Resurrección

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Resucité a las cuatro horas de mi desvanecimiento. Me evaporé del mundo de las brumas y aparecí tumbado en una fría camilla de acero inoxidable, en una habitáculo contiguo a los quirófanos de la segunda planta. Tenía la cara tapada con una sábana.

Técnicamente yo era un cadáver.

La sábana me impedía respirar bien. La retiré y abrí los ojos. La luz del fluorescente me cegó y tuve que tapármelos con las manos hasta que se acostumbrasen a la nueva situación. Tenía un insistente dolor de cabeza y me sentía muy aturdido. Hace nada estaba con Harry y de repente me encontraba en una habitáculo feo y pequeñísimo. Giré levemente la cabeza y descubrí a Liam adormilado en una pequeña silla con la cabeza apoyada en la pared.

Miles de preguntas me acribillaron. ¿Qué me había pasado? ¿Qué hacía yo en aquella camilla? ¿Estaba en un hospital? ¿Por qué...?

¿Dónde estaba Harry?

Sus palabras resonaban en mi cabeza. Me acababa de decir algo... Algo importante que no alcanzaba a recordar...

Me puse de mal humor y me volví a tapar la cara con la sábana. Cerré los ojos en un último intento desesperado de volver junto a él. Así como cuando tienes uno de tus mejores sueños junto a esa persona o famoso que te encanta y están a punto de casarse o de besarse y... ¡PUM! te despiertan y adiós sueño hermoso, que hasta intentas volver a dormir para regresar al sueño para ver que pasa, pero, vaya sorpresa ya no puedes volver.

En menos de un minuto me volvió a faltar el aire y aparté de nuevo la sábana. En el preciso instante en que se despegaba de la cara, noté como si algo me abandonase, se escapase de mí.

Era Harry, lo sé.

Se fue. Quise atraparlo, pero se me escabulló entre los dedos.

-¡No te vayas!- dije.

Lo único que conseguí fue despertar a Liam. Me miró con sus ojos cafés y puso cara de sorpresa mayúscula.

-Hola- lo saludé.

Él se frotó los ojos, incrédulo.

-¿Louis?

-Sí

Se volvió a frotar los ojos.

-¿Eres tú?

Asentí con la ccabeza y por fin reaccionó. Un poco más y se le sale el corazón por la boca. Pegó un grito tremendo.

-¡¡Louis!!

Mi padre abrió la puerta del habitáculo.

-¿Qué ocurre?- le preguntó a Liam.

Él no contestó y se puso a llorar, supuestamente de alegría.

-¡Papá!- dije yo-. ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy?

-Louis- articularon los labios de él.

La voz casi no le salió.

-¿Qué ha pasado? ¡Déjame entrar!

Oí a mi madre. Estaba detrás de mi padre.

-¿Te encuentras bien? -le preguntó mi madre a mi padre.

Mi padre me señaló con el dedo índice de la mano derecha y ella se fijó en mí.

-¡Hijo! -chilló mi madre.

Se me tiró encima. La camilla crujió. Me pareció que se partía por la mitad. Hizo tal ruido que atrajo a la gente que estaba fuera. La puerta empezó a vomitar personas y el habitáculo se llenó a más no poder de vecinos, amigos, alumnos y profesores del instituto, padres de mis amigos. Aquello parecía el camarote de los hermanos Marx. Todos me miraban con ojos desorbitados.

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