04: "¿El guía?"

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El atelier estaba ubicado en la séptima transversal con avenida siete. El edifico era pequeño; de dos pisos. Ambas plantas estaban rodeadas de cristales unidireccionales que reflejaban lo que ocurría afuera. Quizás Köpfli era paranoico, y así evitaba que alguna de sus ideas se fugara en esta época donde cualquiera era un paparazzi. Gabriela estacionó el vehículo junto a un BMW. Armando le echó un vistazo a la nave y asintió lentamente, Aprobando el acabado suave del vehículo color gris. 

Cruz metió su tableta en un estuche junto con el bolígrafo digital; Gabriela sacó su bolso y ambos bajaron del vehículo. Daniel Köpfli los esperaba dentro. Habían llamado a su asistente y esta les había dicho que estaría allí para recibirlos. 

El diseñador recibió puntos positivos por esto, puesto que era uno de los sospechosos por haber sido uno de los empleadores de Aurora hace poco. Sim embargo, Cruz y Tamma habían visto demasiados actos por parte de sospechosos en el pasado, e iban con intención de presionar al sujeto para obtener respuestas. En el camino quedaron en que Gabriela sería la que haría las preguntas. 

-Al ataque -dijo Armando momentos antes de empujar la puerta y hacer pasar a Gabriela. El aire acondicionado hizo que Gabriela se acurrucara un poco dentro de su chaqueta. Armando toleraba un poco más el descenso de la temperatura dentro del lugar. 

-Buenos días -dijo Gabriela-, detectives jefe Gabriela Tamma y Armando Cruz. ¿Hablamos con usted por teléfono hace unos veinte minutos? 

-Buenos días detectives. Sí, claro, hablaron conmigo. Mi nombre es Alejandra Ramírez. A sus órdenes -acto seguido dio un par de toques en su monitor enviando una alerta a su jefe. 

-El señor Köpfli estará con ustedes enseguida, pasen adelante, por favor. Bienvenidos. ¿Desean algo? 

Ambos pidieron agua, casi al mismo tiempo. La muchacha asintió, se levantó y desapareció tras una puerta detrás de la recepción. Los detectives caminaron hasta una hilera de sillas bastante cómodas y tomaron asiento. En la pared que ahora estaba frente a ellos había tres grandes fotos más largas que anchas, en donde tres modelos distintas llevaban los diseños del jefe de este atelier. Las tres en blanco y negro, mirando directamente al espectador mientras daban un paso hacia delante de la manera en la que lo hacían las modelos: caminando como felinos. 

Alejandra les entregó las botellas plásticas de agua bien fría, y se retiró de manera silenciosa. Armando notó que caminaba igual que las modelos; A Köpfli le gustaba la prolijidad. 

-Buenos días, detectives. 

Armando y Gabriela giraron la cabeza al mismo tiempo, y se pusieron de pie. El diseñador se les acercó y estrechó sus manos con firmeza. Medía cerca de un metro ochenta, llevaba anteojos y tenía ojeras pronunciadas. Llevaba una camisa gris y pantalones negros. 

-Por acá, por favor. 

Fueron a su oficina localizada a un extremo de la segunda planta. Era amplia, con una mesa donde había fotos, bosquejos y varias sillas, las cuales estaban vacías. Armando supuso que este era uno de los lugares donde ocurría la magia. En la pared blanca a la derecha había un cuadro rectangular con un iris humano que estaba representado como el círculo cromático. Sobre el escritorio había un portarretrato que mostraba imágenes de sus modelos, galas, y fiestas con un intervalo de un minuto. 

-¿En qué puedo ayudarlos, detectives? -preguntó el diseñador mientras tomaba asiento y extendía las palmas a los invitados, indicándoles que eran libres de tomar asiento si así lo deseaban. 

Las sillas eran más cómodas que las de la planta inferior. 

Gabriela sacó su tableta y bloc de notas. Armando sólo sacó su bloc y un bolígrafo, más pesado en un extremo, con la punta tallada como una torre de ajedrez; era un bolígrafo de defensa personal. Gabriela también tenía uno. -¿Le importa si coloco esto en el escritorio? -Gabriela hablaba de su tableta. 

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