Leonardo.
Leonardo Abreu.
El príncipe era una persona cuyo desdén por los derechos de otros era legendario y bien sabido por su padre y su madre, quienes poco hicieron para corregirlo. De hecho, el constructo mediático erigido alrededor de su familia reforzó sus tendencias sociopáticas. El más lindo, el mejor, el hijo de su padre.
Su padre.
Darío Abreu, el rey de la belleza venezolana, quien le dijo en un par de ocasiones después de un incidente con una modelo que no se sintiera mal. No te comprenden; si no cumplen con el estándar, están fuera. Fuera.
Eso pasó después de que llegase a oídos de Darío que Leonardo había abofeteado a una chica tras bastidores en un show. La versión que llegó a los oídos del rey fue la siguiente: la modelo insultó a Leonardo y lo ridiculizó delante de un grupo de muchachas. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo se atreve?
Lo que había pasado era que Leonardo se le había insinuado, pero no de cualquier manera. Su introducción fue: ah, qué mal lo hiciste allá afuera. ¿Sabes que podría ayudarte con tu presencia en la pasarela? Él miró a la muchacha con consternación cuando está le dijo, entre sollozos:-¿Cómo...? Qué desgraciado -entre dientes.
Le dio dos manotazos con furia. Cada quien estaba muy ocupado con lo suyo, así que nadie vio nada. La verdad era que dos personas habían visto todo, pero era Leonardo quien lo había hecho; buscarse un problema con Leonardo significaba estar en la calle al día siguiente, humillado y con un currículo manchado. Los Abreu se iban a encargar, personalmente, de convertirte en NADIE.
Köpfli estaba allí, pero no vio nada. Él se encargó de consolar a la muchacha luego de que esta acudiera a él hecha un mar de lágrimas. La abrazó y le preguntó qué le había pasado.
-¿Quién te hizo llorar? -le preguntó a la chica, quien solo negó con la cabeza y guardó silencio.
Ese silencio alimentaba al monstruo. Los desmanes de Leonardo eran cada vez más atrevidos, todo gracias al silencio de las víctimas. Todas las chicas tenían muchísimo que perder; él parecía oler eso.
En algún punto le recetaron antipsicóticos, los cuales parecieron empeorar toda la situación. Su madre, Diana, tuvo la culpa. Ella habló con el médico de la familia, quien al día siguiente le entregó un par de antipsicóticos que "calmarían" al muchacho; se acabarían los excesos de Leonardo. Esa estrategia, la de apurar pastillas para lidiar con los problemas en piloto automático le había funcionado de maravilla; no le faltaba nada, Leonardo estaba siguiendo los pasos de su padre, y Darío, su esposo, seguía consiguiendo títulos y coronas. Comidilla para la prensa y las revistas.
Había muchos reportajes que hablaban sobre la sonrisa de Diana y su discurso taimado, jamás parecía estar molesta por nada.
Y como no, estaba hasta las narices en medicamentos.
(...)
Los detectives estaban una vez más dentro del tanque, cómodos, disfrutando del aire acondicionado. Ellos no vieron el vehículo que escoltaba a Ivana; le entregaron la tarjeta, y volvieron al atelier, para terminar de afinar el plan con el diseñador.
-Todo listo -dijo Armando, frotándose las manos, ansioso. Luego sacó la tableta del estuche y mientras actualizaba el gráfico del caso le preguntó a Gabriela:-¿Qué me dices de Granados?
-Me parece que montó tremendo show.
Cruz sonrió ante la sinceridad de Gabriela, quien continuó:-¿Tal vez estemos ante la primera persona de todos los entrevistados hasta el momento que se beneficiará con la desaparición de Aurora?
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EXPO
Mystery / Thriller2020 Caracas, Venezuela El valle amanece como de costumbre: una orgía de tráfico matutino junto a los sonidos naturales. Un sitio hermoso desde los balcones, pero cuyas calles son inclementes; los detectives Armando Cruz y Gabriela Tamma lo saben mu...