08: "V.I.P."

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Cruz estaba boca arriba viendo el techo. La lluvia eran tan fuerte, y la neblina tan intensa, que el detective llegó a pensar que la ciudad era presa de una tormenta de estática. Giró la cabeza hacía el lado derecho, y una foto de Aurora dominaba el panorama. Armando se estremeció y se levantó de golpe. Anoche, después de los tragos, se había quedado dormido después de ampliar una foto de la víctima. Se llevó las manos a la cara, y esperaba escuchar una trasmisión que anunciase:  

"LO SENTIMOS; LA SIMULACIÓN 'CARACAS2020' PRESENTA FALLAS". 

No tenía tanta suerte. Era el aquí y ahora. 16 de Septiembre, 2020. González estaba muerta, el caso era confuso, y la lista de sospechosos era parecida a la de una edición de lujo de una revista de artes y espectáculos. 

Cruz, apartando las manos se su rostro, volteó hacía la mesa de noche. Su teléfono no sonaba; le había ganado a la alarma. Tomó su tableta y fue a preparar su desayuno mientras revisaba su compendio digital. Colocó música a un volumen que no molestaría a sus vecinos, y lo que había comenzado como un mal sueño, estaba mejorado. 

Tomó mucha agua. Estaba un poco deshidratado, producto de las cervezas anoche. Comió un par de arepas con huevos revueltos que lo devolvieron a la vida. Luego, se dio un baño con agua fría, se vistió, y espero el mensaje de Gabriela, quien pasaría buscándolo. Tenían prohibido usar sus vehículos, aunque esperaban tener permiso para usarlos en la operación del club. 

Se tumbó en un sillón frente a la ventana y bostezó. El clima no lo ayudaba. Aunque prefería el cielo azul despejado, le gustaba apreciar la ciudad después de la lluvia, cuando el color de la vegetación se intensificaba y la sangre en el concreto era lavada. 

Su teléfono empezó a sonar; era Gabriela. 

-¿Qué llevas puesto? 

Armando sonrió. 

-Es miércoles de camisa vino tinto, pantalón negro y zapatos marrones. 

-Todo un galán. ¿Cómo vas, ya estás listo? 

-Siempre. Te espero abajo -Armando colgó, tomó su chaqueta y salió de su departamento. Esperó a su compañera recostado en el umbral su edificio, con las manos en los bolsillos y el cierre de su chaqueta bien arriba, cubriendo el cuello. Tamma estacionó el tanque frente a la entrada, y Armando caminó brevemente bajó la lluvia y se puso cómodo en el interior de la nave. 

-Buen día, querido -le dijo Gabriela, y le dio un beso en la mejilla. Armando hizo lo mismo. -¿Y entonces, qué hay para hoy? -preguntó su compañera, poniendo la camioneta sincrónica en marcha. Les gustaba estar en la vía temprano, pues así evitaban lo peor del tráfico vehicular capitalino. 

-Visitamos a Leonardo Abreu y a Ivana Granados -Armando doblaba su chaqueta y la colocaba en el asiento trasero-. ¿Sabes qué hace él? 

-Es el príncipe -dijo Gabriela. Armando arqueó una ceja mientras la miraba fijamente-, sí, el príncipe. Su papá es el "rey de la belleza", parece que el título del zar de la belleza se quedó con su predecesor. Fundó una agencia de modelos hace algún tiempo, y ahí conoció a Granados. 

-¿Una historia de cenicienta? 

-Para nada, Granados viene de una familia adinerada. El compromiso está arreglado. 

-¿Serán felices? -preguntó Armando. 

La pareja se miró y guardaron silencio. No tenían idea. Durante el resto del viaje hacia la sede principal, que no estaba muy lejos (ambos vivían cerca del centro de la ciudad), conversaron sobre ayer en la noche, y quedaron en salir a bailar en otro momento. 

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