05: "Los perfiles"

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Los detectives estaban a la sombra de un tipo de techo que empezaba a entrar poco a poco en el paisaje de Caracas: el panel solar. Había una cadena de restaurantes pequeños cuya estética era la de energía renovable, y los cielos despejados de la capital con un sol radiante hacían de eso una solución viable a los niveles de dióxido de carbono, que para esta época, lamentablemente, habían alcanzado niveles muy altos. Armando se perdió un momento en sus pensamientos, y la imagen de las casas coloniales siendo reemplazadas por los edificios, y luego estos siendo modificados lentamente en estructuras más ecológicas le sacó una sonrisa. 

Esperaban su comida en el extremo izquierdo del establecimiento que les permitía ver la calle, que a esta hora parecía convulsionar con la actividad. 

Gabriela colocó un dispositivo rectangular muy delgado y de color negro sobre la mesa, el cual activó con un toque en la pantalla. El aparato emitiría un sonido que el oído humano no era capaz de percibir, pero que interfería con la grabación de cualquier dispositivo. Sería la mesa del silencio. 

Armando recibió la alerta de la llamada entrante en su tableta y buscó su telefóno. Era La Rosa. 

-Háblame, morenazo -dijo La Rosa. 

-Carlos, ¿Qué tal? -le respondió Armando con una sonrisa, Gabriela estaba al tanto de todos los adjetivos que utilizaban en las conversaciones. 

-En la lucha, como ustedes. La división antisecuestro está como loca debido al reporte de Aurora. Pero pueden estar tranquilos, chicos. La información la hemos distribuido con gotero, para evitar que alguien cante antes de tiempo. 

Armando y Gabriela se sentían un poco incómodos mintiendo de manera tan descarada a los afectados, pero el perfil de caso era demasiado alto. Lo último que esta investigación necesitaba era la atención de la prensa antes de tiempo. 

-Gracias, Carlos. 

-¿Necesitan algo? 

-Oye, sí -Armando miró los nuevos nombres en el gráfico-. Voy a necesitar un chequeo de los siguientes ciudadanos: Daniel Köpfli, Ricardo Aldana y Darío Abreu. 

-¿El tipo de los concursos de belleza? 

-El mismo. 

-Carajo... -susurró La rosa-, ¿Esto se va a poner bueno, no? 

-Todavía estamos en la fase preliminar, pero quiero cubrir la mayor cantidad de terreno en el menor tiempo posible. Además, los quiero poner a prueba. Quiero ver si nos dieron una historia a nosotros y otra a los medios, cuando Rondón haga el anuncio. 

-Ustedes son unos linces -y ahogó una carcajada. Armando inclinó la cabeza a un lado y contempló la imagen ante el: una sierra de concreto cuyo fondo era la montaña. 

-Si no, te comen vivo -le respondió Armando. 

-Saludos a Gabrielita. 

La Rosa cortó la llamada y se dirigió hasta una computadora en donde pudiese hacer el chequeo de los nombres que Cruz le había proporcionado. Las posibilidades de encontrar algo eran una en un millón, un par de nombres en esta lista podían enterrar las acusaciones en dinero. 

Su comida llegó, y el trabajo pasó a un segundo plano. Cuchillo en la izquierda y tenedor en la derecha; Gabriela siempre sonreía cuando veía como Armando sujetaba los cubiertos. 

-¿Qué piensas sobre Köpfli? -Preguntó Armando. Gabriela le dio un sorbo a su bebida y respondió:-Tú y yo hemos visto a demasiada gente mentir, Armando. Pero, yo creo, que Köpfli es inocente. Además, qué diseños. 

Cruz rio y atacó su comida, conectar los puntos del caso con información tan vaga le había dado hambre. 

-Creo que lo más sólido que tenemos hasta el momento es al muchacho, Aldana -dijo Gabriela. Acto seguido probó la ensalada que había pedido por primera vez en este sitio, y asintió en dirección a la barra, en señal de aprobación. 

-El "novio" en un ataque de rabia... -dijo Armando-. Eso no explica las marcas en la cara, no es consistente con un arranque. 

-Claro, claro. Te entiendo, Armando, a mí también me intriga. ¿Quizás estaba esperando una provocación para exteriorizar algo que venía arrastrando? 

-Sólo lo sabremos cuando nos adentremos en su vida. No debería ser tan difícil encontrar información sobre sus relaciones pasadas, ahí está la clave. 

Era la única ventaja de trabajar con los famosos. 

Su hora de almuerzo transcurrió sin ninguna novedad. Armando invitó, y después de un café se encontraban dentro de la camioneta, o el tanque, como llamaba Gabriela al vehículo a veces. Armando se liberó de su chaqueta reglamentaria y se puso cómodo. Colocó la tableta sobre el tablero y estiro ambos brazos. Tamma, por su parte, hizo que el vehículo despertara y rugiera, como lo haría un león dormido. Armando colocó trip-hop almacenado en su teléfono. 

Gabriela sintió la vibración de su equipo, lo sacó del bolsillo y vio que era Carlos Timaury. 

-Carlitos -dijo con una sonrisa-. Te pongo en altavoz, Armando está conmigo. 

-Rondón me informó que soy parte del caso de Aurora González. ¿Para qué soy bueno? 

-Necesitamos que ingreses al correo electrónico y a los perfiles dentro de las redes sociales que Aurora mantenía en internet. 

-Casi todas las figuras públicas tienen a alguien que maneje esos servicios por ellos... -Los detectives se miraron y asintieron en silencio-. En fin, ¿Qué estoy buscando, exactamente? 

-Primero que nada, intercambios entre González y un actor llamado Ricardo Aldana. También quiero que le prestes atención a las caras recurrentes, y nos envíes imágenes con nombres. Que tu tocayo haga los chequeos, a ver si alguno tiene expedientes. 

-Te quiero, Carlos -dijo Armando. 

-Atrapen a los malos -respondió Timaury. 

Cruz y Tamma sonrieron. Agradecieron la ayuda del detective agregado, y se pusieron en marcha. Era hora de interrogar a Ricardo Aldana. En el camino telefonearían al (o a la) asistente de Darío Abreu y tratarían de conseguir la lista de invitados a la fiesta a la que Daniel Köpfli asistió el día anterior.

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