó una mano antes de que Cruz pudiese interrumpirla. -Ya revisamos los bolsillos. Nada. Estos carajos iban a otro sitio y sencillamente se toparon con el auto donde llevaban a Aurora González en la maleta.
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EXPO
Mystery / Thriller2020 Caracas, Venezuela El valle amanece como de costumbre: una orgía de tráfico matutino junto a los sonidos naturales. Un sitio hermoso desde los balcones, pero cuyas calles son inclementes; los detectives Armando Cruz y Gabriela Tamma lo saben mu...