¿Fuerza?

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Llegó el lunes por la mañana y con él la irremediable vuelta al instituto.

El instituto me queda relativamente cerca de casa, a un kilómetro y medio, y Liam y yo, si no llueve, vamos a pie. Si llueve nos vamos en autobús o, si se puede, nos lleva mi padre en coche. Mi madre se va muy temprano de casa y no puede acompañarme.

Cuando vamos caminando pasamos a recoger a Olly. Los tres atravesamos el Parque Independencia. Es un lugar precioso y en verano pasó horas allí con los chicos, a la sombra de un viejo roble.

Zayn y Niall vienen al instituto en autobús. Viven bastante lejos. Los cinco nos juntamos en el bar que hay al lado. Quedamos allí un cuarto de hora antes de que empiecen las clases.

Ese lunes no llovía, pero le pedí a mi padre que me llevará en coche. Le dije que todavía no estaba totalmente recuperado y que me encontraba un poco cansado.

La verdad era que se me hacía cuesta arriba volver al instituto. Después de lo que había pasado, no me apetecía ni sentirme observado ni estar en la boca de la gente.

Definitivamente, tenía que ir en coche. Por lo menos ese lunes. Temía que, si iba caminando, en cualquier momento me darías vuelta y volvería a casa. Pero si me llevaba mi padre, evitaría esa tentación.

Recogimos a Liam y a Olly. Mi padre nos dejó delante de la puerta del bar. Llegamos antes de lo habitual.

-Llámame si necesitas lago- me recordó mi padre antes de marcharse.

Entramos en el bar y nos dirigimos a nuestra mesa de siempre, una que está al fondo del local.

-¡Tierra, trágame! -exclamé de pronto-. ¿Ven lo que veo yo? -les pregunté a los chicos.

Nuestra mesa estaba ocupada por el impresentable de Ernest, sus amigotes y unas chicas.

-Miren para otro sitio con disimulo- propuso Olly.

-Me parece que Ernest ya nos ha visto- dijo Liam.

Efectivamente, me fijé y comprobé que nos estaba haciendo gestos con la mano para que fuéramos hasta aquella mesa.

-¿Qué hacemos? -preguntó Niall.

-Vamos y punto- decidí- ¿O le tienen miedo?
-Es que ya sabes lo pesado que es- dijo Liam.

Ernest es el típico chulito de instituto que se pasa el día gastando bromas pesadas y de muy mal gusto a la gente. No sabe hacer otra cosa y siempre va con media docena de imbéciles como él que necesitan de alguien que les diga lo que tienen que hacer.

Nos acercamos hasta la mesa como quien no quiere la cosa.

-Me alegro de que ya estés de vuelta- me dijo Ernest.

-Están en nuestra mesa- le dije yo.

-Precisamente nos pusimos aquí porque te estábamos esperando- contestó y miró a sus colegas-. Te queríamos dar una bienvenida especial.

Todos sus amigotes asistieron con grandes risotadas.

-Pues si esta ocupada, nos vamos a otro sitio- dije dando por terminada la conversación.

-No sean maleducados, caramba. Traigan más sillas para nuestros amigos- ordenó Ernest a sus amigotes.

-No hace falta- repliqué.

Tres de sus amigotes trajeron tres sillas para nosotros.

-Pónganse cómodos, chicos- dijo Ernest.

Olly y yo nos sentamos. En cambio, Liam aterrizó de culto en el suelo. Justo cuando iba a sentarse, uno de los amigos de Ernest se la apartó.

Y otro de sus amigotes le piso la mano.

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