Por suerte, Ricardo Aldana no se encontraba muy lejos. De hecho, podían verlo desde donde estaban estacionados, ocultos tras el parabrisas polarizado. El muchacho estaba en una sesión de fotos. Armando no había visto a nadie cambiarse tantas veces en tan poco tiempo.
El agente de Aldana había cooperado de maravilla. Este no pudo contenerse, como lo había hecho Daniel Köpfli. Cruz y Tamma tuvieron que esperar por un largo minuto a que el shock producto de la noticia disminuyera, pues es difícil entender a alguien hablando por teléfono mientras chilla. Les dijo que estaría desde la mañana hasta eso de las dos de la tarde. Tendría un breve descanso después de esto, pues tenía que presentarse en televisión esta noche, en vivo.
Cruz se colocó su chaqueta, sin quitarle los ojos de encima a lo que sucedía ante él. Dejó que su visión periférica la permitiera ver la hora en el tablero de la camioneta. El reloj marcaba 1:45P.M. junto a la temperatura y la humedad. Sus chaquetas eran termorreguladoras, y diseñadas para soportar el impacto de bala de la mayoría de pistolas y subametralladoras. Tamma creía que la única prenda a la que Armando realmente le prestaba atención era a la chaqueta del servicio. Lo observó planchándola con las manos y cerciorándose de que la placa estuviese bien posicionada.
-¿Listo, galán? -dijo Gabriela, quien se cercioraba que su arma estuviese en su lugar, y cargada.
Cruz sonrió y asintió. Antes de bajarse del vehículo, ambos desenfundaron y enfundaron sus armas, unas SIG SAUER 2015 Pro, para refrescar la memoria muscular y poder reaccionar rápido ante cualquier eventualidad.
Bajaron, y caminaron hacia la plaza donde la sesión de fotos acababa de terminar. La pareja notó el cambio en la atmósfera al instante.
-Buenas Tardes, ¿Ricardo Aldana? -dijo Armando, mirando al actor.
-Sí -el muchacho dio un par de pasos hacia delante, y jamás dejó de hacer contacto visual con Cruz. El detective le anotó un punto a favor; pensó que saldría corriendo.
-Armando Cruz. Ella es mi compañera, Gabriela Tamma -Cruz estrechó la mano de Aldana-. ¿Podríamos conversar con usted?
-¿Sobre...?
-Preferiría hacerlo en privado, si no le molesta. Sólo caminaremos a un sitio más apartado, no dejaremos la plaza -Cruz extendió la mano izquierda, hacia una fuente-. Por favor.
Después de lo que parecía una tensa escena frente a frente en una película de vaqueros, Aldana accedió sin decir palabra. Caminaron hasta la fuente y se quedaron de pie junto a ella. Gabriela metió la mano dentro del bolsillo derecho de su chaqueta y activó el dispositivo de interferencia radial. -Señor Aldana, mi compañera y yo estamos encargados de investigar la desaparición de la modelo Aurora González.
Tamma notó como las rodillas del muchacho se tambalearon al escuchar la noticia. -Nos gustaría saber dónde estuvo usted el día de ayer.
-Estuve grabando un comercial durante el día, mi agente puede confirmar eso. Pasé toda la noche en casa, descansando, el día de hoy será largo.
-Ya estamos al tanto de eso, no le haremos perder tiempo. ¿Podemos confirmar que estuvo en su casa anoche?
-Sí, claro. Vivo con mi hermano, él también estuvo en casa, trabajando toda la noche, es arquitecto.
Tamma le escribía a Timaury los detalles más importantes de la conversación. Había maneras rápidas de confirmar si Aldana había estado o no en su casa. Los mensajes en las redes sociales tenían información geográfica. Luego confirmarían con el personal de seguridad en la residencia del joven.
-¿Habló usted con la señorita González el día de ayer? -preguntó Armando.
-Sí, durante el día -Gabriela no perdió tiempo y le envió la información al detective agregado, quien ahora mismo estaba trabajando en el acceso forzado a las cuentas de Aurora.
-¿Se vieron alguna vez el día de ayer?
-No, nunca... -Aldana exhaló por lo que pareció una eternidad. Se desinfló- Le escribía precisamente preguntándole si era posible vernos.
La brisa sopló de repente, erizando la piel de Aldana. El joven se cruzó los brazos a nivel del pecho y se los frotó. Cruz y Tamma permanecieron inamovibles, como estatuas. El muchacho estaba destrozado. -Señor Aldana, aquí tiene nuestros números. Puede llamarnos para hacernos llegar cualquier detalle relevante sobre el caso -dijo Gabriela, entregándole a Ricardo una tarjeta.
-Estaremos en contacto con usted. Lo citaremos para que acuda a alguna sub-delegación y proporcione una muestra de ADN -agregó Armando, quien estrechaba la mano de Ricardo. El detective fue quien movió el brazo del actor, cuya tez había palidecido. Parecía un muñeco.
Los detectives se retiraron, y volvieron a la camioneta. Dentro, y mientras Tamma ponía el vehículo en marcha, analizaron todo lo sucedido. Las palabras de Aldana al recibir la noticia exhibieron un tono quebrado, carente de inflexión. Como si le hubiesen arrebatado el alma o hubiesen estado hablando frente a frente con un autómata.
Pero las maquinas no eran capaces de sentir emociones, y Ricardo Aldana se desmoronó delante de los detectives.
-No lo puede creer -dijo Gabriela, con las manos en el volante.
-Y espera que venga el verdadero anuncio -dijo Armando. Su compañera arqueó ambas cejas y agitó la cabeza levemente. Pobre hombre, dijo en voz baja. Armando se sentía incómodo.
Uno de los fotógrafos y una modelo se acercaron hasta la fuente y se sentaron junto a Aldana. El muchacho les dijo lo que había pasado, y los detectives vieron como la chicha se llevó ambas manos a la boca, y luego arropó a Aldana con sus brazos. El fotógrafo, un muchacho con una maraña de cabello castaño oscuro, dejó su cámara a un lado y tomó la mano de Ricardo con fuerza. ¿Cómo va a reaccionar la nación?, se preguntó Armando, mientras dejaban la plaza atrás.
Hubo alguien que siguió todo el movimiento en la escena, y que vio a los detectives acercarse al grupo, y alejarse junto a Ricardo. Él estaba ahí para supervisar la grabación. El director. Era el hijo de Darío Abreu, un muchacho llamado Leonardo.
Al arranque de rabia fue tal, que tuvo un ataque de acidez. A su lado estaba una chica, su novia, a quien Leonardo sujetaba tan fuerte de la muñeca que está pensó que se la quebraría. A pesar del dolor, la muchacha permanecía en silencio.
No era la primera vez que la maltrataba; era un problema endémico en su relación.
Esa noche, en televisión nacional, Ricardo Aldana hizo su mejor esfuerzo para no romper a llorar ante las cámaras.
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EXPO
Mystery / Thriller2020 Caracas, Venezuela El valle amanece como de costumbre: una orgía de tráfico matutino junto a los sonidos naturales. Un sitio hermoso desde los balcones, pero cuyas calles son inclementes; los detectives Armando Cruz y Gabriela Tamma lo saben mu...